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ASÍ FUE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE LEÓN COHEN EN EL ATENEO DE MÁLAGA

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Ayer fue la presentación del libro de relatos de León Cohen Mesonero “Entre dos aguas” en el Ateneo de Málaga. Abrió fuego Francisco Morales Lomas, que no se limitó a hacer de introductor del acto en nombre del Ateneo, sino que nos sorprendió a todos con un análisis precioso, profundo y muy aleccionador de lo que es el libro de León, análisis que reproduzco en su integridad porque merece la pena leerlo:

León Cohen y Francisco Morales
León Cohen y Francisco Morales

ENTRE DOS AGUAS

DE LEÓN COHÉN MESONERO

por F. MORALES LOMAS

 “Siempre he creído que relatar unos hechos anodinos que deambulan perdidos por la memoria del autor y que a pocos o a ninguno pueden interesar, es la manera que tenemos algunos escritores de ser generosos con las personas y los paisajes que poblaron nuestro pasado” (p. 116). Estas palabras pertenecientes al comienzo del relato “Retrato” pueden servir para contextualizar las razones de la génesis de la mayor parte de estas historias (desde luego las incluidas en el apartado inicial y más amplio del libro, titulado “Relatos”) del libro Entre dos aguas del catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Cádiz, León Cohén Mesonero, que con anterioridad había publicado Relatos robados al tiempo (2003), Cabos Sueltos (2004), La memoria blanqueada (2006), Ufrán y otros relatos (2010) y Cartas y Cortos (2011).

El lector se puede preguntar qué tienen que ver la química, la alquimia y la creación literaria en este escritor nacido en Larache y residente en Algeciras desde 1968 en cuya Escuela Politécnica Superior es profesor. Desde luego que el lector no es Borges, porque si lo fuera esta pregunta no tendría ningún sentido, pues la relación entre estas disciplinas está perfectamente explicada por el profesor Cohén Mesonero.

En uno de sus cuentos más borgeanos, “El alquimista”, publicado en la segunda parte del libro, “Cuentos”, plantea esta interesante cuestión que podría ser la génesis de cualquier relato del extraordinario escritor argentino: al personaje L. le han encomendado escribir un cuento pero se siente incapaz de crearlo, reclama a un viejo y sabio amigo, el alquimista, que le propone aplicar los conocimientos de química a la escritura y esboza interesantes reflexiones sobre la creación literaria: “Las palabras son una secuencia de caracteres dispuesta al azar… cada idioma posee su propia secuencia… en el fondo las historias existen antes de que el escritor las describa. Las palabras flotando en el aire de nuestra memoria esperan ser derramadas sobre el papel… Mi propuesta es aplicar la destilación como medio para separa las palabras, sí destilar palabras, es el fundamento, no puedo explicarte más, en la receta encontrarás todo el detalle” (pp. 161-162).

Como nos indica en el “A modo de prólogo”, Jacobo Israel Garzón, el escritor disfruta con temas y asuntos familiares o relativos a sus vivencias en Larache, Rabat, Tánger y en ellos muestra sus raíces sefarditas y castellanas (hijo de padre judío y madre castellana) genera un conjunto de vivencias que son trasladadas al lector como si fueran testimonios o confesiones (en ocasiones epístolas a personas ya desaparecidas) que poseen la impronta de la conmoción emotiva y la construcción de un tiempo ya vivido.

Hay dos grandes apartados: “Relatos” (41 escritos) en los que incluye cartas, reflexiones, construcciones memoriales, descripciones de personajes (siendo su padre Jacobi el que con mayor intensidad aparece en muchos de estos textos), situaciones, deseos y aficiones (el cine alcanza una gran importancia), lugares para la memoria (y donde vivió un tiempo como Larache, Tánger, Rabat, Marrakech…)… Podríamos decir que este apartado es un canto a la memoria y a su reconstrucción en el que se palpa un gran observador de la realidad y un fino analista del detalle. El tono es profundamente afectivo y, a veces, conmovedor, dotado de un lirismo emotivo que para las personas retratadas puede alcanzar grandes dosis de sensibilidad. A través de ellos podemos apreciar algo que está muy presente en su obra, sus profundas convicciones democráticas, su sentido de la responsabilidad, la justicia histórica, etc. Un fundamento ético (a veces moralizador, aunque en determinado momento afirme que no persigue este componente) que está muy presente. Así se hace manifiesto de un modo explícito en el cuento ya citado de “El alquimista”, donde se define perfectamente heredero de una cultura sefardita por parte paterna y de la sobriedad castellana por parte materna, hijo por formación de la escuela republicana francesa y andaluz por vocación y sentimiento, desprecia la incultura, la mala educación, la trivialidad y la vulgaridad, odia la prepotencia y la impunidad, adora la poesía, sigue a Camus y Dostoievsky, aborrece la sociedad mercantilista y utilitaria, admira la humildad, la naturalidad, la honradez, la sinceridad, la educación y la tolerancia, y no se considera moralista pero sí que el ser humano debe esforzarse en hacer de la vida algo útil para nosotros y para los demás.

Hay muchos más principios que resalta sobremanera el autor en historias donde critica también la incoherencia de los políticos, enumera las razones para el desengaño y es fustigador con ese pasado atroz de la dictadura. Muchas de sus historias tienen el espacio temporal de los años cincuenta, cuando el autor estaba en plena infancia y esta aureola emotiva surge con fuerza en muchas de ellas que se convierten en una invitación al recuerdo y a la reconstrucción memorial en blanco y negro. Situaciones con la delación presente, historias de la guerra civil, breves historias de amor, la síntesis entre lo musulmán y lo cristiano, la reflexión y la conformación de un mundo ya periclitado permiten hablar de un ámbito para la fotografía y la reflexión crítica: “Toda nuestra infancia –dice-, toda nuestra España, era un parche para seguir tirando, porque cuando fuésemos mayores, seríamos otra cosa y nos compraríamos el tren o la bicicleta que los mayores no querían o no podían regalarnos” (p. 47). El padre Jacobi, la madre Victoria (en menor medida), la abuela, la prima Flora, el tío rojo León, don José, la comunidad judía, su vida en el internado… pero también los espacios y los lugares como la calle Barcelona, la calle Real… permiten hablar de un recorrido sentimental por la memoria de un hombre que se considera más cerca de la rudeza bereber que de la castellana y que es consciente de que “el conocimiento de nuestro pasado –como sucede en estos textos- nos acerca más a nosotros mismos y nos enseña por qué somos lo que somos” (p. 105). Lo que nos permite adentrarnos a su vez en el concepto de identidad y en la definición de esta como un cúmulo, un mestizaje de culturas que surgen con fuerza en estas historias, en estas cartas y reflexiones sobre la amistad.

La segunda parte, “Cuentos” la conforman cinco historias en las que está muy presente un realismo mágico de carácter simbólico más cercano a los cuentos de Las mil y una noches que a la narrativa hispanoamericana. La historia de Rachid podríamos considerarla como una parábola moral cuando es visitado por tres seres extraños que le hablan de tres principios honorables: Sabiduría, Honradez y Humildad, que debían ser guías para toda una vida. En “La Biblioteca” surgiría también una relación mágico-simbólica en la que se reflexiona sobre la creación a través de las propuestas de los muñecos de las estanterías que advierten de guías vitales y existenciales, como también sucede en la citada “La alquimia”. Para finalmente adentrarnos en las dos últimas historias en el ámbito de la naturaleza de la verdad y la mentira y su impostura.

Multitud de historias que conforman una visión de una época, de un paisaje, de un mundo interior que nos delimita y nos conforma como individuos que creen profundamente en la verdad y su configuración.

A continuación intervino  la poetisa Paloma Fernández Gomá, que igualmente, como es habitual en ella, desbrozó las interioridades de este libro de cuentos y relatos, y acabó leyendo algunas pequeños párrafos muy significativos de la narrativa “coheniana”.

Paloma Fernández Gomá
Paloma Fernández Gomá

En mi turno, me centré en los relatos en los que León Cohen rememora su niñez en Larache, en los que habla de sus padres, de su abuela, de sus tías, pero me demoré oportunamente en los que describen, desde su mirada desengañada pero nostálgica, ese Larache que tanto amamos.

Sergio Barce
Sergio Barce

Dije en mi intervención:

León nació en Larache, en una casa mata situada al pie de una mezquita, pero creció entre arena y olas, en la otra banda, esa playa que nos vio crecer a todos los larachenses y nos regaló recuerdos imborrables.

León no sería quien es sin el espíritu de su pueblo, de nuestro pueblo. Hemos crecido en diferentes años, León nació y creció en los años del Protectorado, yo nací y crecí en un Marruecos ya independiente, pero ambos guardamos como un tesoro imágenes y sonidos similares, imágenes y sonidos que forman parte de nuestra vida, como una especie de ADN que nos uniera, como el restallar de los disparos del tiro al plato en el Balcón del Atlántico, las gymkanas, los entierros musulmanes pasando a toda prisa por las calles respetuosamente paralizadas, las noches de San Juan, la romería al santuario de la patrona Lalla Menana, los bailes en la Unión Española, el carnaval en el Casino, la algarabía nocturna de las bodas musulmanas, la cabalgata de los Reyes Magos, el Purim en el Casino Israelita, cruzar el río en barca, el fútbol en Santa Bárbara o sobre la arena dura y compacta al bajar la marea en la playa peligrosa, el colorido del Zoco Chico al caer la noche (benditos sábalos recién pescados, dice León), los espectáculos en el Teatro España, los domingos de cine en el Ideal o el Avenida, el paseo a los Viveros, los atardeceres con la mirada perdida en el horizonte desde la balaustrada del Balcón del Atlántico…

Pero, y esto ya es sólo de él, a León le gusta definirse como el hijo de Jacobi el guapo.

A partir de aquí, dejé la palabra a sus relatos, y leí varios párrafos del libro.

Intervención de León Cohen
Intervención de León Cohen

León Cohen se encargó de cerrar el acto explicándonos los motivos y las inquietudes que le llevan a escribir este tipo de cuentos y narraciones.

Arropados por su familia (Julia y su nieto Alejandro) y por una buena representación de larachenses que acudieron al acto (Marisa y María Cristina Fernández Carrillo, Pepa Roelas, Francisco Muñoz Cortado, Antoñita de la Vega…), así como nuestros “sufridores” y larachenses de adopción: Pepe Sarria, Larisa, Berry, Mónica López –que me regaló un ejemplar del periódico “Larache” del año 1947… una maravilla), amén de otras personas asiduas al Ateneo y varios conocidos.

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Creo que fue una presentación muy bonita, de mucha calidad, y estoy convencido de que León la disfrutó. Se le notaba en el rostro cuando firmaba ejemplares.

Sergio Barce, septiembre 2013

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Escribe León Cohen en su relato “Mi prima Flora”:

(…) Los viajes periódicos en autobús a Tánger o a Tetuán para visitar a su costurera, las clases de inglés al atardecer con Mr. John, el capitán Cardona su profesor particular de matemáticas,  los paseos en las tardes soleadas de otoño hasta los Viveros (aunque eran de pinos, en Larache era suficiente decir Viveros). Las duchas con cubos de agua calentados en el anafe, en el cuarto de la azotea de la casa de mi abuela. Los dos desnudos, su pubis, tan misterioso y atractivo para un niño de siete u ochos años –ella me doblaba la edad-. Recuerdo mi angustia cuando pensaba que algún día se casaría y aquel idilio se acabaría. La visita semanal al Hamman, los baños públicos árabes, donde yo me perdía entre aquella atmósfera densa y asfixiante producida por el vapor de agua y por el trasiego y los murmullos de las mujeres desnudas. Los paseos en barca hasta “la otra banda” –así se llamaba la playa municipal de Larache-, los baños en “la escalerilla” y en “los bloques” junto a ella, a la que yo, en mi ignorancia supongo, investía de todos los poderes de nadadora perfecta (que en realidad era) para impedir que ningún peligro pudiera acecharme mientras nadaba sin hacer pie.

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8 respuestas

  1. Que bueno León que esta presentación haya sido un nuevo éxito a los muchos que se acumulan en tu vida….
    No sea mi falta y espero pronto poder leer esta nueva novela que es la que me falta……como siempre el tema Larache, y la vida en ella, es un tema que nos toca mucho a todos los que tuvimos la suerte de estar en ella…….

  2. Me hubiera gustado muchisimo haber podido estar alli,en vivo y en directo ,pero…..la distancia tiene la culpa,yo si vivi alli en la epoca del Protectorado y todo era tal y como lo comentas Sergio,hoy se rememora con enorme intensidad,porque forma parte de tu pasado y ademas con la nostalgia de esos años maravillosos de la juventud.
    Muchas gracias a los dos.

  3. Saludos a todos/as mis paisanos/as.
    Un larachense, que maneja con destreza, la pluma.
    Nuestra ciudad produce buenos escritores y artistas en general.
    Mis sinceras felicitaciones y mis más sinceros deseos, de que esta novela, que estás publicando, tenga el éxito que se merece, especialmente por la labor y el cariño que en ella inviertes, León.
    Estoy segurísimo, que va a tener una gran cantidad de lectores y que el éxito está garantizado.
    Los/as larachenses te apoyamos.
    Un abrazo para cada uno/a de mis paisanos/as y muy especialmente, para León Cohen Mesonero.
    Sergio, muchas gracias por tu excelente labor, porque para muchos larachenses, es un excelente punto de referencia muy grande, …, enorme, en nuestra diáspora forzosa.
    Alfonso Santamaría

  4. León, si tú eres el Alquimista puede que te hagas llamar así porque con tus palabras seas capaz de transmutar causas, pensamientos o sentimientos innobles en algo más puro o, tal vez, porque tus reflexiones nos ayuden a afrontar como tú bien dices «sin amargura y sin miedo» el momento de la decrepitud.
    Me gusta tu frase «La ventaja de los viejos es que poseen todas las edades».
    Tu escritura es elegante, sincera, extremadamente cuidadosa.
    Celebro que fuera una tarde maravillosa para tí junto a todos los que te arroparon.
    Un cariñoso abrazo

  5. Quizás por una cierta confusión no supe recurrir a mi plan C durante la presentación, que pudo muy bien haber sido este que adjunto.
    Más tarde o más temprano, el tiempo nos devuelve al jardín de la infancia, al jardín de los recuerdos, que para mí siempre será el Jardín de las Hespérides.
    Mi CV
    Los datos dicen que León nació en Larache, en una casa mata situada al pie de una mezquita, un lunes veinticinco de noviembre cuando el Protectorado Español había cumplido treinta y cuatro años y aún le quedaban diez años más. El domingo anterior a aquel lunes, el mítico Atlético Tetuán había derrotado al Larache C.F. por cinco goles a dos.
    Lo que los datos no dicen es que la memoria sentimental de aquel niño larachense se conformaría unida a su abuela Luna ( Luna la Larga) y a sus tías Simy, Raquel y Mery, las hermanas de su padre, y a su prima Flora, esas mujeres que tanto significaron en su primera infancia y que para siempre serían sus referencias.
    Lo que los datos no indican es que a León le gusta definirse como el hijo de Jacobi el guapo (como así lo apodaron sus propios amigos). Jacob Cohen Levy un ser entrañable como aún perdura en la memoria de aquellos que lo conocieron.
    Lo que los datos no dicen es que León, como Driss Ben Mohamed, uno de los personajes de uno de sus relatos, había crecido entre arena y olas, en la otra banda, una playa municipal donde río, mar y tierra concertaron sus nupcias estivales mientras Hércules era amamantado justo arriba, en la colina, junto al jardín de las Hespérides.
    Lo que los datos no dicen, es que León no sería quien es sin el espíritu de su pueblo, representado por la luz cegadora de sus calles en verano, las hojas muertas en la Avenida de las Palmeras en otoño, en los alrededores de los bares Perico y Canaletas…o la bravura del mar contra la Barra, las luces de los barcos en el horizonte de nuestro mar infinito en las noches de verano y los paseos al atardecer por el Balcón del Atlántico o hacia los Viveros… El espíritu de aquel pueblo eran sus gentes y sus fiestas, una determinada alegría de vivir que se revelaba en sus gymkanas, sus verbenas, la noche de San Juan, las bodas musulmanas nocturnas, los gnawas, los bailes en la Unión Española, los guateques, el Purím en el Casino Israelita, los baños en la Otra Banda, los espectáculos en el Teatro España, el fútbol en Santa Bárbara, el Zoco Chico al caer la noche (benditos sábalos recién pescados)…
    Finamente los que los datos no revelan es que León no sería quien es sin aquellos amigos de las primeras infancia y adolescencia que se llamaron en orden cronológico, porque así fueron apareciendo en su vida: Antonio y Eduardo Ortega, Nissim Azulay, Mustafa Amiar, Santiago Hernandez, Pepe Fernández, Elías Benguigui, Aroni Muyal, Mair Benarroch, León Amselem, Pepe Jimenez, Jacques Galetier, Moussaoui Aisa, Khalid Rkaina, Leonardo Marmolejo y Bentahar Sbai, por citar a los más destacados.

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