Sigo presentando a los integrantes de nuestra Generación BiblioCafé. Hoy le toca el turno a Fuensanta Niñirola.
En todo grupo de escritores que se agrupan en un colectivo, no sé por qué, siempre hay un autor atrapado en las redes del arte en su más amplia expresión, un autor que, además de crear, gusta de descubrir a los demás el sabor de las obras plásticas y, ya que hablamos de libros, de las publicaciones más elegantes que solo unos pocos parecen detectar en este océano de obras que llenan las estanterías. Fuensanta Niñirola es, en nuestro grupo, así me lo parece, esa autora que vive entre páginas selectas y las ofrece a todos a través de su magnífico blog que, desde ya, os invito a visitar:
http://lamiradadeariodante.blogspot.com.es/
Aunque hasta ahora siempre he pedido a los compañeros de GB un relato inédito para poner en este blog y así poder hablar de ellos, con Fuensanta hago algo diferente.
Al conocernos, decidimos enviarnos nuestros respectivos libros (yo le mandé mi última novela El libro de las palabras robadas) y en seguida me hizo llegar Edvard Munch, el alma pintada (Ártica Editorial – Madrid, 2012), y es precisamente a través de este libro como pretendo hablar de ella.
No se trata de una novela, ni de un largo relato, por primera vez, al hablar de un miembro de la GB, he de referirme a un ensayo o a un estudio que, como Fuensanta Niñirola confiesa en la dedicatoria que me hace en su libro: está “…escrito con el interés de una artista… sobre la vida de otro artista”. Y eso es cierto, porque en cada página de este libro, una detallada biografía del artista noruego y, a la vez, un amplísimo estudio de su obra pictórica, se vislumbra la artista que Fuensanta es, volcando la pasión que las pinturas, y la propia vida de Munch, le provocan. Hay fascinación absoluta, y rendición a su genio a través de la admiración que no se oculta.
Confieso que hasta ahora, sabía poco de Munch. Sí, su famoso cuadro El grito, por supuesto, ocupa un lugar destacado, pero Fuensanta me ha descubierto una personalidad compleja, torturada y hasta enloquecida (una locura igualmente curiosa la de Munch), y un artista comprometido con su época y con su propia obsesión creativa. Sus relaciones familiares parecen sacadas de una película de Bergman, complicadas, envenenadas, profundamente contradictorias. Su relación extraña e igualmente tortuosa con las mujeres, su obsesión con la locura y con la muerte, su empecinamiento por ser el artista contra corriente que siempre fue, el creador que buscaba la perfección inasible, y admirador rendido de varios pintores españoles.
Su cuadro de La niña enferma (1885-86) provoca en Fuensanta Niñirola pasajes fascinantes de su libro. Escribe:
“ …Pero no solo recibe las influencias de sus contemporáneos, sino que, por primera vez, ha podido ver y estudiar en los museos de Amberes y París obras de los grandes pintores universales: Rembrandt, Franz Hals, Velázquez, Goya. <Durante mi primera visita a París estaba muy interesado en Velázquez –nos cuenta en sus notas-. ¿Por qué nadie ha notado la relación entre mis grandes retratos y la obra de Velázquez?>. Manet, que había viajado a España y estudiado profundamente al pintor español, transmite ese interés por sus pinturas.
Su primer gran cuadro y a la vez, en palabras del poeta y crítico Peter Schjeldahl, «un grandioso fracaso», es La niña enferma, por lo que supone de nota personal, primera versión de un tema que repetirá muchas veces. Comienza a trabajarlo en otoño-invierno de 1885, embebido de todo lo que ha visto ese verano en París y Amberes, pleno de imágenes, rebosante de técnicas y temas diversos y a su vez, lleno de ideas y sentimientos propios que desea mostrar. Trabaja, asimismo, en un retrato del padre y otro autorretrato, que terminará al año siguiente.La niña enferma representa un punto de inflexión. Es en la opinión de muchos críticos y especialistas en la obra de Munch como Alf Boe y P. Schjeldahl, que apunta la idea de que «la lucha de Munch por hacer la muerte palpable se evidencia en la superficie de la pintura: golpeada, arañada, restregada con trapos y, casi se siente así, castigada por su intransigencia a la pretensión del pintor, que podría definirse como un intento de volver el naturalismo del revés.» Con esta obra el artista cambia de rumbo. La pintura represente a su hermana Sophie, fallecida de tuberculosis a los quince años, y cuyo proceso hacia la muerte mantiene a Edvard profundamente obsesionado… (…)
Busca el artista volcar en el lienzo todo aquello que ha estado gestando en su interior durante años, aquel dolor que le ha angustiado y oprimido desde la muerte de su hermana. La superficie es una capa muy gruesa de pintura, que luego rasca y machaca, modela casi de modo escultórico, con resultado muy distinto a otros cuadros anteriores, en los que la pintura en suaves capas superpuestas trata temas más dulces (pensemos en Madrugada, en los paisajes de Tetchusbakken, toda la obra que desarrolló antes de viajar a París). No sólo la técnica es tratada de modo diferente, es el propio tema el que cambia. Ahora no pinta lo que ve, sino –como él mismo dice, «lo que vio» (Diarios, 1890 N57), es decir, recuerdos, emociones latentes, miedos y angustias reprimidas. La parte siniestra de su vida.”
Un comentario
Era para mi, yo diría… una amiga, una maestra -con ella aprendí mucho- mantuvimos una intensa relación, pero igual que una pareja que se siente alcanzada por la rutina, sin motivo aparente, sin saber por qué… nos fuimos distanciando. Nos desenamoramos… sí, eso fue. Le regalé una reproducción de El Grito, su cuadro preferido, tenía obsesión por ese Grito ensordecedor, por su autor. Una mujer especial, única y también herida por las letras. Este blog no cesa de brindarme sorpresas, pero no contaba con esta. Motivo añadido para no alejarme de este rincón donde tan bien me hace siempre su lectura. Atreverse con Munch dice mucho de Fuensanta Niñirola… seguro que debe ser una mujer especial.
Me quedo con este pasaje… » … aquel dolor que le ha angustiado y oprimido desde la muerte de su hermana. La superficie es una capa muy gruesa de pintura, que luego rasca y machaca…» Muy especial, Fuensanta, extraordinario. Gracias, Sergio, todo un lujo. Un beso