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EL PESO DEL AMOR, relato del escritor larachense MOHAMED AKALAY

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   Del escritor larachense y amigo Mohamed Akalay, ya he publicado en este blog otro relato que, como éste, se recoge en su libro «Entre Tánger y Larache» (Sial / Casa de África, 2006). Aquí nos sumerge en el tema de la desesperada huída en patera a la que se han visto y se ven obligadas miles de personas, y a las injusticias a las que se enfrentan algunas mujeres en situaciones extremas.

Sergio Barce, mayo 2011

   <El paso de la vida es como las olas del mar. Vienen, una después de la otra y, cuando quieres darte cuenta, la que has visto hace un momento, ha desaparecido; todas se repiten y ninguna es como la anterior. Lo mismo con la vida, una persona se va y tienes a otra al lado; cuando quieres darte cuenta y amarla, o te vas tú o se va esa persona.>

   ¿Qué pasa en el cerebro de la muchacha para pensar de esta manera? La joven piensa en las dificultades que tiene delante. En lo que la espera en un cercano futuro, junto a un enorme número de personas. Hay más mujeres que hombres. No quiere dejar que el recuerdo huya de su lado; en él se reconforta. Quiere traer al presente la facilidad que otrora hubo en su vida. Quiere detener su tiempo. Quiere olvidar la angustia de intentar entrar en España clandestinamente. ¿Qué culpa tiene ella si en el consulado no le han querido dar el visado para viajar como una persona? <Tiene que traer la autorización de su marido> –le dice un empleado-.

   La mujer piensa en el fondo de su alma que su pasado está allí, pero que es inasible.

   Languidece el día cuando mi marido entra; llevo esperando su llegada toda la tarde y parte de la noche.

   -Querida, perdona que haya tardado un poco, pero el trabajo me tenía entretenido…

   -No te preocupes, Mohamed; lo importante es que ya estás aquí. Claro, podías llamar y decir que tardarías. ¡Es que le temo tanto a los accidentes!

   -Intentaré llamarte la próxima vez si tengo que tardar. ¡Prometido!

   ¡Siempre dice lo mismo y nunca lo hace, es un caso! Pero sé que si no lo hace es por olvido, no por otra cosa.

   ¡Soy la más afortunada de las mujeres! Mi marido me ha dado lo más grande que una mujer puede desear. A él aún no le voy a dar la noticia. Esperaré un par de días más para estar segura.

   -¿Sabes? Dan una película muy bonita y quisiera verla. ¿Te apetece ir al cine?

   -¡Claro que sí!

   Soy la más feliz del mundo. Quiero a mi marido y tengo todo lo que una persona puede desear. Amor, buena situación, nuestras familias se respetan, tenemos estupendos amigos… Y por si fuera poco, estoy embarazada; creo que no hay dudas en ello. Mi marido ha tenido la prudencia de cuidar nuestro cariño, de llenarlo de perfumes y de llevarlo a lo más profundo de nuestros corazones. Me ha pedido que deje los estudios para dedicarme a nuestra casa; para que cuando tengamos hijos les consagre toda la vida; que no nos falta de nada porque con su salario podemos vivir holgadamente. Y así lo he hecho. Por él, por su cariño lo he dejado todo. ¿Habré obrado bien al abandonar mi formación?

   El verano pasado, antes de quedarme encinta, estuvimos de viaje y lo pasamos muy bien. Recordarlo me da un temblor que me atraviesa los huesos; fue tan bonito que no lo puedo dejar perdido en el pasado. No paramos un solo momento. Ciudades maravillosas, museos, tiendas para elegir lo más bonito para vestir. Atenciones y cariño. ¡Ah, esos días maravillosos! Mi marido me lo da todo; soy afortunada y agradezco a Dios su generosidad al ofrecerme este compañero. Al regresar a casa su comportamiento se hace más cariñoso, más grande. Soy una privilegiada y no le puedo pedir a la vida nada más.

   -¿Vamos solos o llamamos a Hasan y Turía?

   -Prefiero que estén ellos también; así tengo con quién charlar.

   Y Mohamed los invita y nos citamos en la puerta del cine. Cuando ellos dos, Hasan y Mohamed están absortos viendo la película le digo quedo a Turía que salga conmigo un momento.

   -¿Sabes, Turía? Por fin lo he conseguido; creo que lo he conseguido… Soy muy feliz.

   -No entiendo qué quieres decir.

   -¡Creo que voy a tener un niño!

   -¡No me digas! Es lo mejor que me han dicho desde hace mucho tiempo. ¡Qué alegría, Nora! ¿Lo sabe ya Mohamed?

   -No se lo he dicho todavía; estoy esperando hasta estar segura…

   -Si no has tenido la regla es que estás encinta; déjate de tonterías.

   -En realidad así es… Pero es que…

   -¿Qué esperas? Tu marido lo estará deseando más que nada. Tienes que decírselo ya.

   Mi amiga me convence para que esa noche le dé la noticia de mi estado a mi querido marido. Cuando lo sabe me abraza tan fuerte que casi me estruja.

   -Ya sabes, todavía no estoy muy segura.

   -De eso no hay la menor duda. Tú tienes en tus entrañas a nuestro niño…

   Su cariño crece; sus atenciones son más afectuosas; sus regalos más frecuentes. Cuando vamos al médico y certifica mi embarazo, su alegría roza la locura; se convierte en el hombre más infantil que había visto. A cada momento imita el llanto de un bebé, y me dice que me levante rápido que <nuestro niño nos necesita>. Ninguno de los dos quiere saber si se trata de hembra o varón; <lo que importa es que tengas un alumbramiento bueno y sin complicaciones, y lo que venga que esté sano y completo; lo demás me da igual; chico o chica es exactamente igual> –me dice, cuando sale a colación de si sería bueno que fuera un niño o una niña-.

   Uno de los días felices es cuando vamos a comprar la cunita; es algo que tengo marcado en el alma, no sé por qué, pero ese día fue algo maravilloso.

   Y llega el día del parto; mi marido no se aparta de mi lado; está sufriendo por lo que sufro; y con ese dolor que solo la mujer conoce, lo quise aún más, agradeciéndole la oportunidad que me brindaba de dar vida a una persona; la gloria más grande de los seres vivos. Es una niña muy hermosa. Ambos le damos nuestro amor más profundo.

   Los meses siguientes compartimos alegría y felicidad junto a la pequeña Zainab. Son días de tranquilidad, amor compartido y sentido de responsabilidad. Y…

   ¿Tenía que ocurrirme a mí? ¿Qué mal hice en la vida para que me ocurra algo tan tremendo? Quisiera no recordar este periodo, mas se me hace imposible.

   La noticia me llega a través de mis padres. Ellos vienen a la casa y me dicen que mi marido ha muerto en un accidente. ¡Un accidente! A lo que más he temido toda mi vida. Desgracia. Mi niña tiene únicamente un año y se ha quedado sin padre. ¿Qué hacer?

   Angustia, impotencia, dolor.

   Y empieza el duro periplo de buscar trabajo; de pedir consejo y apoyo a los que siempre se consideraron amigos. Y florece la verdad. Todos quieren acostarse conmigo. No recuerdo a uno al que me haya dirigido y que no haya demostrado interés por mi cuerpo y mi sexo. Puede que exista alguno por ahí que no sea de esta casta, ¡yo no lo he conocido!

   Todos ven en ti a la que fácilmente pueden obtener. A <la tía que está necesitada de sexo y que no puede rechazarme; total, todas son iguales>. Muy pocos creen que sigues enamorada de ese hombre ya ido; que el sexo ha muerto porque él ya no está. Muy pocos te prestan su ayuda sin pedir a cambio <una buena tarde en…>. ¡Y cada vez quiero más a mi marido!

   El trabajo no aparece por ninguna parte. ¿Qué hacer? La niña necesita una infinidad de cosas que tengo que asegurarle. Los ahorros logrados por Mohamed y yo amenazan con diluirse. Cuando el dinero se acabe, ¿a quién podré acudir?

   Pido un visado y me voy a España; me quedo y busco trabajo. ¿Puedo hacer otra cosa? El visado es temporal, pero no me queda más remedio que engañar a los que dan ese permiso de entrada a España; debo buscar una salida a esta difícil situación lo antes posible.

   En el Consulado me dicen que como no tengo medios para subsistir en España, el visado se me deniega. ¿Qué hacer? Pues como casi todo el mundo; buscar a los que te llevan en barcas hasta la costa española. Esto, antes que entregar el honor de mi marido a estos desalmados. Lucharé por mi hija toda mi vida, y haré de ella una mujer de bien.

   Ahora estoy aquí y espero que el hombre que nos va a llevar a España cumpla con su trabajo lo mejor que pueda para ofrecerme la oportunidad de trabajar. ¿Me respetarán los españoles? ¿Querrán darme trabajo sin pedirme a cambio que me acueste con ellos? ¡Oh, Dios, es lo que más deseo! Estoy dispuesta a todo, a matarme trabajando, pero jamás me volverá a tocar otro hombre. ¡Soy de mi marido para siempre jamás!

   Lo que más me ha dolido es que Hasan también ha querido acostarse conmigo; he sido incapaz de decírselo a su mujer; no he querido generar un problema familiar. Se ha olvidado que mi marido, es su amigo y ha insultado su memoria, que su mujer es amiga mía; se ha olvidado de todo y únicamente quería tener mi cuerpo; pero eso jamás ocurrirá. ¿Así son todos los amigos? ¿Y si se entera su mujer, qué podría hacer?

   La joven mujer se siente cansada. Los ojos quieren cerrarse. Piensa, casi soñando, que jamás buscará nada fuera de ella misma; que siempre irá por el camino que su interior lo indique.

   El hombre que la recibe está perfectamente bien vestido; traje y corbata. Está sonriendo y le tiende amistosamente la mano, como si se conocieran de toda la vida.

   -Bienvenida, Nora. ¿Sabes que te llevamos esperando toda la vida? Tu sitio está desocupado desde que se creó el mundo.

   -Pues ya estoy aquí. Tengo noticias de vuestra espera, pero no podía venir porque tenía una misión que cumplir. Ahora me dedicaré a mi trabajo aquí.

   -Vamos al coche. Así llegaremos antes.

   Nora siente que está volando, que el coche ahora es un avión, y que abajo hay muchos ríos; verdes praderas y muchos animales pastando. Está deseosa de empezar a trabajar, porque mucha gente depende de ella…

   -Hay miles de personas esperando tu llegada; llevan esperando una eternidad. ¡Sálvalos, por favor!

foto de Laurens Nijzink

   De pronto una serie de cuerpos envueltos en viejísimas mantas. Un hombre está intentando quitarles los andrajos; a medida que quita las telas, se da cuenta que ahí no hay ningún cuerpo, que esas sustancias, si algún día estuvieron entre esos tejidos, en ese momento no quedaba restos de ellos. ¿Dónde habrán ido a parar los cadáveres que había entre esas telas?

   -¿Ves, Nora? Si no lo remedias, todos terminaremos así.

   -Haré para que los cuerpos desaparecidos regresen…

   -¡Oiga señora! ¡Despierte! Ha llegado el momento del viaje.

   -¿Viaje?… Ah, sí.

   ¡Solo era un sueño! Pero era tan auténtico que juraría que ese señor existe y que esas telas son de verdad…

   Querido mío, mi suerte ya está echada. Tú sabes que no puedo hacer otra cosa; que si me quedo nunca me respetarán. Y si tus manos ya no pueden tocarme, jamás me entregaré a las de otro hombre. ¡Ayúdame, querido! Nuestra hija lo necesita.

   -Despierte porque ya han avisado que nos preparemos.

   -Muchas gracias, señorita.

   De una habitación, cuya puerta siempre estaba cerrada, sale en ese momento un hombre alto y fornido. Tiene en la mano un impermeable y no parece estar con muchas ganas de hablar con los presentes. Hace un gesto violento y dice <síganme todos>.

   Nora sigue a los <clandestinos>  y se encomienda a Dios y a la memoria de su marido.

   -¡Querido mío, ayúdame para que todo salga bien!

   Toman un camino que lleva a la playa; delante están las barcas de la salvación.

   Recuerdo cuando lo veía todo por televisión, barcas exactamente iguales a estas gentes como nosotros; ¡qué pena me daban! Cuando cientos de pobres jóvenes se aventuraban y muchos eran detenidos. La televisión anunciaba que otros habían desaparecido. Decían eso para no decir que el mar se los había tragado. ¡Pobre gente! ¿Pobre? Pues ahora soy una más de esas que tienen que arriesgar su vida con la intención de hallar soluciones a la angustia de sentirse humilladas; marginadas; ultrajadas por el comportamiento de la gente, por una sociedad incapaz de cumplir con sus obligaciones más elementales.

   La muchacha siente un vacío total en la mente, siempre que todo va a comenzar, como cuando el mundo se hizo y empezó a rodar. Las olas marinas apenas se mueven.

   ¡Oh, mar! En ti se juntan todas las fuerzas de la naturaleza; ayúdame para que alcance el final de este camino. Dame tu bendición y permíteme que pueda ser una mujer digna de mi marido y de mi hija.

   -Rápido. Subid. Tenemos suerte, el tiempo es bueno y no tendremos problemas de oleaje.

   ¿Es quizás el preludio de un final positivo? La muchacha ignora que en la otra orilla hay gente esperando la llegada de esas barcas; unas pocas personas para ayudar; otras para detenerlas, la mayoría para chuparles la sangre. Nora ignora que en la meta fijada están avistando el horizonte, esperando que aparezcan ella y sus acompañantes, para hacer de su cuerpo un filón de grandes ganancias.

Mohamed Akalay, Sergio Barce & Lorenzo Silva
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