CIUDAD DE CRISTAL (City of glass) (1985) de Paul Auster
“Stillman había desaparecido. El viejo era ahora parte de la ciudad. Era una mota, un signo de puntuación, un ladrillo en un interminable muro de ladrillos” (Ciudad de cristal)
Fue la primera novela que leí de Auster. Intuí que me gustaría y no erré. Me enganchó desde la primera frase. Siento verdadera envidia por la facilidad, la agilidad innata diría, con la que relatan los escritores americanos; especialmente en el género de la novela negra, y ésta es una gran novela negra, quizá algo sui generis pero novela negra al fin y a la postre.
La investigación de Quinn, que se inicia por una llamada casual que lo confundo con Paul Auster, un detective privado inexistente, tiene como objetivo averiguar el paradero del padre de Peter Stillman, un hombre que llega a la ciudad tras salir de la cárcel y que presumimos viene a acabar con la vida de su propio hijo. El relato nos sumerge en la extraña personalidad de Stillman, su forma de moverse por la ciudad (escribiendo así letras sobre el mapa de la ciudad), sus conjeturas sobre el Quijote, sus ideas sobre la búsqueda de nuevas palabras y la evolución del lenguaje,… y nos deja sin embargo con la sensación de que, en realidad, Quinn pudiera ser el propio Stillman…
Quién no querría escribir una novela negra como ésta.
Sergio Barce, Noviembre 2010
Paul Auster (Newark, New Jersey, USA, 1947). Es autor de las novelas Leviatán (Leviatán, 1992), Mr. Vértigo (Mr.Vertigo, 1994), El libro de las ilusiones (The book of illusions, 2002) o The Brooklyn Follies (2005). Fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras de Francia y ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
“Mi trabajo es muy sencillo. He venido a Nueva York porque es el más desolado de los lugares, el más abyecto.
La decrepitud está en todas partes, el desorden es universal. Basta con abrir los ojos para verlo. La gente rota, las cosas rotas, los pensamientos rotos. Toda la ciudad es un montón de basura. Se adapta muy bien a mi propósito. Encuentro en las calles una fuente incesante de material, un almacén inagotable de cosas destrozadas. Salgo todos los días con mi bolsa y recojo objetos que me parecen dignos de investigación. Tengo ya cientos de muestras, desde lo desportillado a lo machacado, desde lo abollado a lo aplastado, desde lo pulverizado a lo putrefacto.
-¿Y qué hace usted con esas cosas?
-Les pongo nombre.
-¿Nombre?
-Invento palabras nuevas que correspondan a las cosas”
(Ciudad de cristal)