Mi querido Pepe Edery me ha enviado un pequeño relato, escrito larachensemente. Como siempre, está lleno de experiencia y sabiduría, y es un retrato más de ese Larache que se perdió en el pasado; destila recuerdos de una vida muy activa y bien aprovechada, todo hay que decirlo, pero también una guasa que se agradece mucho. Así que os recomiendo que no dejéis pasar la oportunidad de disfrutar y de sonreír con este relato de Pepe Edery.
Sergio Barce, julio 2015
EL BILLAR EN LARACHE: LA CONSORTE y LA TIZA
Antes de irnos de vacaciones este verano y para que descanséis de mis artículos durante estos meses, os envío este recuerdo larachense que me ha venido a la memoria. Historieta que en los últimos años he visto reproducida en muchos artículos y chistes.
Trabajaba como médico en el Hospital de la Cruz Roja creado por las Hijas de la Caridad en 1922, situado en la Explanada de Puerto nº 1, y en el que hacían sus prácticas de enfermería muchas jóvenes y atractivas larachenses. Mi vida transcurría entonces, junto a una de mis sucesivas consortes y pocos años antes de conocer y casarme con mi primera esposa, entre el hospital por la mañana, las partidas de billar tras el almuerzo y los paseos por la calle Chinguiti con mi pareja. Intercalando estos con paradas y aperitivos en el Bar Gallego, en el Bar Matías, en el Cocodrilo, en el Bar Perico, en el Bar Mauri, en el Canaletas o en el Bar Central. Pues ya que mi pareja de entonces, Conchita, guapa y atractiva sevillana y de muy buena estampa pero de difícil e inestable carácter, era imprevisible en sus actuaciones. Vivíamos en la planta baja, que habían abandonado mis primas al emigrar a Israel, del edificio de mi tía y donde nací, en la peatonal calle Baleares.
Mis diarias partidas de billar las jugaba en el Bar Los Alicantinos (calle Chinguiti después del Pasaje de Dris Ben Hamú) y rara vez en el Bar La Marquesina (calle Chinguiti con Cervantes) ya que en este solían jugar verdaderos “maestros” y siempre estaba ocupado. Recuerdo entre los expertos a mi compañero de curso de los Maristas Luís Vázquez qepd, prestigioso fotógrafo, que fue posteriormente varias veces campeón de España de billar. En Los Alicantinos se apuntaban las partidas en una pizarra con una tiza blanca que solíamos conservar en la oreja, a diferencia de otros locales en que había un contador de bolas.
Sucedió que un tórrido día de chergui veraniego y de mucho trabajo en el hospital, terminé muy tarde al igual que algunas enfermeras y que mi amigo y compañero el Dr. Eloy Hontoria. Una de ellas, Pilar, hija de un destacado militar y que utilizaba el coche de su padre, al verme subir la Cuesta del Aguardiente a pie y bajo un Sol aterrador, se ofreció a llevarme a mi casa. Pero me comentó que tenía antes que pasarse por el Hostal Flora (en la carretera de Alcazarquivir) para un encargo. Una vez en la terraza del hostal y ante el cansancio y calor que experimentábamos y que hacía, la invité a un aperitivo antes de regresar a casa. Entre libaciones y libaciones “por el calor” y con el acaloramiento que se estaba produciendo entre nosotros, con la complicidad de un encargado del hostal que conocíamos bien, terminamos en una de las habitaciones. Y tales fueron las lecciones magistrales de “enfermería” que practicamos que acabamos rendidos y adormilados.
Cuando despertamos eran cerca de las ocho de la tarde. Y yo aterrado por la escena que me esperaba de mi consorte trianera Conchita, y a pesar de los buenos momentos transcurridos, y aunque prestos ambos a proseguir; solo se me ocurrió una pregunta:
-Por favor Pilar, ¿tienes una tiza?
La respuesta lógicamente fue de sorpresa y negativa, pero como las mujeres reaccionan mas prontamente e inteligentemente que los varones, bajó rauda a la recepción y subió con una tiza. La guardé y tras unos breves retozos amorosos, nos vestimos, subimos al coche y me llevó cerca de mi casa, dejándome prudentemente en la calle Cervantes. Me puse la mitad de la tiza en la oreja y con paso rápido me dirigí a mi domicilio contorneando La Marquesina y el garaje de Recober, y llegué a casa. Donde me esperaba en el portal mi consorte Conchita con semblante de guardia civil airado y aspecto endiablado y enfurecido de Aicha Kandisha. Nada más verme, soltó la pregunta de rigor femenina:
-¿De donde vienes y tan tarde?
Yo con mi lección preparada, sabiendo el odio que profesaba a mis compañeros de billar le expliqué:
-Mira Conchita, he estado toda la tarde haciendo el amor con Pilar la hija del comandante y en su casa. No hemos parado de magrearnos y de jawar (coitar) aunque siempre pensando en ti. Y así continuaba contando lo sucedido pero a mi manera, hasta que bruscamente me interrumpió para increparme
-¡ Pepe, no sabes mentir¡ Te has pasado toda la tarde y sin probar bocado con la pandilla de tus amigotes jugando al billar. Y sabe Dios donde, porque no estabas ni en la Marquesina, ni en La Unión Española ni en Los Alicantinos.
-¡Y no me sigas mintiendo porque la prueba es que se te ha olvidado de quitarte la tiza del billar de la oreja¡
Cabizbajo y a media voz le contesté:
-Llevas razón querida. Siempre la llevas. No te puedo engañar. No ha colado lo que te he contado.
Y con la moraleja de que siempre hay que decir “la verdad” a tu pareja; a las pocas semanas corté con mi perspicaz consorte, aprovechando que cambiaba de hospital y de ciudad con destino al de Kenitra.
Buenas vacaciones y verano- Dr. José Edery Benchluch- Madrid 2015
Un comentario
Refrescante y simpatiquísimo relato veraniego que me ha hecho sonreir en esta húmeda y calurosa tarde de Julio.
Gracias a José Edery por darnos, a menudo, esos toques de buen humor.
También, un feliz verano!