He recibido la crítica que el poeta, ensayista y crítico literario, José Sarria, ha publicado tanto en la Asociación Colegial de Escritores de España, sección Andalucía, como en Papel Literario. Después de leerla, sólo puedo darle las gracias por su indulgencia, por sus palabras, por la excelente impresión que le ha causado mi novela. El paralelismo que hace entre «Una sirena se ahogó en Larache» y «El pan desnudo» de Mohamed Chukri me llena de satisfacción porque esta última es una de las novelas que más admiro. Quizá sesa muy osado el reproducir lo escrito por José Sarria en mi propio blog, pero quién se resiste a una buena crítica, así que la comparto con vosotros.
Sergio Barce
Una sirena se ahogó en Larache
de Sergio Barce
(Editorial Círculo Rojo, 2011)
por José Sarria
Tras la lectura de Una sirena se ahogó en Larache, de Sergio Barce, experimenté la sensación de intertextualidad que subyace en el relato, frente a la novela El pan desnudo, de Mohammed Choukri. Ambos son dos textos que, con la diferencia temporal que les separa, comparten espacio creativo, a la vez que personajes de la escenografía del norte de Marruecos. Los protagonistas podrían ser perfectamente transferibles de un relato a otro; pero, a pesar de compartir el cosmos social y otros elementos similares, el objetivo de ambos libros es bien diferente.
Según Mezouar El Idrissi, cuando Mohammed Choukri escribió su novela autobiográfica El pan desnudo, lo hizo “buscando un ideal para salir de un ambiente social deprimido y sórdido … / … buscando un sentido a su existencia, a la condición humana, pero sintiéndose extraño en su propia tierra, perseguido por circunstancias y lugares llenos de miseria y privación” [1].
Por su lado, Sergio Barce, autor de Una sirena se ahogó en Larache, está marcado de forma indubitada por la experiencia vital de su infancia, que transcurrió en las calles de Larache. Barce no se siente un extraño en la que fue su tierra, al contrario, hace de ella una utopía sobre la que fundamentar la construcción de su obra. Él no busca, como Choukri, un “ideal para salir de un ambiente deprimido”, sino que utiliza este magma de la experiencia que habita en su memoria y lo reelabora para construir un relato en la frontera de la épica cotidiana, visto desde el asombro, desde la imaginación encendida de los niños, con los ojos infantiles de Tami, su protagonista.
Choukri y Barce utilizan similares escenarios y personajes, si bien con objetivos disímiles. El primero para denunciar y reivindicar una salida, el segundo para regresar a aquellos lugares en los que junto a su familia (que residía en Larache desde la época del Protectorado) vivió los primeros años de su vida. Prueba de ello son sus anteriores novelas En el Jardín de las Hespérides (2000), Últimas noticias de Larache y otros cuentos (2004) y Sombras en sepia (2006), libro con el que obtuvo el Premio de Novela Tres Culturas de Murcia, todas enmarcadas o referenciadas en un pasado localizado en esta ciudad, que pulsiona, de forma definitiva, la actividad creadora del novelista.
Como ha escrito el profesor Abdellatif Limami, “con Una sirena se ahogó en Larache, se consigue finalmente el reto tan deseado: escribir del Larache de hoy pero desde dentro de una familia marroquí muy humilde, con muchos problemas de cara al futuro de sus hijos y plasmar al mismo tiempo la desilusión que supone la desaparición paulatina de la memoria y la historia de un pueblo a favor de una mera política del lucro o tal vez de la ignorancia … / … El relato gira entonces en torno a una niñez castrada que sólo salva la desbordante imaginación. De una familia muy humilde, Tami, un niño de casi diez años, a imagen del niño yuntero, crece como una herramienta, a los golpes destinado. Los relatos que su imaginación teje constituirán la única válvula de escape que le permite resistir y erguirse” [2].
Efectivamente, Tami mostrará desde el principio de la novela una imaginación desbordante, cuyos efectos plásticos se hacen visibles a través de la interconexión de dos planos narrativos (quizá el mejor logro del texto) que describen, por un lado, la cotidiana realidad y, por otro lado, la eclosión de una fantasía sin límites, y que el autor fusiona a la perfección en el relato, con una descripción de continuidad magistralmente labrada. Son brillantes los momentos en los que Tami, arrebatado por el éxtasis de su ilusión, escapa de su entorno y huye a otros universos que ha conseguido crear en su inocente corazón gracias a las múltiples historias que ha escuchado de su abuelo, El Hach, sobre el rescate que protagonizó Barbarroja de la Princesa de Argel, de Salah al-Din, de Scheherezade o del sultán Mülay al-Mansür al-Dahabi, o de los viajes de Simbad, de Ulises o de las caravanas de camellos camino de Tombuctú.
Sergio Barce lleva a Tami, desde su virginal concepción del mundo, desde su inocente interpretación del marco que le rodea, hacia una especie de deriva a través de los personajes del relato (El Hach, su abuelo materno, su madre Rachida, la hermosa Salwa, Miguelito, el niño español amigo de Tami, el halcón Horr, su hermano Ahmed, o su padre Mohammed) hasta conseguir la complicidad del lector con el protagonista, en esa amalgama de sentimientos, de proyectos y de ideales, con sus luces y sombras, que supone el despertar de la niñez en el trayecto hacia la adolescencia.
Todo el relato se encuentra enmarcado en el dédalo de calles, plazas y monumentos que conforman la ciudad de Larache. Sergio Barce, conoce a la perfección estos lugares, y los cincela en el texto con la esperanza del amante que confía en la resurrección de la amada que dormita. El Balcón del Atlántico, el Zoco Chico, el Castillo de las Cigüeñas, la Calle Real, el café Lixus, la Torre del judío, el Santuario Lalla Menana o el Jardín de las Hespérides, permanecen en el recuerdo del autor y conforman la cosmogonía del relato sobre la que sustentar la historia y a sus personajes.
El momento álgido de la novela se produce cuando Tami cree haber encontrado a una sirena varada en la playa peligrosa. La nereida es la metáfora, el símbolo de la fantasía del niño, en la que se refugia para trascender de su incierta realidad. Sin saber distinguir si lo vivido es cierto o forma parte de su imaginería desbordante, los acontecimientos se aceleran entre la incredulidad de sus más cercanos y la crueldad de quienes creen que ha enloquecido. Los acontecimientos se van sucediendo en la cotidianidad del Larache contemporáneo, desde la ingenua visión de un niño que envuelve de emotividad todo el relato, a pesar de la dureza de algunos capítulos, como el que relata los abusos vividos por Tami a manos de Pierre, un “enzerani” de casi sesenta años. El niño luchará por desterrar sus miedos y sus necesidades más inmediatas, adentrándose en su mundo de fantasía, en donde la justicia y la honestidad vencen a los valores de su realidad más cotidiana, ayudado por héroes, paladines, aguerridos generales y, como no, por el recuerdo de aquella hermosa sirena.
Como leemos en la contraportada del texto, Una sirena se ahogó en Larache es, en definitiva, una “narración que fluye en la frontera que separa las aventuras imposibles de las realidades infranqueables, pero también es una crónica de la vida en las calles de la ciudad vieja de Larache”. Aunque, en las últimas coordenadas de la novela, pudiera existir una denuncia social, éste no es el objetivo del autor, sino más bien contemplar el mundo desde el candor de la infancia, con la inocente mirada de los niños, para hacer posibles otras vivencias, frente a la severidad de un presente decadente que, por doloroso, se hace inaceptable.
[1] Fragmento del artículo “El otro rostro de Mohammed Choukri”, de Mezouar El Idrissi, publicado en “Marruecos Digital” (15-11-2006).
[2] Fragmento de la presentación del profesor Abdellatif Limami, en el Colegio Luis Vives de Larache (14-05-2011)
4 respuestas
He cogido de la estantería «El pan desnudo» y «Una sirena se ahogó en Larache» no los tenía uno al lado del otro, pero tras leer la crítica de José Sarria pienso que pasarán a ocupar un espacio contiguo.
Es todo un elogio para tí, Sergio, recibir una crítica tan estupenda y aún más proviniendo de un crítico litereario tan reconocido!!
FELICIDADES!!
Ese detalle que dices, Joana, de ponerlo junto al de Chukri, me abruma, te lo digo de verdad. Y sí, me siento orgulloso de que Pepe Sarria haya escrito de esa manera acerca de mi novela. Como dices, es un crítico reconocido, pero aún es mejor persona.
Gracias por estar siempre ahí siguiendo el blog como una fiel guardiana.
Un beso
sergio
No te mereces menos… los grandes …reconocen a los grandes !
Enhorabuena !
Un abrazo
Muy buen artículo, revela la valía de Una sirena se ahogó en Larache.
Enhorabuena a mis dos buenos amigos, Pepe Sarria y Sergio Barce.