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FOTOS DE CINE – 34

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En la fotografía, Lauren Bacall y Humphrey Bogart, encabezando la marcha en defensa de las libertades civiles y en apoyo de los acusados por el Comité de Actividades Antiamericanas. (Tras ellos distinguimos a Paul Henreid o Richard Conte, entre otros).

El pasado mes de mayo, fallecía Kenneth Anger. Fue un escritor y cineasta norteamericano, nacido en Santa Mónica, California, en 1923, que desarrolló toda su carrera cinematográfica al margen de los canales habituales. Su película más famosa, de tipo experimental, como el resto de su filmografía, es Scorpio Rising, de 1964. Pero Anger logró la fama con un libro centrado en el mundo del cine: Hollywood Babilonia (Hollywood Babylon), en el que desvelaba los mayores escándalos del Hollywood clásico. Hay un capítulo, bastante corto, dedicado a la famosa “caza de brujas” que se desató a finales de los años cuarenta contra todos los artistas de los que se sospechaba que eran izquierdistas, campaña de acoso y derribo que impulsó el congresista J. Parnell Thomas pero que capitaneó con una gran insidia el senador Joseph R. McCarthy. En ese capítulo, que en los tiempos que corren me parece interesante rescatar, titulado Marea roja, escribió Kenneth Anger:

“Hacia 1947, la campaña anticomunista capitaneada por el congresista J. Parnell Thomas, había tendido sobre Hollywood un manto tan insidioso como la creciente contaminación de Los Ángeles. Con el Comité de Actividades Antiamericanas garantizándoles la temporada de caza, fanáticos derechistas de Cinelandia hicieron su aparición y, envueltos en la bandera, se lanzaron a un ataque en el que cualquier golpe bajo estaba permitido. Lela Rogers, su obediente retoño Ginger, y Howard Hughes figuraban a la cabeza de esta superpatriótica actitud.

John Wayne, por unanimidad, resultó elegido Presidente de una cuadrilla de linchamiento autodenominado Alianza Cinematográfica Para la Preservación de los Ideales Norteamericanos. Charles Coburn era el vicepresidente primero. El segundo, Hedda Hopper. (En 1947 Hedda ocupó sus vacaciones recorriendo los Estados Unidos en coche para arengar a los clubs femeninos y conminarlos a boicotear aquellas películas en las que interviniesen actores “comunistas”.) Un realizador, Leo McCarey, y un actor, Ward Bond, figuraron como privilegiados miembros de la alianza. Y Paul Lukas, Robert Taylor, George Murphy y Adolphe Menjou entre los más impacientes por denunciar a todos los Rojos que suponían escondidos bajos sus camas en Beverly Hills. Menjou se hallaba convencido de que una invasión comunista en el país era inminente, y declaró que se trasladaba a Texas… “porque los tejanos, no dejarán un solo comunista vivo”. Gary Cooper, agudo observador político, se jactó de haber rechazado “un montón de guiones con ideales comunistas”.

Horrorizados ante estas medidas, celebridades de otra mentalidad fletaron por su cuenta un avión para ir a Washington a protestar por “esta invasión para privar a los ciudadanos de los derechos sobre sus ideales o creencias”. Eran: Bogart y Bacall, Gene Kelly, June Havoc, John Huston y Danny Kaye.

El cargamento de este avión estelar no compareció ante una audiencia condescendiente o admirada de sus dotes. El grupo de los tiradores al blanco, flechas incluidas, no tardó en declarar no gratos a los Diez de Hollywood. Estos eran: Herbert Biberman, Albert Maltz, Edward Dmytryck, Adrian Scott, Ring Lardner Jr., Samuel Ornitz, John Howard Lawson, Lester Cole, Alvah Bessie y Dalton Trumbo. (Ironía de ironías: tras su condena, Trumbo se topó de bruces con un compañero en desgracia que, curiosamente, no era otro que el congresista J. Parnell Thomas, su antiguo acusador, sentenciado también a chirona por “inflar” su sueldo.) Aliados de estos Diez, que prefirieron el autoexilio a la ignominia de aguantar en casa la situación, fueron entre otros los directores Jules Dassin, Joseph Losey y John Berry, quienes prosiguieron sus carreras en Europa.

El destino de quienes se quedaron en casa fue mucho más sombrío. La lista negra arruinó las vidas y las carreras de talentos magníficos como Anne Revere, Gale Sondergaard, Jean Muir, John Garfield y J. Edward Bromberg. Dashiell Hammett y Lilian Hellman se enfrentaron a sus inquisidores con honor y dignidad; Lionel Stander, el actor con voz de rana, interpretó en beneficio del Comité un fantástico número y les dijo bien claro adónde tenían que irse. Después se radicó en Italia, donde continuó imperturbable su excéntrica profesión. Sidney Buchman, guionista de Capra en Caballero sin espada, se negó a comparecer. Fue declarado en rebeldía y se quedó sin empleo en Hollywood.

La conciencia sirve a veces para algo. Pero algunas celebridades delataron y continuaron alegremente en sus puestos a lo largo de esta época negra: Dmytryck, Elia Kazan, Robbins… Larry Parks fue un caso especial: admitió, para salvar la piel, su afiliación al Partido Comunista.

A las masas no les divirtió la cosa. Para ellas, Hollywood y la política no constituían una buena combinación.”

El capítulo pertenece a la edición de Hollywood Babilonia, publicada por Tusquets, en 1986, con traducción de Jorge Fiestas.   

 

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