EL GENERAL SILVESTRE Y LA SOMBRA DEL RAISUNI, UNA NOVELA DEL ESCRITOR LARACHENSE LUIS MARÍA CAZORLA

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Después de anunciar la salida de la última novela de Luis María Cazorla, procede ahora hablar con más detenimiento de esta obra, tal y como ya anuncié en su momento.

El eco de <La ciudad del Lucus> (Almuzara, 2011) ha hecho inevitable su continuación con <El General Silvestre y la sombra del Raisuni> (Almuzara, 2013), algo que para quienes habíamos leído aquella novela estaba más que cantado. De manera que, de nuevo, regresamos a aquel Marruecos de los primeros años del Protectorado para reecontrarnos con viejos conocidos: Pedro Robi, Amparo, Adalberto Gómez, Zeineb, Slimi, Zugasti, Cerdeira… Y por supuesto, y principalmente, el general Silvestre y El Raisuni. Conoceremos con más detalle al teniente general Marina, a Luis Rueda, Samuel Guitta, El Riffi, Alkalay, Sánchez Gómez y López Rienda. Y junto a ellos, en esta obra, cobran relieve y protagonismo el teniente Carlos Pozo, Juan Sanabria o la fascinante Meriam.

Efectivamente, Luis Cazorla recrea de nuevo el ambiente de aquel Marruecos romántico, imán de aventureros, se sumerge en lo que debió de ser la vida de los españoles que trataron de abrirse camino en aquellas tierras y, sobre todo, continúa reconstruyendo el mítico enfrentamiento personal entre dos personalidades condenadas a luchar hasta el final: Silvestre y Raisuni.

Pero es en esta segunda novela donde otro personaje cobra importancia capital: la ciudad de Larache, nuestra ciudad. Luis saca ahora mayor jugo a los espacios y a los rincones más emblemáticos de su pueblo natal para enhebrarlos con la trama y con los protagonistas de su novela. Un ejemplo de cuanto digo podría ser el siguiente fragmento:

(…) …No hay que estar muy enterado de lo que sucede en Larache para saber que usted no es de la cuerda del general Silvestre. Siempre he tenido la impresión de que está jugando en campo ajeno. Imagino que sus contactos con Tetuán y sus viajes a esta ciudad constituyen un medio para mantener al teniente general Marina y al cónsul Zugasti informados al margen de los conductos oficiales de los que, parece ser, no acaban de fiarse –un extraño gesto de complicidad iluminó la cara de Robi, que empezó a parpadear.

-Observo que, como supuse desde que lo conocí, está usted muy informado –replicó Pozo con aire de buscado distanciamiento de lo que acababa de escuchar.

-Muchas  gracias, pero dejemos lo de Tetuán –atajó Robi decidido ya a entrar en la materia que le obsesionaba-. Hace algún tiempo que le pedí información sobre el arresto de Sintal por el asesinato de Slimi. Poco pudo añadir entonces a la versión oficial que me había sido facilitada. Lo comprendí, vista su posición más bien alejada de los que habían dirigido la investigación y detenido a mi empleado –paró y respiró profundamente antes de retomar la palabra-. Ha pasado el tiempo, los días se eternizan y todo sigue igual… bueno, igual es un decir, porque en mis numerosos contactos solo encuentro suposiciones, cabos sueltos e indicios imaginativos más que reales. Dicho de una manera clara: están acusando a Sintal de un delito muy grave sin tener pruebas, y el tiempo pasa y sigue injustamente en la cárcel –concluyó con un movimiento recurrente del labio superior que traslucía nerviosismo.

Pozo guardó un inquietante silencio y siguió remontando la pendiente de la calle Real con la idea de desembocar en el Zoco Chico. Robi calló también; habría sido imprudente seguir hablando en el tono de confianza con el que lo había hecho sin que el guardia civil se pronunciara sobre lo que acababa de decir.

Zoco Chico - foto tomada del blog de Houssam Kelai
Zoco Chico – foto tomada del blog de Houssam Kelai

-Le voy a hablar con toda franqueza, la vida de un hombre está en juego, precisamente la de alguien de quien, se lo confieso, no he oído más que grandes elogios de los señores Zugasti y Cerdeira durante los días que he permanecido en Tetuán –se arrancó Poco con las marcas de una honda preocupación en el rostro, paró un segundo para rascarse la nariz y con la mirada posada en su interlocutor prosiguió con forzada ingenuidad-. No es posible que sólo por los indicios infundados que esgrimen el capitán Lopera y compañía puedan acusarle de tamaña barbaridad y encerrarle en el cárcel. Si compruebo que es cierto lo que usted dice, estoy dispuesto a llegar hasta el final y descubrir todo lo que hay detrás de este asunto, incluso acudiendo al mismísimo teniente general Marina, si fuera preciso. Sé que en Tetuán la causa de Sintal tiene grandes valedores –remató con intensidad que pregonaba la consistencia de sus propósitos. Se paró entonces. Se volvió a rascar la nariz como si quisiera extraer de ella algún pensamiento. Arqueó la cabeza trazando un gesto de resignación y continuó con las siguientes consideraciones:

-Voy a ir más lejos. Por mucho que me cueste hacerlo, creo que tengo que darle la razón –confesó Pozo en un arranque que sorprendió a Robi que no esperaba tanto de él-. Desde el primer momento me chocó mucho la forma de proceder de las autoridades en este asunto, y empecé a investigar por mi cuenta, pero pronto fui apartado por orden directa del general Silvestre, que confió las investigaciones a los que conocemos con los resultados que Sintal y usted están padeciendo.

-¿No le parece un atropello lo que está sufriendo el pobre Sintal sin pruebas y solo suposiciones mal intencionadas? –interrogó Robi animado por la actitud que observaba en su interlocutor.

-No me pida que emita un juicio de valor sobre la actuación de mis compañeros, respete mi silencio en este punto –rogó el teniente de la Benemérita.

-Tiene usted razón, hay momentos en los que no controlo la lengua en este dichoso asunto que me tiene desesperado. Usted es mi última esperanza en Larache antes de acudir a Tetuán –se arrancó el comerciante dispuesto a no dar más rodeos-. ¿Hay algo que yo desconozca en esta maldita historia? ¿Si usted cree, como pienso, en la inocencia de Sintal, me puede ayudar a aclarar los hechos? –reclamó de Pozo con ojos centelleantes y manos crispadas.

-Vengo con instrucciones precisas de Tetuán de ayudarle. Le anuncio también que si estos hechos constituyen una base sólida para mantener la acusación, se va a acelerar al máximo la celebración del juicio con todas las garantías para su empleado –adelantó Pozo con voz calma que sosegó la conversación.

-Eso son buenas noticias –afirmó Robi mientras al fondo se divisaban ya los aledaños del Zoco Chico-., pero discúlpeme que vuelva a la carga: ¿qué hay detrás de todo este montaje?

Pozo se detuvo, descansó una lánguida mirada en su acompañante, y, superando una pausa cuajada de significado, le cogió del brazo, le acercó hacia sí como si quisiera preservar más la reserva de lo que hablaban ante el incremento de los viandantes favorecidos por la inmediatez del Zoco Chico, y dijo:

Juan Vicente Zugasti
Juan Vicente Zugasti

-Sí, hay más, hay bastante más –confirmó con timbre resignado-. Se lo voy a contar por razones de conciencia y porque he sido autorizado por don Juan Zugasti a hacerlo en beneficio de Sintal por quien siente auténtica devoción.

Como en medio del derroche de olores, colores e indumentarias que inundaba el Zoco Chico en la última hora de la mañana de aquel domingo de mediados de julio era difícil seguir la conversación, Robi le planteó elevando la voz <que si se acercaban a el Murciano a tomar algo y seguir charlando con más tranquilidad>, <así nos hacemos un aperitivo>, agregó con expresión que denotaba que el transcurso del tiempo no había barrido del todo sus orígenes noveldenses.

Lo de la mayor tranquilidad era un simple decir, comprobaron los dos nada más atravesar las cortinillas de color azul añil que separaban el interior del establecimiento de las armoniosas arcadas del Zoco Chico. Un enjambre de personas de la más variada procedencia colmaba el lugar, que había dejado de ser el destartalado espacio de años atrás ocupado por mesas y sillas desvencijadas y por un mostrador de madera ennegrecida por el uso. Leandro Campos, su dueño, lo había adecentado para seguir siendo uno de los establecimientos preferidos por la colonia europea, principalmente española, tan multiplicada con la incesante llegada de tropas e inmigrantes. El local estaba pulcramente pintado en blanco; una fotografía grande de Alfonso XIII y otra del mismo tamaño del general Silvestre presidían colgadas detrás del mostrador; en las paredes laterales aparecían fotos del Zoco Chico y de la serpenteante desembocadura del río Lucus, escoltadas por otras de Tánger (aduana, calle Siagines) y de Tetuán (plaza de España, primeras construcciones del ensanche), que proporcionaban una cierta ambientación.

Larache - Camino de la Comandancia
Larache – Camino de la Comandancia

Como ocurriera con <La ciudad del Lucus>, también en “El General Silvestre y la sombra del Raisuni> llama la atención la profusión documental que emplea y que le da esa pátina de realismo histórico. Pero creo que el verdadero acierto de este segundo volumen, de esta particular historia galdosiana de lo que fuera el Protectorado español en Marruecos, es la introducción de nuevas subtramas que enriquecen sin duda a la novela.

En concreto me refiero al personaje de Juan Sanabria, que llega a Larache con un encargo realmente atractivo: ayudar a que la masonería se instale en Larache; me refiero igualmente al personaje del teniente de la Guardia Civil Carlos Pozo, que representa sin duda alguna el idealismo del hombre capaz, recto y leal, del hombre justo, me refiero también a esa historia romántica que surge entre Amparo y Pozo, y me refiero a los trasiegos e intrigas de poder militar y político que tensionó la relación entre Silvestre y Marina, entre los hombres de confianza del general en la comandancia general de Larache y los hombres que cumplían con fidelidad las órdenes de Tetuán, entre los militares que con Silvestre ansiaban el enfrentamiento armado y los diplomáticos que luchaban por conseguir una paz duradera, en fin, entre quienes querían destruir a El Raisuni y quienes alentaban un acercamiento al jerife.

EL RAISUNI
EL RAISUNI

Y en medio de todo este entramado, con crímenes de por medio e investigaciones detectivescas protagonizadas por el teniente Pozo, los lances de amor y seducción encuentran su acomodo y sirven de argamasa para hacer esta historia más cercana al lector.

Con Larache como telón de fondo, la pasional relación entre Silvestre y la hermosa hebrea Meriam, que en una sociedad moralista como la de aquellos años y con la mentalidad de un general Silvestre siempre preocupado por su posición, a veces terminaba por minar tanto los sentimientos como la atracción que sentían el uno por el otro.   

(…) Desde hacía unos meses, la pareja alentaba una diferencia, que en ciertos momentos llegaba a amenazar su relación. Meriam se resistía a ceñirse al papel de querida recluida entre paredes a la espera de su hombre. Ella era soltera, él viudo, y no alcanzaba a comprender tanta obstinación por mantener oculta una relación que, por otro lado, estaba ya en boca de toda Larache. Silvestre no consentía dar estado oficial a la relación; había hecho profesión de viudedad, y la mirada vigilante de su madre doña Eleuteria, de su hijo Bolete y de sus dos hermanas Mercedes y Carmen, que no aprobarían este vínculo, llegaba desde Madrid hasta la ciudad del Lucus; intuía, al fin, que un paso de tal calibre podía volverse en contra del eje cordial de su existencia, su carrera militar.

El problema estalló con motivo de la fiesta que el día de la patrona del arma de infantería se iba a celebrar en el casino militar, creado gracias al impulso de Silvestre e instalado provisionalmente en un edificio situado en una de las esquinas del Zoco Chico que daba a la calle Real, junto al Banco de Estado de Marruecos. Ella le planteó a las claras que quería acompañarlo. Él, enrojecido de furor, lo rechazó de plano. La tensión se disparó entre los dos, que llegaron a decirse palabras tan gruesas que no merecen escritura. Tras un intenso forcejeo, porque en el fondo ninguno quería tirar de la cuerda hasta romperla, llegó la conclusión en forma de pacto: Meriam no le acompañaría en los actos públicos ni se presentaría como pareja oficial del comandante general; a cambio, romperían la jaula de oro que constituía la casa de la calle del Hammán para pasear juntos por lugares concurridos como la calle Real y el Zoco Chico. Sellado el pacto, se desencadenó un soterrado forcejeo, en el que el general intentaba constreñir su alcance al máximo y la judía ampliarlo todo lo posible.

El temporal de lluvia y viento que torturaba Larache desde hacía días sin esperanza de que parara pronto, tenía enrabietada a Meriam, obligada por imponderables de la naturaleza a enclaustrarse dentro de las paredes de su casa. La naturaleza desequilibraba el pacto con su amante y estaba decidida a hacer todo lo que estuviera en sus manos para hacerlo notar. Por eso inventó  la disculpa de su indisposición, que tan encolerizado tenía a Silvestre.

GENERAL FERNÁNDEZ SILVESTRE
GENERAL FERNÁNDEZ SILVESTRE

De nuevo, personajes reales y ficticios pasean por sus páginas, personajes que toda índole y condición, lo que hace de su mapa humano algo creíble y que son ejemplo de la multiculturalidad que se fue instalando en el Protectorado: desde los propios marroquíes como Sintal, Slimi, Alkalay o Abu, hasta los hebreos como Guitta o Cohen, pasando por todos esos españoles que convirtieron Larache en el lugar donde hundir definitivamente sus raíces.

Y junto a ese mundo cercano y cotidiano, Luis Cazorla nos introduce en los despachos de quienes tomaban las decisiones que iban a marcar los designios de aquellos años para hacernos testigos directos de cómo se manejaban en tales lides, y también aquí consigue que nos creamos cuanto nos desvela de la trastienda del poder.

Y curioso y atractivo resulta también todo lo que nos descubre sobre los hábiles movimientos para implantar una logia masónica en Larache, algo que a mí personalmente me ha llamado la atención.

(…) Robi había regresado con la firme decisión de impulsar las actividades de la Asociación Hispano-Hebrea en los valles del Lucus, como, al hablar de ello, se refería a Larache y su zona de influencia siguiendo terminología masónica aprendida en sus contactos tangerinos y tetuaníes. Le estimulaba contribuir a aliviar el ambiente belicista que predomina en su ciudad y ayudar así a las ideas por las que siempre se habían inclinado. Desechó plantear la iniciativa en grupo. Consideró que tenía que hacerlo persona a persona para evitar suspicacias y retraimientos iniciales. Ateniéndose a las pautas que Guitta le había sugerido, se limitó a contactar inicialmente con españoles y judíos. Vio casi imposible que los marroquíes, más destinatarios de las actividades de la Asociación que miembros de ella, se incorporaran a un proyecto de esas características. Le pareció que eso solo podría producirse en organizaciones de contenido más amplio y denominación no excluyente. La posible formación de una logia masónica empezó a pasársele por la cabeza sin cuajar; <hay que esperar, a lo mejor algún día llega el momento, pero, hoy por hoy, es prematuro y demasiado peligroso; hay que dar pasos previos, como el de la Asociación Hispano-Hebrea>, argumentó para sí cuantas ocasiones le visitó la idea.

Tras los primeros contactos, todos favorables, con personas relacionadas con la cada vez menos activa tertulia de el Murciano, amplió el alcance de aquéllos. Abraham Muchatiel, Moses Moryusef, Salomón Medina, Bartolomé Pajares, Francisco Molina y José Doña, fueron, entre otras, personas que manifestaron interés por la iniciativa. Bastantes de ellos lo hicieron obedeciendo impulsos masónicos y con el tiempo ocuparían los primeros cargos de la logia Lixus constituida en Larache en 1922.

Encontró un apoyo importante en José Navarro Díez. Procedente de Pinoso, en la provincia de Alicante, se había casado con Remedios, hija de José Navarro Moreno, uno de los primeros noveldenses que llegaron a Larache. Con planteamientos y relaciones masónicas, se hallaba temporalmente allí . Aunque acabaría marchándose a Kenitra, mientras que estuvo en la ciudad del Lucus, a la que regresaría años después, contribuyó a que las gestiones de Robi fueran fructíferas, preparando así el terreno para la futura formación de la logia Lixus, de la que fue su primer venerable 1º en 1922.

Teniente General JOSE MARINA VEGA
Teniente General JOSE MARINA VEGA

Y aunque el plato fuerte de esta historia de Historia es el enconado enfrentamiento entre Silvestre y Raisuni, contado a través del pulso entre Tetuán y Larache, con el colofón de los luctuosos hechos acaecidos en Cuesta Colorada, que marcaron un antes y un después en el devenir del Protectorado español en Marruecos, lo cierto es que lo que Luis Cazorla relata sobre los asesinatos ocurridos en Larache, las tertulias en el bar de El Murciano, la presencia entre bambalinas de los espías franceses y alemanes –muy interesante la forma de manejar sus contactos por parte de la bella Meriam-, los encuentros entre Amparo y Pozo, y entre Meriam y Silvestre, terminan por convertir este libro en un atractivo ejemplo de novela histórica y de cuadro costumbrista.

En definitiva, una novela ágil, de fácil lectura, llena de vicisitudes, de tramas y de intrigas, con gotas de novela negra y de novela histórica, con imágenes sugerentes y sensuales y con otras violentas e impactantes; en definitiva, el perfecto retrato de una época fascinante.

 Sergio Barce, febrero 2013

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5 respuestas

  1. Precisamente el viernes hice el pedido del tomo de Luis María Cazorla -junto con otro que hace pocos días un seguidor de este blog recomendaba-, el punto y seguido a los acontecimientos ocurridos en y que me dejó la miel en los labios.
    Me esperan horas de intrigas y pasiones, de volver a un escenario que tanta historia encierra y de entregarme a la seductora ficción que esta novela promete, según todo lo que nos adelantas, Sergio.
    Lo espero, impaciente…
    Un beso

  2. A PROPOSITO DE LA BELLA MERIAM MI MADRE ME CONTABA QUE CUANDO ERA ELLA MAS JOVEN LOS HEBREOS DE LARACHE HABLABAN A VOZ BAJA DE UNION ENTRE MERIAM QUE FUE MUY GUAPA Y QUE YO CONOCI , Y EL GENERAL SILVESTRE. MARCEL.

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