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Cuadernos de cine: BLACKTHORN (2011) de MATEO GIL

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La emocionante escena en la que el viejo Butch Cassidy detiene su cabalgadura ya en la frontera, se gira lentamente y, por encima del hombro, se ve a sí mismo joven y lleno de vida, libre y rebelde, rodeado de sus amigos forajidos, resumen bellamente el espíritu de esta crepuscular película española del Oeste.

Sam Shepard es Blackthorn – Butch Cassidy

La trama es sencilla: veinticinco años después de su muerte, el legendario Butch Cassidy  (interpretado con sobriedad y talento por el gran Sam Shepard), en realidad aún sigue vivo escondido en el interior de Bolivia. El encuentro fortuito con un ingeniero español que ha robado el dinero de una mina, hace que, contra su voluntad, vuelva a cabalgar perseguido por un grupo de pistoleros primero y por el ejército boliviano después.

Para mi generación, Butch Cassidy & Sundance Kid siempre han sido Paul Newman y Robert Redford, que los interpretaron en la mítica cinta de 1969 “Dos hombres y un destino” (Butch Cassidy & The Sundance Kid) de George Roy Hill.

Butch Paul Newman & Sundance Robert Redford
Nikolaj Coster-Waldau es Butch Cassidy joven

Aquella cinta terminaba con el tiroteo que se produce tras la emboscada que los dos forajidos sufren a manos del ejército de Bolivia, y la escena queda congelada con ambos desenfundando sus armas para defenderse de los soldados que, previsiblemente y sin duda alguna, van a masacrarlos. Ahora, el realizador Mateo Gil y el guionista Miguel Barroso, ambos españoles, construyen una historia que comienza realmente en ese punto, cuando los dos amigos caen asesinados; pero como toda leyenda, uno de ellos, en este caso Butch Cassidy, ha conseguido sobrevivir y ha envejecido en un pequeño rancho del país sudamericano.

El ritmo del film es tranquilo, quizá acorde con la edad del viejo Butch, pero no decae en ningún instante, al contrario, va in crescendo, y cuando llegan las escenas de acción, se hace intenso. A ello ayuda unas interpretaciones convincentes. Es un acierto que el personaje de Butch Cassidy lo encarne Sam Shepard. A estas alturas sólo Sam Elliott, Keith Carradine o Kriss Kritofferson podrían haber sido una alternativa seria. Sam Shepard le da empaque, le da sobriedad, le da experiencia y sabiduría. Con este actor, el film se convierte en un western crepuscular, muy entroncado con el “Duelo en la Alta Sierra” (Ride the High Country, 1962) de Sam Peckinpah, con el que guarda bastantes semejanzas, y sus parlamentos y recuerdos convierten a ese mundo del viejo Oeste ya pasado, al de su juventud, en algo mítico, irrepetible e irrecuperable.

Eduardo Noriega en Blackthorn

En algún momento de la película, el ingeniero español, al que da vida muy certeramente Eduardo Noriega, pregunta a Butch Cassidy que cómo era posible que no se hubiera convertido en un rico hacendado, y el cansado pistolero le responde, tranquilo y sabio, que él había sido libre toda su vida, y que ésa era la mayor riqueza que un hombre podría tener.

La música es de Lucio Godoy, magnífica su banda sonora, como extraordinarias las canciones que suenan durante la película, y la fotografía de Ruiz Anchía, al que admiro desde su impecable trabajo en “Los amantes de María” (Maria´s lovers, 1984) de Konchalovsky. Como digo, dos aciertos, porque la música es sutil, envolvente, con un cierto halo nostálgico, y la fotografía, ayudada por los paisajes increíbles de Bolivia (el desierto de sal, las gargantas de piedra, las montañas enrevesadas o esas praderas que nos brindan escenas de puro western), acertada y muy controlada, los espacios abiertos se llenan de luz, la noche al raso se impregna de un tono plomizo y mineral, y la iluminación de cada espacio encuentra su tono adecuado.

Padraic Delaney es Sundance Kid

También Ruiz Anchía enfoca al rostro de Sam Shepard sin conmiseración alguna, sus arrugas se nos revelan al detalle, como cada cana de su barba o sus cansados ojos celestes, sus facciones son parte del paisaje, en realidad, el paisaje mismo de su alma ya cercana al ocaso.

Curiosamente, pocas reminiscencias del spaghetti-western. Lo cierto es que las esperaba, porque ese tipo de películas se rodaron en Almería, porque eran coproducciones españolas, porque los técnicos y los actores eran en su mayoría de nuestro país. Sin embargo, Mateo Gil huye deliberadamente de ese cine, y regresa al western clásico americano, algo raro, algo peculiar.

También acierta este film en sus flash-back, nada cargantes, montados en el instante justo, que apuntalan la trama de la vida de Butch Cassidy y las razones por las que ha llegado a su situación actual. El actor Nikolaj Coster-Waldau presta un físico que se acopla perfectamente a los años salvajes del viejo Sam Shepard, lo que hace más creíble sus recuerdos; y tanto Padraic Delaney en el papel de Sundance Kid como el magnífico Stephen Rea en el rol del también agotado y cansado perseguidor de los bandidos, arropan con oficio y seriedad el trabajo del protagonista que, en definitiva, lleva el peso de toda la película.

Butch Cassidy/Sam Shepard nos va atrapando poco a poco, igual que Paul Newman en su día, y se convierte en esa leyenda que arrastra tras de sí una vida llena de violencia, de cabalgadas, de robos y de huidas, pero también de pequeños gestos llenos de honestidad y de ética, la ética de los forajidos del viejo Oeste que ya nunca volverá.

Sergio Barce, julio 2011

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2 respuestas

    1. Querido Pablo, ya sabes que alguna influencia tuya hay. Será también que hemos crecidos con las películas del Oeste, y en mi caso particular también me lo inoculó mi abuelo, al que le apasionaban y me llevaba al cine a ver las películas de indios y vaqueros, como él decía. Y está la mística y los códigos de este género. De alguna forma siempre he pensado que el universo del far-west sólo existió para servir al cine, porque es el único género realmente cinematográfico. Qué te voy a contar que no sepas.
      Un abrazo

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