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«HASTA QUE LLEGÓ SU HORA» (Once upon a time in the West) (1968) de SERGIO LEONE

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Después de haber escrito sobre “Érase una vez en América” (Once upon a time in America, 1984), doy un salto atrás, quince años antes, para detenerme en la otra obra maestra de Leone: “Hasta que llegó su hora” (Once upon a time in the West, 1968). Con ambos filmes y “Agáchate, maldito” (Gliú la testa, 1971), Sergio Leone pretendía componer una nueva trilogía, después de la llamada “trilogía del dólar” (conformada por “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”), pero esta nueva era más ambiciosa al intentar abarcar la historia de USA desde la época de los pioneros hasta los años sesenta.

En “Hasta que llegó su hora”, desde el primer fotograma, uno se da cuenta de que está asistiendo a algo que va a quedarse adherido a nuestras retinas de cinéfilos. No recuerdo bien cuándo la vi por vez primera, pero sí recuerdo que pasó sobre mí desbordándome.

El comienzo, mientras se van sucediendo los títulos de crédito, es antológico: tres pistoleros (interpretados por Jack Elam, Woody Strode y Al Mulock)  esperan a alguien (Charles Bronson) en una estación solitaria y cochambrosa, y Leone, sin utilizar aún ninguna música, juega con los sonidos del entorno: el crujido de un cartel mecido por el viento, el telégrafo, las gotas que caen de un aljibe sobre el sombrero de uno de los hombres, el aleteo ronroneante y nervioso de una mosca…

Jack Elam
Woody Strode

Harmónica:   ¿Y Frank?
Snaky: Nos ha mandado a nosotros.
Harmónica:   ¿Hay un caballo para mí?
Snaky:   Para ti… Jejejeje…. Parece ser que hay un caballo de menos…
Harmónica:   Yo diría que sobran dos

Esta escena de apertura, parsimoniosa y lenta, estaba inicialmente concebida para que fuese interpretada por Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef (es decir, el Bueno, el Feo y el Malo), de manera que al ser abatidos juntos en el tiroteo, justo minutos después de comenzar el film, su muerte fuera una metáfora de la ruptura del director con el spaghetti-western que le había llevado a la fama. Sin embargo, la negativa de Eastwood lo hizo imposible, y se decantó por utilizar a tres actores fácilmente reconocibles para el público, tres secundarios de peso.

Hay algo que llama la atención en cuanto la cinta se pone en marcha y son los primerísimos planos.

Henry Fonda es Frank

Nunca antes se habían visto los rostros de los actores de esa manera. Por supuesto, el efecto es fantástico en una pantalla de cine gigante. Vemos cada arruga de esos rostros curtidos, las cicatrices más minúsculas, el sudor, la tensión, las miradas cargadas de resentimiento o de miedo o de crispación, los años, pero también la serena belleza de Claudia Cardinale, que nunca ha estado mejor fotografiada que en esta película.

Claudia Cardinale es Jill

El actor de color Woody Strode, famoso por su papel en la memorable película de John Ford “Sargento negro” (Sergeant Rutledge) y como el gladiador  negro que pelea con Kirk Douglas en “Espartaco” (Spartacus) de Kubrick, ambas de 1960, comentó que su papel en “Hasta que llegó su hora” era muy breve, y además sin diálogo alguno, pero que nunca le habían tomado unos primeros planos tan intensos ni largos, así que había merecido la pena la experiencia.

Frank:  La gente se asusta fácilmente cuando está muriéndose

Otro acierto del film, que sin embargo ahuyentó de las pantallas al público americano, fue la elección de Henry Fonda en el papel de Frank, el pistolero asesino más sádico que podía concebirse. El espectador USA no podía aceptar que quien ejemplificaba en la pantalla la integridad moral, la humanidad, la bondad, el espíritu americano en suma, se convirtiera de pronto en un ser odioso. Pero para mí, estamos si no ante la mejor interpretación de la carrera de Henry Fonda sí ante una de las mejores. Contaba el actor que cuando le ofrecieron el papel, como nunca había oído nada acerca de Sergio Leone, para tener alguna referencia habló de él con su amigo el actor Eli Wallach, que había interpretado el papel de “Tuco” (el Feo) en el ultimo film de Leone, y éste le dijo que no prestara atención al guión, que simplemente lo hiciera porque se enamoraría de Sergio Leone. Luego, Henry Fonda vio de una sentada los anteriores tres spaghetti-western de Leone, y al acabar la proyección preguntó que dónde tenía que firmar.

Dado que el personaje de Frank era un despiadado pistolero, salvaje y sin escrúpulos, Henry Fonda pensó que debía de recrearlo también físicamente y se dejó para ello un espeso mostacho y se puso lentillas con las que ocultar sus ojos azules. Cuando apareció en el rodaje, Leone se enfureció: él quería sus inmensos ojos transparentes, porque buscaba un efecto que dejara al espectador clavado en la butaca. Y lo logró.

A Frank (Henry Fonda), cuando aparece por primera vez en pantalla, la cámara le sigue y se le acerca cautamente por detrás; mientras, la música va in crescendo, y entonces, para mostrarnos su rostro, el del jefe de la banda que está a punto de cometer un crimen execrable, la cámara lo rodea y le filma en un primerísimo plano donde esos ojos azules mar se transforman en algo tan inquietante como imprevisible. Luego, Frank dispara y mata a un niño a bocajarro. La escena es tan dura (recordemos que se rueda en 1968, cuando aún la violencia no se mostraba tan crudamente como ahora) que ese público que idolatraba a Fonda no pudo aceptarlo. En Europa, por el contrario, especialmente en Francia, fue todo un éxito.

También por primera vez, Sergio Leone construye un film alrededor de una mujer.

Claudia Cardinale y Henry Fonda

En sus anteriores películas, las mujeres sólo son elementos decorativos, que apenas intervienen en la trama más que para sufrir en un Oeste hostil a ellas, un mundo de hombres. Pero ahora, el centro de ese mundo masculino y violento es una mujer, una prostituta con un corazón de oro que no es más que la representación de todas esas mujeres que se sacrificaron para levantar un país. La idea partió de uno de los guionistas de la película: Bernardo Bertolucci.

Cuenta Bertolucci (que luego sería el famoso director de “El último tango en París” o “Novecento”), que Sergio Leone, al idear la escena en que Claudia Cardinale llega en el tren y aparece en pantalla por primera vez, quería que al descender del vagón la cámara la cogiese desde el suelo, se introdujera bajo su vestido y la viésemos por debajo, sin bragas… En fin, la escena, por supuesto, no llegó a rodarse, entre otras cosas porque a Bertolucci le pareció fuera de contexto y porque la Cardinale se negó rotundamente;  y la que al final vemos es una espectacular presentación de la ciudad, una especie de pequeño vals que la banda sonora se encarga de embozar con una gran carga de melancolía y sentido épico.

Charles Bronson es Harmónica

El film está lleno de escenas inolvidables y de interpretaciones espléndidas: el personaje de Harmónica, heredero directo del Hombre Sin Nombre que interpretara antes Eastwood, ofreció a Charles Bronson uno de sus mejores papeles. El sentido trágico de su vida no se nos revela hasta la parte final del film, lo que enriquece la narración. También el personaje de Cheyenne, al que da vida el estupendo Jason Robards (que dos años después sería el inolvidable protagonista de “La balada de Cable Hogue” de Peckinpah), está marcado por la tragedia. Y tanto Frank (Henry Fonda) como el señor Morton (Gabriele Ferzetti) son, como los otros personajes, hombres que viven de la violencia, que la utilizan para su propio beneficio, y saben que, tarde o temprano, esa violencia acabará con ellos.

Jason Robards es Cheyenne

Harmonica: La recompensa por este hombre son de 5.000 dólares, ¿no?
Cheyenne: Judas se conformó con 4.970 dólares menos.
Harmonica: No había dólares en aquella época.
Cheyenne: Pero sí hijos de puta”

Es un film a contra corriente. Su ritmo es lento, muy europeo. Leone quiere cortar de raíz con lo que ha sido hasta ese momento su cine del Oeste, el spaghetti-western, y trata de rendir homenaje a los realizadores clásicos americanos como Ford. Crea una obra maestra, un reloj que avanza gracias a un engranaje perfecto. Sin embargo, en USA la consideraron excesivamente larga y cortaron arbitrariamente su metraje, lo que le perjudicó.

SERGIO LEONE

Leone, un hombre meticuloso hasta la obsesión, como ya contaba en mi artículo sobre “Érase una vez en América”,  buscó las armas de la época, recreó el salvaje Oeste de ese tiempo buceando en las bibliotecas americanas, con fotografías de esos años, el vestuario, los enseres, los carruajes… Fue tal su labor, que hasta realizadores como Scorsese o Spielberg siempre han manifestado que les parece asombroso su perfeccionismo. Y esa fijación suya hizo, por ejemplo, que introdujera los famosos “guardapolvos” con los que vestían los hombres de Cheyenne y que se hicieron míticos, o que en la escena en que Claudia Cardinale, camino de “Sweetwater” donde va a reunirse con su futuro esposo, se detiene para descansar en una posta, que se rodó en un decorado de interior en España, el polvo que entra por la puerta junto a los pistoleros de Cheyenne se trajo ex profeso desde Monumental Valley en USA, porque los exteriores se rodaban allí y Sergio Leone quería el mismo color de la tierra…

Frank: ¿Quién eres?
Harmonica: Jim Cooper…Chuck Jamblum…
Frank: Todos están muertos
Harmonica: Todos estaban vivos antes de encontrarte”

“Hasta que llegó hora” es una historia de venganza, es la aventura de la Historia de los orígenes y la construcción de un país, es una historia romántica, es una historia seductora y nostálgica, hay épica y hay elegía, hay codicia y traición y hay, por supuesto, un duelo.

El duelo entre Harmónica (Charles Bronson) y Frank (Henry Fonda), momento en el que éste descubrirá por qué el primero le ha estado persiguiendo durante años, es una coreografía: música abrasiva, primeros planos durante minutos, danza de la cámara alrededor de los dos hombres, el silencio final, los disparos que van a poner punto final a la aventura… Imborrable, sencillamente.

Su banda sonora es irrepetible. Ennio Morricone compuso una maravilla para un film elegíaco, y dotó a cada personaje de una música que les identificaba: a Jill (Claudia Cardinales) la acompaña una melodía dulce y orquestal, a Harmónica (Charles Bronson) el sonido obviamente de una armónica, a Cheyenne (Jason Robards) le anuncian siempre unas notas musicales irónicas, casi de comedia, quizá porque es el personaje más simpático, una especie de pícaro, y a Frank (Henry Fonda) le dedica el tema más duro, cortante, intimidatorio casi, pero impresionante. Quizá una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine.

Es tan buena esta película que hay infinidad de homenajes en numerosos films de otros realizadores que se han rendido a ella, como ha hecho Tarantino. En “El americano” (The american, 2010) de Anton Corbijn, el protagonista (George Clooney) está sentado a la mesa de un pequeño bar en un pueblo de Italia. En la televisión del local se programa “Hasta que llegó su hora” y aparece en la pantalla Henry Fonda; el dueño del establecimiento, orgulloso, le dice a Clooney, el americano: “Sergio Leone. ¡Italiano!”

Sergio Barce, febrero 2011

PARA VER EL TRÁILER ORIGINAL DE LA PELÍCULA ENTRA EN:

http://www.youtube.com/watch?v=utn0QN_pYaM

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6 respuestas

  1. Qué maravilla de película y qué buena crítica has hecho, Sergio. Comparto tu opinión sobre ella al cien por cien. Para mí es la película del oeste perfecta: las interpretaciones de Henry fonda y Jason Robards, en especial, la belleza de Claudia Cardinale, la banda sonora insuperable y la dirección magistral de Leone.
    A ver si te animas un día y me haces un artículo sobre otra obra maestra del oeste en la que tenemos también un «malo» de los que dan miedo (Jack Palance). Ya te estarás imaginando que me refiero a «Raíces profundas», de la que sólo cambiaría a la protagonista femenina y a ese niño horroroso.

    1. Hombre, Agustín. Veo que al final has caído en las redes de mis comentarios de cine.. Sabçia que Hasta que llegó su hora era un buen anzuelo.
      Lo de «Raíces profundas» tiene su miga, es una película que ha envejecido bastante, pero sigue siendo buenísima. Lo haré.
      Un abrazo

  2. La buena realización del film de Leone,me da gusto tus comentarios que son espléndidos te felicito de antemano . Es un film fantástico donde el Director ,Los artistas y la música son parte de este grandioso film.

  3. Inicio reconociendo lo magnífica que es «Érase una vez en el Oeste». Suscribo los comentarios del columnista y agradezco los interesantes antecedentes que aporta, en relación a los entretelones de la filmación. Sin embargo, casi como una glosa (anotación al margen) considero que aquí el maestro Leone se ceba demasiado en las formas, es decir, en un estilismo y estiramiento del tiempo narrativo llevado casi hasta el paroxismo. Prácticamente un alarde de técnica cinematográfica.
    Soberbia banda sonora del otro maestro de esta cinta, Morricone y brillantes interpretaciones para una película que ha quedado en la historia del género.

    1. Estimado Andrés, probablemente tengas razón en que estira el tiempo narrativo, pero, para mi, esa es una de las virtudes del film, que alargando los «tempos» consigue un western único y logra no aburrir sino hipnotizar. Gracias por tu comentario, con el que coincido en todo lo demás. Un abrazo.

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