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Así fue la presentacion en LARACHE de la novela LA CIUDAD DEL LUCUS del escritor larachense LUIS MARÍA CAZORLA

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      El lunes pasado, 14 de mayo, presenté en el Colegio Luis Vives de Larache el libro de mi amigo y paisano Luis Cazorla Prieto, LA CIUDAD DEL LUCUS, y de ambos, del autor y de la novela, he hablado ya en varias ocasiones, de Luis siempre con afecto y con la inevitable admiración que su labor como jurista y escritor me merecen: toda.

Luis María Cazorla y Sergio Barce  (Foto de Itziar Gorostiaga)

      Por la mañana, Luis y yo nos citamos en el hall del Hotel España en el que nos alojábamos gracias a la generosidad y buen hacer de Abdelilah Ennour, Presidente del Centro Marroquí de Estudios Hispánicos, organizador del evento. Habíamos decidido dar un paseo por la Medina, y así lo hicimos bajo un calor tórrido. Sin embargo, la temperatura que notábamos no era la ambiental, sino la que se fue instalando en nuestras entrañas, la nacida de la admiración que nos causaba recorrer de nuevo nuestras calles y las calles de nuestros abuelos y de nuestros padres: la calle Real, la cuesta del Hamán, pasamos por la Mezquita Misbahiyya y por el Mausoleo de Abd-el-Krim Al-Bacuri, pintado de marrón, coqueto ahora gracias a la actuación en el barrio de los propios vecinos que han hecho de esta parte de la Medina una de las mejor conservadas, cuidadas y limpias; y mientras bajábamos me decía Luis que era impresionante pensar que en menos de cincuenta metros, en la calle 2 de marzo, estuviesen la Iglesia de San José, una sinagoga y una mezquita, y que eso era un ejemplo admirable que nos enorgullece, y es verdad; proseguimos hacia el Barandillo, a la Mezquita Zagüia Nasría, recién pintada, que parecía una novia, luego los restos de las murallas de la vieja Alcazaba,  o la propia calle Alcazaba, la mezquita Anwar, la plaza del Majzén, la antigua Comandancia hoy Casa de la Cultura, la Torre del Judío, el mirador desde el que observamos el serpenteante y vivo Lucus, el Castillo de las Cigüeñas, el santuario de Lalla Mennana, el Jardín  de las Hespérides, y caminando buscamos el lugar donde se ubicó un día el Colegio Santa Isabel y luego pasamos por la puerta del Cine Avenida, el último testigo de los numerosos cines que había en Larache, y también por lo poco que ya queda del Palacio de la Duquesa de Guisa, pasto de los tiburones, que es un fantasma de lo que fue, un fantasma tan escuálido que apenas parece posible que un día ese edificio nos causara admiración, y por la Burraquía, y bajamos hasta la casa que levantó el abuelo de Luis, José María Cazorla, en 1928, y en el que hoy hay un despacho de arquitectos, pero que, para nuestro asombro y decepción, especialmente para Luis por motivos obvios, estaban terminando de pintar con unos horribles tonos rosa, que lo han convertido en una especie de tarta de merengue empalagosa, y pasamos por el antiguo almacén de su familia, y Luis me lo explicaba todo con un juvenil entusiasmo, cada detalle, cada recuerdo, y vimos la casa de Trina Mercader cayéndose decepcionada y solitaria, y ese inmueble que, tras el café Lixus, en la calle Mulay Ismail, languidece, pese a su belleza arquitectónico y estética, esperando morir a causa de la desidia de su dueño, decidido a que caiga y se convierta en polvo; como el viejo Castillo Laqbíbat, tan abandonado como desangrado, y regreso al hotel, pasando por la Plaza de España que parece, al menos algo positivo, haber recuperado un poco de vida porque la han blanqueado, la han adecentado y han arreglado sus jardines, y la verdad es que lucía exultante la puerta de la Medina, casi una joya…

Plaza de la Liberación (Plaza de España) mayo 2012

   Ya en el hotel,  se nos incorporó a nuestro paseo Carmen, la esposa de Luis, y proseguimos ahora en coche, con numerosas paradas. Pasamos por toda la Avenida Mohamed V –parece increíble que sigan aún en pie y muy bien conservados los viejos inmuebles que hay a la izquierda cuando vas en dirección a Cuatro Caminos, y ojalá continúen ahí-. Nos encontramos un enorme cartel anunciando la presentación del libro en el Jardín de las Hespérides y nos hicimos allí unas fotos:

Luis Cazorla y su mujer Carmen

El cartel estaba hecho con mucho esmero y detalle. No sé si al final Luis consiguió que se lo diesen de recuerdo.

Carmen, Luis Cazorla y Sergio Barce escoltados por el cartel de LA CIUDAD DEL LUCUS en el Jardín de las Hespérides

Fuimos al Estadio de Santa Bárbara, cuyas viejas taquillas nos parecieron reducidas por el tiempo, como si fuesen de miniatura, llegamos hasta lo poco que ya queda de la Gaba, y regresamos para visitar el cementerio cristiano, y nos quedamos admirando una vez más la armoniosa existencia de los tres cementerios existentes en la zona: el cristiano, el hebreo y el musulmán, como la manifestación más solemne de la convivencia que hemos experimentado en cada una de nuestras vidas larachenses; vimos la deteriorada fachada del Hostal Flora y de la decadente existencia de los antiguos cuarteles de Artillería, de Caballería, de Auto Radio y nos aventuramos a entrar en el de Telecomunicaciones, convertido en una especie de barraca donde viven varias familias muy modestas.

Luis Cazorla y Sergio Barce y detrás la entrada al viejo cuartel de Telecomunicaciones, una joya arquitectónica

Sentimos verdadera pena al ver el estado de la fachada tan hermosa del viejo inmueble, rico en detalles, y nos preguntamos otra vez, por enésima vez, por qué se ha deja caer todo lo que es Historia de Larache…

Luis y Carmen con Telecomunicaciones tras ellos

   El interior es un asombroso paisaje de arquitectura militar en proceso de desaparición, pese a su valor artístico e histórico. Una pena.

Interior de Telecomunicaciones

Pasamos por el viejo barrio de la Bilbaína y por parte de los nuevos barrios del extrarradio, salimos por el barrio de las Navas, fuimos al viejo Faro y estuvimos contemplando el paisaje asombroso que ofrece Larache desde aquel lugar, y salimos luego al Mercado Central, otra joya excepcional, y pasamos por el puerto, todo recién asfaltado, que le da ahora una sensación de luminosidad y limpieza que se echaba en falta, subimos por la cuesta del Aguardiente, y caminamos de nuevo por el Jardín de las Hespérides, ahora con Carmen, de nuevo a la plaza del Majzén, donde la Casa de la Cultura (antigua Comandancia) también se ha recuperado con una reciente transfusión de pintura…

Casa de la Cultura – Comandancia – mayo 2012

Y junto a la Torre del Judío, el cañón restaurado por la Asociación Alkhazaba…

Y pasamos por la puerta de la Alcazaba y paseamos por el Zoco Chico, y allí nos quedamos admirando el conjunto de los soportales, pintadas de celeste sus columnas, con la Mezquita Mayor presidiéndolo todo, y nos detuvimos un buen rato en el bazar de Abdeslam, oyendo los ruidos del zoco, comprando algunos regalos y disfrutando de ese momento de placidez, y se nos pasó la mañana casi como un suspiro, inundados por Larache…

   Nos habíamos recorrido en unas horas tanta historia común, tal cantidad de entrañables recuerdos, tal cúmulo de sensaciones que es difícil de expresarlo, pero espero que, con estas líneas, podáis sentir una pizca del placer que supuso compartir este hermoso paseo. De lo que sí estoy seguro es de que Carmen, al terminar nuestro recorrido, se enamoró un poco más de la ciudad en la que nació su marido. Luis y yo disfrutamos cada paso que dimos, y en lo que sí coincidimos es en reafirmar nuestra convicción de que Larache encierra uno de los patrimonios más rico y bello, pero también más maltratado, de todo el Norte de Marruecos. Y pese a tanta herida, a tanto  deterioro, qué hermosa es su alma…

Sergio Barce, mayo 2012 

El Lucus desde el mirador del Majzén

 

 Para quienes deseen ver alguna imagen de la presentación de la novela podéis acceder al vídeo de nuestro paisano Aziz Bouhdoud, pinchando en: 

     http://www.youtube.com/watch?v=70xhvpCjWE8


 A continuación reproduzco mi intervención al presentar la novela de Luis, una vez que tomaron la palabra la directora del Colegio Luis Vives, Rosa Alises, el Cónsul de España en Tetuán, D. Carlos Díaz Valcárcel, el Presidente del Consejo de la Provincia de Larache, D.Abdelilah Hssissen, el Presidente del Centro Marroquí de Estudios Hispánicos, D.Abdelilah Ennour, y el propio autor, Luis María Cazorla.

Sergio Barce, El Presidente del Consejo Regional Sr.Hsissen, el Cónsul de España en Tetuán D.Carlos Díaz, Luis María Cazorla, el Presidente del CMEH D.Abdelilah Ennour, y la directora del Luis Vives, Dª Rosa Alises  (Foto de Itziar Gorostiaga)

 

“Cuando leí el libro por primera vez LA CIUDAD DEL LUCUS era el borrador de la novela que Luis me hizo llegar antes de publicarla, y fue un privilegio poder hacerlo, una deferencia y una prueba de confianza por su parte.

     Hoy voy a confesar que sentí envidia. Envidia por no haberme dado cuenta antes que Luis del potencial que encerraba esta parte de nuestra historia, con Larache como uno de los protagonistas principales. Sin embargo, también me di cuenta que si yo u otro autor hubiese acometido esta empresa no habría llegado a la altura de su libro. Así que mejor que hubiese ocurrido así. Porque estamos ante una obra literaria e histórica de primer orden, profusamente documentada, para relatarnos cada detalle de lo ocurrido entre 1904 y 1912 en Marruecos, en concreto en las ciudades de Larache, Tetuán, Tánger, Arcila y Alcazarquivir. Al hilo de los avatares de un inmigrante que huye de la crisis económica que sufre Novelda, Alicante, a finales del siglo XIX y se establece como comerciante en Larache, desfilan por sus páginas toda una serie de personajes, en su mayoría reales, y que son parte de la Historia: el rey Alfonso XIII, los sultanes Abd el Aziz o Muley Hafid, el Cherif El Raisuni o el Teniente Coronel Silvestre, el presidente de Gobierno Canalejas, el cónsul español en Larache Zugasti, los lugartenientes de Raisuni, Ben Stitu,  Ben Gazuli y Ben Gazzara, el Duque de Guisa… Y luego, sorprendentemente, esos otros personajes menos conocidos pero que también existieron y protagonizaron estos hechos históricos, algunos de ellos tan curiosos como Hugo Engerer, agente secreto español en Alcazarquivir, o Abd el Kader, sargento de la policía indígena que era inseparable de Silvestre, o el alfaquí Abd es Salam o Mojtar Ben Jarari, mokademin de la policía indígena de Larache, como Abbas Ben Zeineb, caíd del tabor de la policía indígena en Larache, o incluso Leandro Campos, dueño del Bar El Murciano, también de Larache…

Es decir, que lo ha estudiado todo tan detalladamente que incluso Hicham, el dueño del ferrane (horno de pan) que describe en su libro, también existió.

Esto dota a su novela de un valor histórico incalculable, y además de los personajes mencionados y otros muchos más, también los acontecimientos que suceden, ya sean las disputas políticas como las diplomáticas o militares, incluso las reuniones, las conferencias o las decisiones que se adoptan están documentadas, sacadas de archivos, obtenidas de historiadores y de estudiosos a los que Luis ha consultado en cada momento, y para completar todo ello aún más, si es que eso fuera necesario, Luis Cazorla visitó personalmente cada uno de los lugares donde se desarrollaron los acontecimientos históricos para poder describirlos con autenticidad y rigor, desde Sidi el Yamani a Telata de Reisana pasando por Alcazarquivir, Asilah, Tánger y, por supuesto, Larache.

   Más aún, las calles, las tiendas, los comercios, los pequeños negocios de la época, tanto los de Tánger como los de Larache o Alcazarquivir, son descritos con exactitud.

   Si uno presta atención a lo que nos narra, salta a la vista que ha tratado de que con la descripción de los lugares y del ambiente, el lector se vea físicamente en el Marruecos de principios del siglo pasado, y con su narrativa logra que estemos en medio de la muchedumbre que esperaba en Tánger la llegada del káiser Guillermo II o que seamos testigos de la reunión celebrada entre Zugasti y El Raisuni en su Palacio de Asilah…

   Con una narrativa muy accesible y fácil de leer, Luis nos sumerge en las intrigas que se sucedieron entre las diferentes potencias europeas por hacerse con el control de Maruecos en el pasado siglo. Y es brillante especialmente cuando novela los avatares por los que atraviesa el enfrentamiento que se produjo entre España y Francia por hacerse con el control de la situación. En ese sentido, su novela se hace absolutamente galdosiana, y tiene sus raíces en la gran literatura española centrada en la historia común de España y Marruecos, estoy hablando de “Aita Tettauen” de Pérez Galdós, de “La forja de un rebelde” de Barea o de “Imán” de Sénder. Y es que su novela está a la par de estas grandes obras histórico-literarias.

Cuatro larachenses: El Hachmi Yebari, Luis María Cazorla, Abderrahman Lanjeri y Sergio Barce –  LARACHE EN EL MUNDO estuvo presente  (Foto de Itziar Gorostiaga)

   Una de las partes más sabrosas del libro, y que Luis debió disfrutar al narrarla, es cuando detalla los prolegómenos del primer encuentro físico entre el teniente coronel Fernández Silvestre y el Cherif El Raisuni. El primero un militar arrojado que se movía por un impulso irrefrenable, y el segundo, Raisuni, astuto pero igualmente firme en sus decisiones.

El Raisuni

El choque entre ambos se intuye a cada página, se sabe inevitable, pero es fascinante contemplar a través de la novela de Luis Cazorla cómo se movían uno y otro, cómo jugaban sus cartas y cómo trataban de ganar la partida para sus respectivos intereses. La descripción de ese encuentro es como contemplar a dos púgiles que bailaran en el cuadrilátero para tantearse y descubrir los puntos débiles de su rival…

Fernández Silvestre

   Además de ello, hay un sesudo estudio de la política exterior española con respecto a Marruecos. Frente a la torpeza que demostraron los políticos y algunos militares de la época, Luis construye tres personajes con los que trata de desnudar los errores cometidos por aquéllos, tres personajes que trata con verdadero mimo: José Luis Ninet, el comerciante protagonista de la trama que nos sirve de hilo conductor, del que luego hablaré, el capitán Ovilo, que representa a esa clase de militar más prudente en contraposición al impulsivo Silvestre, y el cónsul español en Larache, Zugasti, al que es evidente que Luis profesa una especial admiración por la labor que desarrolló en nuestro pueblo y por su prudencia. Creo que ellos representan en su novela lo que España debió de hacer en su momento.

    Por tanto, es una obra fundamental para los que sienten interés y curiosidad por conocer esa parte de la historia de Marruecos que desembocó en la creación del Protectorado y que llamará la atención de los estudiosos de ese período, pero que también hará disfrutar a los amantes de las novelas históricas. Viaje en el tiempo, viaje a un pasado romántico, a un pasado de aventura absoluta.

   Pero también un viaje de regreso al Larache de los antepasados más cercanos de Luis María Cazorla.

  Dicho esto, pasemos página, y digamos que hoy estamos en Larache. Digamos de nuevo que Luis Cazorla Prieto nació en Larache y que su padre era también larachense. Y digamos que quien les habla es larachense hijo de padre larachense. Si además Larache es una parte importante de la novela, parece inevitable que hable de una de las protagonistas de su novela: su pueblo natal. Y para hacerlo creo que hemos de partir de una leyenda y de una fecha inscritas en la fachada de un edificio que sigue aún en pie cerca del Mercado Central de Larache:   J.Mº C. 1928.

   La leyenda son las iniciales del nombre del abuelo Luis, José María Cazorla, que levantó ese viejo inmueble, y el número 1928, es el año en el que lo construyó. En ese mismo edificio estudió y tuvo su despacho de abogado su padre, Luis Cazorla Navarro.

   Y parto de este detalle porque, mientras leía la novela, tuve la sensación, quizá errónea, quizá aventurada, de que el protagonista de la historia, Jose Luis Ninet, es una especie de personaje creado por Luis partiendo de su abuelo y de su padre. Es sólo una intuición, pero estoy convencido de que en el fondo rinde un pequeño homenaje a ellos a través de Ninet. O quizá lo sea de manera inconsciente y yo lo haya descubierto sin que Luis lo hubiera pensado siquiera.

   Cuando Luis Cazorla desciende a lo más sencillo de la trama, la vida cotidiana de sus personajes, o cuando estos se mueven por las calles de Larache, su pluma se detiene, queda suspendida en el aire, y entonces se demora para saborear los recuerdos de su pasado. Eso es el subconsciente y eso es lo inevitable.

   Así lo hace cuando Fernández Silvestre desembarca en Larache y Luis nos pinta la barra del Lucus, el puerto, las callejuelas… O cuando nos describe el cambio urbanístico que se va produciendo en Larache con el ensanche y la llegada de nuevos inmigrantes…

   La familia de Luis tenía un almacén de vinos y de otros productos, y cuando en la novela describe el local propiedad de José Luis Ninet supongo que, aunque lo sitúa en otro lugar de la ciudad, en realidad describe el local de su abuelo…

    “La algarabía colosal de ruidos, olores y puntos de venta de toda clase de productos –ropa, especias, clavos, alfombras, comestibles y un sinfín de utensilios mezclados en extraña armonía- causaba una honda impresión en los sentidos por muy a menudo que se frecuentara el Zoco Chico de Larache. Allí, en el extremo cercano a Bab-el-Barra o Puerta de Afuera, límite exterior urbano, tenía su sede uno de los establecimientos comerciales más importantes de la ciudad. Casa Ninet se anunciaba por medio de un llamativo cartel azul añil con su leyenda en español seguida de la árabe en formato más pequeño. En aquel animado espacio irregular cuajado de todo tipo de tiendas y bacalitos, el negocio de Jose Luis Ninet ocupaba varios de los locales asomados a los armoniosos arcos simétricos sostenidos por sobrias columnas dóricas que jalonaban aquel centro neurálgico de la ciudad. Sólo el comercio de André de Laroche, cabeza de la colonia francesa, aventajaba al español en arcos ocupados, no así en la pulcritud del encalado que éstos lucían.

José Luis Ninet, alicantino de Novelda, de menguada estatura, complexión robusta, finos modos y metido en años, regentaba aquel próspero establecimiento en el que se podía adquirir casi de todo.”  (Pág. 22-23)

Zoco Chico de Larache

Y cuando entramos en el ferrane de Hicham, Luis Cazorla en realidad anda regresando a su pasado para describirnos un horno que seguramente contempló en su niñez, o que forma parte de la niñez de su abuelo o de la niñez de su padre, porque sólo alguien que lo ha vivido lo puede describir de esta manera:

“Absorto por el panorama que ofrecía a sus ojos curiosos, Cantéliz acabó topándose en el lado izquierdo del Zoco Chico con la Mezquita Naziria y, frente a ella, con el callejón donde estaban situados los principales hornos de la ciudad. Un suave olor agradable le anunció su proximidad con varios metros de antelación.

Aunque el callejón era corto, la homogeneidad de las casas que lo delimitaban y el enjambre de personas que por allí pululaban le dificultó dar a la primera con el horno de Hicham. En pocos metros se agolpaban indígenas vestidos con amplios seruales, cuya parte trasera se descolgaba hasta las pantorrillas, y con una especie de chaleco o bedaia, descolorido por el uso, a través del cual se podían apreciar fuertes torsos y poderosos brazos embadurnados de restos de harina; mujeres recubiertas con enormes caftanes y holgados jaiques; hombres coronados por xambrinos o sombreros de paja coloreada, que hacían olvidar el resto de su vestimenta; algún que otro transeúnte vestido de negro desde los zapatos hasta el sombrero de ala corta y, por fin, varios individuos vestidos a la europea con traje de tonos claros que se fundía con el colorido que prevalecía en aquel entorno.” (Pág. 64-65)

Comandancia de Larache

Pero es la pequeña escena en la que Jose Luis Ninet, abrumado por los violentos acontecimientos que acababan de producirse en Casablanca, decide das un paseo por Larache para despejarse, cuando Luis se deja llevar realmente por algo de nostalgia y por mucho de los propios recuerdos o los de su abuelo o quizá los de su padre. E incluso se adivina un deseo porque Larache salga de su ostracismo, que se le escapa del subconsciente. Y lo escribe así:

“Tras despedir a Zugasti, Ninet decidió salir a dar un paseo. Necesitaba respirar, estirar las piernas. Lo que menos le apetecía en esos momentos era encerrarse en su oficina o subir a casa. Atravesó a paso lento y meditativo la vieja plaza de armas del siglo XVII donde se asentaba el Zoco Chico. Se dirigió hacia Bab el-Barra o Puerta de Afuera de la medina. La franqueó entre los dos fuertes baluartes que la flanqueaban y pasó por debajo del revellín que, poderoso y desafiante, la defendía. Tomó el camino hacia la playa del embarcadero, en la que las últimas luces del día se desvanecían ante el empuje irresistible de la noche. No pudo ir lejos porque la rampante oscuridad se lo impidió, no era recomendable adentrarse por esos lugares de noche y sin protección.

Iba ya de regreso cuando, ayudado por la última luz, repasó en el volumen de tres edificaciones en obras que emergían en la gran explanada que se extendía ante la puerta de la medina. <Para eso sí que está sirviendo lo de Algeciras>, musitó. <La autorización general concedida por el sultán para que los extranjeros puedan comprar y edificar en un radio de diez kilómetros de los ocho puertos abiertos al comercio parece que, al menos en Larache, está empezando a dar sus frutos>, reflexionó según traspasaba la Puerta de Afuera.”  (Pag. 230-231)

Larache

Pero quizá sea otro detalle más sencillo y simpático el que demuestre sus hondas raíces larachenses, un detalle que sólo alguien de aquí no puede evitar referirlo: en medio de toda esta trama histórica, en medio de esta novela en la que hay información documentada en cada una de sus páginas, en una escena en la que caminan juntos el padre Alvarez, Ninet y Sintal por las callejas de la medina, Luis Cazorla desliza súbitamente una pincelada de su propia niñez, sin duda de la niñez de su abuelo y de la niñez de su padre, también sin duda de la niñez de todos los larachenses, y es la presencia súbita e inesperada de la Aixa Candixa…

“Declinaba la tarde cuando el griterío de una nutrida chiquillería que venía de la playa del acantilado atrajo su atención. Iban gritando con estruendo: <¡Aissa Kandisha!>, mientras volvían la cabeza hacia el océano Atlántico. <¡Bah, cosa de niños! Huyen de la bruja Aissa Kandisha, que sale del mar cuando se va la luz del día para comerse a todos los niños que puede>, explicó Ali Sintal en su pulcro castellano.” (Pag. 354)

Y es que, si no me equivoco, tras el entrañable personaje de Jose Luis Ninet se esconden tres protagonistas: el propio Luis, su abuelo y su padre. Y todo este largo viaje entre la historia y la aventura que Luis María Cazorla ha construido en su novela no es sino el viaje de regreso hasta un vetusto edificio que se mantiene en pie en la ciudad de Larache, un edificio en cuya fachada reza una leyenda que dice: J.Mª.C 1928, y en cuyo interior, si abriésemos su puerta con prudencia, descubriríamos que aún sigue viva la memoria de una familia, la memoria de la familia Cazorla, los Cazorla de Larache.

Sergio Barce, mayo 2012

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8 respuestas

  1. Ese mismo recorrido que hicísteis sueño con hacerlo un día, las calles y plazas de Larache, tantos lugares dormidos en mi memoria… qué experiencia más hermosa para Luis con su libro bajo el brazo, en la Ciudad del Lucus!!
    Y el año 1928, fecha en la que se construyó ese edificio donde tenía su despacho el padre de Luis, también fue el año en que nació mi madre a quien años después, le uniría un fuerte vínculo con ellos y que permanece vivo.
    En sus páginas, Luis nos traslada en el tiempo y nos hace sentir partícipes de la historia en su extraordinario libro. Luis, un abrazo para tí y Carmen.
    Gracias, Sergio, por tu descripción que me ha hecho vibrar recordando Al-Araich!!

  2. Hola Amigo sergio lo que no entendí de la presentación es la presencia del LADRON DE LARACHE HSISEN en la mesa de la presentación y que ha sido divulgada por otras vías. ¿Conoce Cazorla de qué (genero ) pertenece este tío?

    1. Querido Chouirdi: El acto estaba organizado por el Centro Marroquí de Estudios Hispánicos, y tanto Luis como yo acudimos para presentar su novela. El resto de los invitados, salvo la directora del Colegio Luis Vives, obviamente porque debía de estar al efectuarse en el colegio la presentación, fueron invitados por los organizadores, y ahí ni podíamos ni debíamos hacer comentario alguno, primero por respeto a quienes lo organizaban, y segundo porque, como explicó el propio Luis Cazorla en el acto, sólo íbamos a hablar de su novela. Realmente tenía razón, porque no era ése el foro donde plantear otras cuestiones, que sinceramente me habrían encantado debatir, pero ya te digo que no era el lugar ni tampoco el momento.
      La opinión que odamos tener cada cuál de las personas que asistieron, por tanto, es personal. Y creo que lo entenderás.
      Te mando un fuerte abrazo
      sergio

  3. Yo lo estoy leyendo ahora y me está encantando ya que ha supuesto que me reencuentre con mi pasado;por cierto ni se sabe los años que no veia a Luis Maria ni a ti,somos los tres de la misma edad más o menos.De quien si sé más es de Marisol,bueno de Soledad Cazorla,Fiscal Jefe de Violencia de Género.Un abrazo Estrella Amselem (la de la farmacia)

  4. Hola a todos, quería saludar a Luis, darle la enhorabuena, y reitararle el interés de su libro, que tuvimos la suerte de leer de los primeros, un abrazo fuerte.

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