«DOS HISTORIAS QUE QUIZÁ SOLO SEA UNA», POR EL ESCRITOR LARACHENSE LEÓN COHEN

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Rompiendo quizá la costumbre de agregar a mi blog textos de León Cohen que suelen ambientarse en Larache o estar vinculados de alguna manera a Larache, en esta ocasión nos hemos lanzado a colgar dos textos que, si bien pudieran parecer muy diferentes, como dice su propio autor, tal vez solo sea la misma historia narrada de diferente manera. Y es que tanto el primer texto, que es más ensayo, titulado Historia de un cuento (Reflexión sobre el proceso creativo) como el segundo Cuento de Navidad 3, por el contrario puro relato que se alimenta de muchos géneros, ambos, como decía, se mezclan y plantean al lector el mismo desafío: la creación y sus consecuencias. Dos historias que quizá solo sea una, pero que, en cualquier caso, nos hacen reflexionar y valorar el esfuerzo que todo escritor hace cuando se enfrenta a una historia que contar.
Sergio Barce, agosto 2014

LEON COHEN MESONERO
LEON COHEN MESONERO

Historia de un cuento
(Reflexión sobre el proceso creativo)

Todas las navidades se sentaba para dar forma definitiva al mismo viejo cuento, cuya primera versión a la que tituló “Cuento de Navidad”, empezó y acabó de escribir en 1984, aunque esta nunca le había convencido. A lo largo de los años había intentado modificarlo de maneras diversas, conservando el núcleo y el mensaje, pero no conseguía un final de la historia aceptable para él. Le producía desazón no haber terminado una tarea que para él había supuesto, sin saber muy bien por qué, un reto personal. Ahora, en plena primavera, treinta años más tarde, se había decidido a concluir de una vez su versión final del cuento.
En esa versión original, un cuento corto, que no abarcaba más de un folio, había tratado de transmitir una idea que le rondaba desde siempre: Con el objetivo de salvar al mundo, un equipo de científicos crea artificialmente un ser, al que imbuyen de todas las virtudes y capacidades de los grandes personajes de la historia moderna. Al menos, de aquellos personajes que el escritor consideraba en su momento los representantes de valores morales eternos, como lo fueron: Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi, Che Guevara, Lutero King o Mandela… El autor, sin pretenderlo conscientemente, quiere reinventar a Dios, al fundir en un ser nuevo todo lo que él contempla como valores éticos. Descontento con el mundo que le ha tocado vivir, el equipo de investigadores quiere redimirlo, trayendo a un nuevo mesías. Sorprende en un primer análisis, que el autor agarrándose al concepto moralista de regeneración, repita una historia de hace dos mil años, que ya ha demostrado su estrepitoso fracaso. Pero el final del cuento desmiente ese primer análisis, pues el profeta vuelve con un mensaje desesperanzador, sin retorno:
-Ya nada se puede hacer en un mundo tan podrido, es demasiado tarde.
El autor no cree por lo tanto en la salvación y crea a un dios impotente ante un mundo perdido. Se trata pues de un pesimismo moralizante, que queda reflejado en esta hermosa frase de Edgar Allan Poe que figura al principio del cuento: “Entre tus esperanzas y el cielo: ¿No parece suspendida para siempre una densa, lúgubre, ilimitada nube?“. A pesar de la sencillez aparente de la idea que expresa el cuento, este se presta, sin embargo, a diversas lecturas.

MANHATTAN

En la segunda e inacabada versión escrita transcurridos más de veinte años, el autor decidió situar la historia en Manhattan, quizás llevado por el especial significado de esa ciudad para él, así como por sus propias recuerdos visuales plasmados en sus visitas relativamente frecuentes y en la cantidad de películas norteamericanas que tienen como paisaje de fondo la navidad, una navidad por supuesto edulcorada.
Manhattan ya estaba presente en el primer cuento y en el pensamiento del autor, si bien no aparecía de manera explícita. El autor aludía implícitamente a Nueva York aunque no la citara. Esta puede ser la razón por la que en esta segunda versión, el narrador aporta una breve descripción de la ciudad que le sirve para situar la acción y al lector. También se detiene y se toma su tiempo, para dibujar determinados rasgos de la personalidad de algunos de los personajes principales del cuento.
¿Cuál era pues su intención no manifestada, alargar el cuento o hacerlo menos impersonal? Parece más bien que el escritor hubiera madurado en esos años y hubiera aprendido que una historia sin personas es una historia hueca. El lector, no solo ha de entender lo que se cuenta y por qué se cuenta, sino que ha de sentir también simpatía o antipatía hacia los protagonistas de la acción. Si no se establece ese necesario nexo de unión entre los personajes del relato y el lector, este último difícilmente se sentirá atraído e interesado, y los hilos de una potencial complicidad dejarán paso a los de la frialdad o la indiferencia. Había ocurrido, en definitiva, que el cuento había evolucionado paralelamente a la evolución del propio autor, como no podía ser de otra manera.
¿Cuál es la situación en esta primavera de 2014? Partiendo de un guión establecido, el autor retoma la narración y lo primero que se plantea es realizar una análisis exhaustivo de las dos versiones anteriores, que ha tratado de exponer y resumir en lo que antecede. El narrador se halla en un impasse que lo mantiene bloqueado, porque muy a su pesar no acaba de creer en una nueva versión de lo mismo, ya que como mucho conseguiría el mismo cuento con más detalles, o sea, un cuento inflado. ¿Qué hacer? El proceso creativo no es lineal, está sembrado de paradas y de dudas. Cuando uno lee un cuento o un relato, no imagina por cuantas vacilaciones ha pasado su autor y cuantas modificaciones ha sufrido cada frase, cada palabra, antes de que su autor la considerara como aceptable, nunca perfecta. Siempre hay lugar para retocar un cuadro por muy acabado que parezca.
¿Por dónde y cómo empezar entonces la tercera versión? Manteniendo la introducción, al narrador se le antoja que hay que enriquecer el relato de los personajes y ahondar en la descripción de su personalidad. Y en ese intento, una noche, mientras concilia el sueño, le asalta como venido del Más Allá, el recuerdo de uno de sus grandes amigos de siempre desaparecido hace unos años: Bentahar Sbai Abdelaziz, más conocido como Zizi. Es como si su amigo, en un intento de ayudarle, le brindara la oportunidad de elegirlo como protagonista del cuento. Esta es una buena ocasión para rendirle un homenaje de cariño y consideración, se dice antes de quedarse dormido. Hecho curioso aunque no sorprendente, es que esa misma noche sueña con él y este le recuerda en primera persona o eso cree el narrador al despertarse, que su amigo falleció un 23 de septiembre del año 2007, hecho a verificar, pues los sueños, sueños son.
De repente, el autor o el cuento deciden que ha llegado el momento de hacer una pausa y que durante ese entreacto, el cuento se pronuncie sobre su continuación. Pasados unos días, en los que apenas ha retocado algún adjetivo y modificado o añadido alguna frase, el narrador retorna a su trabajo, pero el cuento sigue estancado. ¡Nada que hacer! Mientras tanto, ha tenido un encontronazo vía email, con un crítico literario argentino, de esos que emiten juicios supuestamente académicos, a base de frases y sentencias “dejà vues”, llenas de tecnicismos lingüísticos epatantes pero carentes de profundidad y contenido reales. El autor no encuentra la manera de salir del impasse, incluso modificando el guion. Parece como si el cuento primero se resistiera a sufrir ningún tipo de cambio sustancial. Como si tuviera vida propia y se opusiera a perderla. Ante esta coyuntura, al narrador no le queda otro remedio que mantener el guion original y completarlo con alguna descripción más detallada, respetando así la versión de 1984. Se siente frustrado y aliviado a un tiempo, pero su decisión parece irrevocable y definitiva. Ocurrió entonces, que en la noche del 25 de abril tuvo un sueño donde el propio cuento a través de sus personajes, acudía en su auxilio y le enseñaba el camino para poder continuar.
Primero fue Franz K., el protagonista de la última versión, quien comentó: “-La creación literaria tiene caminos y veredas ocultos que solo la paciencia y la constancia del escritor avezado pueden descubrir. Conocemos el sufrimiento de toda creación, pues nosotros los personajes del cuento de navidad, también fuimos creadores y tuvimos que vencer noches de vigilia y de desesperanza, pero ahora sabemos que ningún esfuerzo es vano si se consigue el objetivo. Saber esperar es poder encontrar.”
Zizi, otro de los personajes del cuento de navidad se sumó a su compañero y añadió: “- Un escritor no debería nunca retomar o reabrir una obra propia ya acabada para tratar de versionarla nuevamente, aunque su intención fuera mejorarla. Sería como intentar resucitar a un muerto. Por eso te invito a seguir por el camino que te hemos trazado y olvidar para siempre tu cuento de navidad”.

Leonard Cohen
Los hermanos Young también se pronunciaron en un sentido parecido:
“-Las obsesiones no son buenas nunca, tampoco en literatura. Verás, nosotros nacimos y morimos a partir de tu pluma. Es inútil pretender rescatarnos. Tuvimos nuestra misión y la cumplimos, aunque el resultado final no fuese el deseado. Querer cambiar el mundo no es tarea de pocos. Sustituir al dios de los hombres aunque sea con la mejor intención, es una locura, como así demostró el final de la historia de un hermoso sueño que empezó a fraguarse una tarde de otoño del día doce de diciembre de un año cualquiera, de la que fuimos protagonistas. Sin embargo, nadie podrá negarnos la felicidad que compartimos en esa lucha casi titánica por alcanzar el éxito, pues nuestra victoria hubiera sido también la victoria de la humanidad. La felicidad está solo al alcance de los visionarios, de aquellos que orientan su vida al conocimiento y al esfuerzo para ayudar a los demás. ”
Aroni Muyal zanjó con una frase definitiva: “-Solo la Utopía es realista”.
El cuento le abría las puertas de su imaginación y le permitía alejarse por fin del guion preestablecido treinta años antes. El cuento, su cuento de navidad, se estaba descomponiendo y sus personajes escapando de él y retomando la palabra para construir otro cuento. El propio narrador se estaba convirtiendo sin quererlo en protagonista de la historia que narraba. Algo mágico estaba sucediendo. Sorprendido por lo que estaba ocurriendo, el narrador sintió a un tiempo vértigo e ilusión, pero optó por seguir el consejo de sus personajes y dio por terminado el cuento en su tercera versión. ¡Por fin!
León Cohen Abril de 2014

* * *

Cuento de Navidad 3
2014

«Entre tus esperanzas y el cielo: ¿No parece suspendida para siempre una densa, lúgubre, ilimitada nube?» Edgar Allan Poe

Nueva York es una ciudad envolvente e imponente, poblada por cientos de rascacielos. Es una urbe inmensa que alberga millones de sueños y de contrastes. Los sueños de millones de inmigrantes de todos los orígenes y condiciones que tienen la sensación de estar malgastando su vida en barrios inhóspitos mientras los “WASP” disfrutan de las múltiples ofertas vitales que les brinda esta incomparable metrópoli.

KING-KONG

Pero además, Nueva York es una ciudad de referencia, una ciudad única donde todo puede suceder: King Kong se colgó del Empire State Building, Gene Kelly bailó bajo la lluvia, Annie Hall paseó por el Manhattan más chic y hasta unos aviones suicidas derribaron las Torres Gemelas un infausto 11 de septiembre del año 2001. En esta ciudad, paradigma de la ciudad asfalto, donde el hecho tridimensional alcanza su cenit, donde uno imagina que todo es posible y donde uno tiene la sensación de ser el protagonista de alguna película cuando deambula por sus inmensas avenidas; tuvo lugar la historia que me dispongo a contar. Es la historia de un hermoso sueño que empezó a fraguarse una tarde de otoño del día doce de diciembre de un año cualquiera.
En las afueras de la ciudad, cerca de New Jersey, a la que apenas separa de Manhattan el rio Hudson, en una pequeña casa de campo, mientras fuera el frío y la nieve dominan el ambiente, cerca del hogar de un pequeño salón, cuya decoración no se distingue de cualquier otra en este tipo de viviendas, están reunidos en torna o a una mesa cinco hombres buenos. ¿Son locos, sobrehumanos, ingenuos, diabólicos?
El director o coordinador del equipo de investigadores de este, a la vez extraño y sorprendente proyecto, al que a partir de ahora llamaremos Franz K. es un tipo raro. Muy selectivo, se relaciona con dificultad, soporta poco a los demás, al cabo de un par de horas, le aburriría hasta el mismísimo Buda. Es sin embargo un humanista, con una sensibilidad dividida. Es un estudioso y un investigador nato. La curiosidad y la constancia son marcas de su carácter. Los demás dicen que es muy inteligente y capaz, él lo sabe, pero cree sobre todo en su voluntad de hacer y descubrir cosas, de trazarse y alcanzar metas, en ese empeño insaciable de vencer obstáculos, en esa casi insuperable conjunción de inteligencia y tenacidad. Es su amor propio el motor impulsor de su deseo de no permitir que su inteligencia sea derrotada por algo desconocido o inexplicable. En Franz K. se aúnan un sentido profundo, cuasi religioso, de compromiso con una determinada jerarquía de valores morales y éticos y un pacto inalienable consigo mismo, para alcanzar cotas de excelencia en su quehacer diario. Siente el deber de hacer algo por sus semejantes, esa necesidad le ha llevado a buscar colaboradores muy especiales con tanta o más imaginación y motivación que él mismo y a abordar este proyecto tan ambicioso como poco común.

FRANKENSTEIN
J. y P., los hermanos Young, son dos hermanos gemelos que durante su estancia en la universidad brillaron por sus expedientes tan semejantes como sobresalientes, antes habían sido compañeros de clase de Franz K. en el Liceo Descartes de Rabat. De su especialidad, la Bioquímica, lo saben casi todo y su colaboración ha resultado inestimable. Son dos tipos despistados y con un sentido del humor muy inglés, ese humor que Franz K. tanto admira y comparte. Hijos de un diplomático inglés, residieron en Marruecos durante la adolescencia, son gente abierta y risueña y no obstante distinguida y educada, con una destacada capacidad de análisis que les permite resolver situaciones que al resto de los mortales pueden parecerles insolubles.
El equipo lo completan Bentahar Zizi, un informático marroquí de origen tangerino, especialista en redes neuronales, amigo entrañable de Franz K. y Aroni Muyal un médico israelí de origen larachense. Ambos, personalidades de prestigio mundialmente reconocido y pacifistas convencidos. Zizi es un tipo nervioso, con una mente lúcida y rápida, le gusta la polémica, sobre todo la científica. Es capaz de filosofar durante horas para cuestionarlo todo. Tiene buen carácter y es fácil de llevar. Aroni, por el contrario, es un hombre tranquilo, pausado, nunca se altera, y eso le permite elegir siempre la opción más adecuada, incluso en momentos de urgencia.
Hoy están aquí reunidos en casa de Franz K. Han vencido noches de vigilia, de desesperanza, su objetivo así lo requería, ningún esfuerzo les parece ahora vano. Después de años de investigación y de mucho empeño, han conseguido crear a una persona de diseño, por una compleja combinación de manipulación genética, inteligencia artificial y algo más que no es conveniente desvelar todavía. Nada puede ni debe fallar, de hecho en los ensayos preliminares, todo fue bien, pudieron incluso intercambiar algunas palabras con el hombre. Ahora solo queda repetir el ensayo, volver a accionar el mecanismo. Todos se dirigen al taller que en otros tiempos fue establo. Franz K. abre con gran nerviosismo la pequeña puerta de acceso al panel de operaciones. Cada uno de ellos toma asiento en el lugar previsto, las pantallas de los ordenadores se encienden. Cada uno de ellos va a dar las instrucciones oportunas… las últimas instrucciones.
El taller se ilumina, en el centro, sobre una plancha metálica yace un hombre al que han llamado JC en alusión evidente a Jesús el Mesías. Zizi teclea el último mandato. El hombre que yace sobre la plancha metálica se levanta, sin un gesto, sin un palabra, se dirige a una percha cercana, descuelga un chaquetón, se toca los bolsillos como para comprobar que las llaves del auto que le espera fuera están y se dirige a la salida. ¡Lo han conseguido! Sin embargo, Franz K. y su equipo están preocupados por la reacción de su “creación”, que ya en alguna ocasión reflexionó en voz alta ante ellos:
“-Soy el producto de un diseño ad hoc, una mezcla artificial, una combinación o compendio de virtudes según los diseñadores. Debo de ser el modelo que ellos persiguen y con el que alguna vez han soñado. Una mezcla de Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi, Che Guevara, Lutero King o Mandela… ¿Qué cualidades hacen de mí el nuevo profeta, según mis creadores? ¿Ser compasivo, honrado, leal, generoso, valiente, atrevido? Para conseguir su objetivo, mis creadores han hecho uso de los últimos descubrimientos de la informática, de la nueva y avanzada genética y pretenden presentarme al mundo a través de las televisiones y de las redes sociales como una especie de salvador. ¿Pero la pregunta que me asalta es saber si para mí mismo represento un modelo a imitar? ¿Convenceré al ladrón de que no robe? ¿Y el corrupto seguirá mi consejo? ¿Y el cínico, el mentiroso, el cobarde, corregirán su actitud…?“
Para sus creadores, JC es el nuevo profeta que vuelve a reconocer el mundo. Es una suma sobrehumana, es la integración inalcanzable. Todos en uno, el profeta recreado, redivivo, revivido ha salido al mundo… Franz K. y sus cuatro colegas están radiantes, ahora deben esperar. Saben que el día 24, dentro de doce días, él aparecerá en las pantallas de las televisiones de todo el mundo para comunicar la buena nueva.
Llegó la Nochebuena, no habían vuelto a tener noticias de su profeta, los cinco amigos estaban de nuevo reunidos en casa de Franz K. Debían de ser las doce de la noche cuando oyeron el último ronquido sordo de un coche. Todos corrieron al taller, el hombre yacía sobre la plancha metálica inmóvil, con un rictus amargo en su expresión no obstante apacible, entre sus manos cruzadas sobre el pecho, sostenía un pequeño trozo de papel blanco. Con un gesto tembloroso, Franz K. lo retiró y leyó el mensaje que contenía. Mientras tanto, Zizi y los demás colegas pulsaban desesperadamente las teclas de los ordenadores, tratando de conseguir un movimiento de su criatura. Las máquinas parecían estar bloqueadas. Finalmente Zizi, inquirió a Franz K. sobre el contenido del papel, este último murmuraba como un loco:
– Dice que: – ES DEMASIADO TARDE, DEMASIADO TARDE….
León Cohen. Abril de 2014.

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3 respuestas

  1. Aquí estás de nuevo, León, buscando la perfección en un nuevo ser, brindándonos además de momentos excepcionales, leyéndote, la disposición de reflexionar profundamente acerca de temas a los siempre te acercas como nadie.
    Tremenda la conclusión… «… Es demasiado tarde, demasiado tarde…»
    Para ciertas realidades, para mi, es el no haber estado en según qué lugar en el momento adecuado… y puede que, aun y así, los acontecimientos lleguen a sufrir un vuelco inesperado. Para algunos sueños… como por ejemplo esperar la paz, la justicia y la igualdad entre todos los seres humanos… siempre me resisto a pensar que sea demasiado tarde. Hasta tal extremo quiero seguir teniendo esperanza.
    Es, siempre, un placer inmenso leerte.
    Un abrazo

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