No es la primera vez que hablo de Raymond Carver, porque Carver es portentoso como cuentista. Sus relatos cortos son precisos, siempre adentrándose en la vida de las gentes más humildes, la clase obrera, y lo hace como una especie de buzo que se sumergiera en el fondo del mar de esa sociedad americana que tan bien retrata.
<Se pasaba la vida haciendo o deshaciendo las maletas. A veces se mudaba dos o tres veces al año. Hablaba con resentimiento del sitio que dejaba y con optimismo del que acababa de elegir. Su correo quedaba siempre atrás, la pensión le llegaba siempre a direcciones en las que ya no estaba, y se pasaba horas y horas escribiendo cartas para arreglar las cosas. Había veces en que se mudaba de una casa de apartamentos a otra situada a unas manzanas más allá, para luego volver al mismo edificio un mes después, sólo que a otro piso, a otra escalera. Así que cuando se mudó aquí decidí alquilarle una casa que estuviera amueblada a su gusto.
-Es esa manía de mudarse lo que la mantiene viva –decía Jill-. Lo que la mantiene ocupada. Debe de producirle una especie de placer morboso, imagino.
Acierte o no en lo del placer, Jill piensa que mi madre empieza a chochear. Y yo también lo pienso. Pero, ¿cómo le dices a tu madre una cosa semejante? ¿Cómo tratarla en tal caso? El hecho de empezar a chochear no le impide planear y llevar a cabo su siguiente mudanza>. Extracto del relato titulado <Cajas>

Este libro de relato es curioso, porque los seis primeros cuentos son definitivamente parte del mundo Carver, por así decirlo, se identifican con otros libros suyos, con la temática de su narrativa habitual.
Pero al final, el séptimo relato, “Tres rosas amarillas”, que da título a esta pequeña colección, da un giro copernicano y nos deslumbra absolutamente. Estamos ante uno de sus mejores cuentos, en el que nos habla de los últimos momentos de la vida de Chéjov.
<A Chéjov, no obstante, le produjo una honda impresión el solícito gesto de aquella visita. Pero, a diferencia de Tolstoi, Chéjov no creía, jamás había creído, en una vida futura. No creía en nada que no pudiera percibirse a través de cuando menos uno de los cinco sentidos. En consonancia con su concepción de la vida y la escritura, carecía –según confesó en cierta ocasión- de una visión del mundo filosófica, religiosa o política. Cambia todos los meses, así que tendré que conformarme con describir la forma en que mis personajes aman, se desposan, procrean y mueren. Y cómo hablan>.

3 respuestas
Sí recuerdo que hace unos meses nos hablabas de él y de su poesía MIEDO «…Miedo a que el día acabe con un toque de infelicidad…»
Con CATEDRAL me quedé con ganas de leer más de él… ahora ya tengo mi próximo Carver siguiendo tu recomendación!
Gracias, Sergio.
En la prensa de hoy leía un artículo sobre el Día de las Librerías. Una velada que a más de uno hubiera seducido, escuchar los relatos de Carver (también de Borges y otros) en Madrid, en un rincón creado hace tres años, un rincón para el cuento, un rincón llamado … «Las Tres Rosas Amarilas».
Un beso
sin el artículo!!
«Tres Rosas Amarrillas»
-ha sido un lapsus-