Volvamos a Larache. Cuando presentó su último libro, León Cohen se prometió a sí mismo no volver a escribir más sobre su infancia, pero, como le ocurre a todos los que crecimos en aquella ciudad inolvidable, ha caído de nuevo en la tentación. León me escribe para justificar su recaída que los relatos lo persiguen y que, por este motivo, no ha podido evitar que nazca otro más… Y me lo envía para que yo haga lo que quiera con él. El primer impulso es robárselo, me ha gustado tanto que la parte oscura del alma me empuja hacia una maldad. La otra parte, la que me domina, me dice: «siéntete orgulloso de que tus amigos se fíen de ti, tanto que incluso son capaces de enviarte sus cuentos para que los cuelgues en tu blog… Será que se sienten seguros con lo que vas a hacer con ellos, será que te tienen algo de simpatía, que te aprecien tanto como tú a ellos…» Bueno, cedo a esta segunda idea, es inevitable, y además es una manera muy cómoda de darse coba a uno mismo. En fin, que voy a hacer con el relato de León Cohen lo que me da a gana: compartirlo con todos. Y ahí os lo lanzo porque sé, pese a ese primer impulso criminal, que reconoceréis la pluma de León y que lo váis a disfrutar casi tanto como yo.
Sergio Barce, diciembre 2013
“Más tarde o más temprano, el tiempo nos devuelve al jardín de la infancia, al jardín de los recuerdos, que para mí siempre estará entre el Jardín de las Hespérides y el comedor de Luna.”
Extractodel relato “Carta a mis tías” del libro <Cartas y Cortos> (2011), de León Cohen.
El rincón del comedor
Está sentada en el suelo junto a la Singer y mira a la cámara de fotos con cierta desconfianza, mientras, nos tiene sentados a los dos hermanos en su halda. Es con seguridad el año 1948. Está sentada en su rincón del comedor, para mí el rincón de la memoria. En el comedor de Luna no hay nada más que una mesa y alguna silla, es un comedor desierto, inevitablemente austero, yo agregaría que pobre, muy pobre, donde únicamente destaca un tragaluz que aporta cierta claridad a la estancia. Luna no necesita silla alguna, le basta y le sobra con el suelo. En ese lugar suele coser, girando con su mano el volante de la máquina Singer, que alguno de sus hijos le ha regalado o que ella misma habrá comprado a “dita”. En esa máquina, ella misma se cose sus blusas y sus largas faldas, pues en aquel Larache, que yo recuerde, no había comercios donde vendieran confeccionadas aquel tipo de prendas tan “sui generis” que ella usaba. La Singer constituye por lo tanto un elemento de apoyo fundamental en su vida diaria, que además, llena de vida el ambiente del comedor, haciéndolo aparecer como un pequeño taller de costura.
La recuerdo en ocasiones muy precisas, en ese mismo “su rincón”, petroleando su inmensa cabellera, para conservar el cabello limpio de parásitos indeseables (?) o quizás para fortalecerlo. Pero este ejercicio de limpieza tiene su protocolo: primero se desprende de su “mejerma” o pañuelo y luego deshace sus largas trenzas, convirtiendo a estas en una densa e inacabable melena, de color entre negro y gris, todavía. Luego se mesa el pelo acariciándolo suavemente, y recorriéndolo con sus manos. Finalmente lo impregna muy poco a poco con petróleo o producto parecido (ese olor fuerte y característico ha quedado en la memoria de mi pituitaria) y lo peina muy despacio, tomándose su tiempo, de arriba a abajo con un peine espeso, desde el nacimiento hasta las puntas del cabello. Este proceso parece relajarla y rejuvenecerla a un tiempo. De vez en cuando, toma del suelo su cajita de plata y esnifa un poco de rape, parece que le despeja la cabeza al estornudar, al menos eso dice ella.
León Cohen en la Plaza España y su tia Mery
En ese comedor come toda la familia a diario y en particular, todos los sábados se come la dafina y la orisa. Menos mi padre, comensal austero y frugal donde los haya, todos los demás preferimos la dafina. La orisa tiene la ventaja de ser más liviana y más fácil de digerir, la dafina es más pesada pero bastante más sabrosa. La primera lleva trigo principalmente, mientras que la dafina contiene un poco de todo, desde garbanzos, patatas y batata, además de carne de vacuno y de pollo y sobre todo los inolvidables huevos duros… Ambas comidas se cocinan conjuntamente durante toda la noche del viernes. La orisa se cuece al calor de la dafina, con el vapor que de esta se desprende. En casa de mi abuela, cada uno de los comensales se prepara el plato a su manera, siguiendo su propio protocolo: así, mientras unos optan por disponer de todos los componentes en el plato, para poder mezclarlos a su antojo, otros prefieren ir por partes, comiendo primero el caldo y los garbanzos para terminar luego con el resto de ingredientes. A esta comida tradicional sefardí, paradigma culinario y cultural de mi educación sentimental por todo lo que en mi memoria la rodea, dediqué estas palabras no hace mucho.
Huele a Dafina
“Algunos sábados en mi casa, sobre todo en invierno, huele a dafina. Quizás mi casa, sea la única en todo Algeciras que huela así. Justo enfrente, en Gibraltar, los judíos de origen tetuaní, que conservan esta tradición culinaria son multitud. Es un aroma peculiar que me remonta a la primera infancia, a la casa de mi abuela Luna, a la que puedo recordar levantándose a media noche, para añadir agua a la dafina que se cocinaba en el anafe. También me recuerda la casa de Alo y Simy, primas de mi padre y magníficas representantes de la cocina sefardí. Ellas dejaron parte de su legado a mi mujer, a la que igualmente ahora, sorprendo en ocasiones los viernes por la noche, bajando las escaleras para vigilar la dafina. Y es que, parafraseando a Vargas Llosa, yo también tengo la suerte de tener una mujer que lo hace todo, y todo bien. Muchos guisos tienen un olor y huelen muy bien, pero para mí ninguno iguala al de la dafina. Porque la dafina, además de oler como ninguno, huele a infancia, a sábado, a familia, a cariño, a Larache, Zoco el Arba, Tetuán o Tánger. Es el olor de un pueblo y la manifestación más genuina de una personalidad y de la continuidad de una tradición de siglos: la del pueblo sefardita.”
Imagen de «AQUEL RINCON DEL COMEDOR»
Aquel rincón del comedor, aquel trocito de casa carente de cualquier comodidad, única propiedad de mi abuela y su lugar de costura y de esparcimiento, aquel cuadradito de losetas blancas y negras, que ella convertía en centro neurálgico de la casa y revestía de un halo de paz, abierto pero íntimo, como si una cortina invisible fijara unos límites inexistentes, sin puerta ni paredes, aquel rincón devendría con el tiempo uno de los lugares más queridos de mi memoria. Desde ese rincón de la ternura, cuando yo era muy niño, mi abuela Luna, bajo cuerda, me mandaba al «bakalito» de abajo, a que me comprara un bocadillo, el día del Yom Kippur, pues ella no podía permitir que su nieto se quedara “tahanit” (sin comer). Creo que esta anécdota he debido de contarla más de una vez, pero hoy pienso que era esa su manera de protegerme de aquel dios de los mayores, que parecía tener tanto poder, que nos creíamos obligados a no comer ni beber. Yo no quería tener un padre así, porque en definitiva, qué es dios para un niño sino alguien muy parecido a su padre. En fin, no he podido evitar volver a la casa de mis recuerdos, al rincón del comedor de Luna, a ese rincón desértico y austero, pero lleno de vida y de ternura, que siempre para mí será el rincón de mi memoria.
Buenas…. Querido Sergio… En primer lugar son narrativas de nuestra infancia, que adoraba la convivencia que habia entre las tres culturas. Y que nos recordaba el ambiente frenético en nuestra pobre y carismática » LARACHE » …. Gracias y un fuerte abrazo.
Y has hecho lo que mejor podías, Sergio, compartir con todos nosotros este relato de León Cohen. A mí, lo que me hace sentir orgullosa es tener paisanos con tal sensibilidad y delicadeza a la hora de dejar plasmado en el papel tantos sentimientos y recuerdos.
Tu relato, León, entrañable, emotivo y maravilloso, nos hace volver a la infancia y a esos momentos inolvidables en los que no hacía falta imágenes (aunque las que aportas son preciosas) para ver esas losetas en blanco y negro, para presenciar todo el ritual de Luna cuando suelta y peina su larga melena, para que los sentidos se impregnen del olor a Dafina… porque sabes definir a la perfección y con todo lujo de detalles esos instantes irrepetibles en nuestra vida.
Me has hecho volver al comedor de mi abuela paterna, en Tánger… con ese mismo suelo y esa Singer -mítica- donde ella cosía sin cesar, siempre la recuerdo cosiendo para todos, siempre incansable, siempre entregada a su labor, también con su larga melena…
Gracias por estos momentos vividos, gracias por acercarnos de nuevo a la infancia. Tu relato sabe calar en lo más hondo y tierno de nuestro ser.
Para ti y para esa gran mujer que cocina tan bien… un maravilloso 2014!!
Déjame que cite esa frase tuya que tanto me ha gustado…
«La dafina huele a infancia, a sábado, a familia, a cariño, a Larache, Zoco el Arba, Tetuán o Tánger…»
Sinceramente, te deseo lo mejor.
Albert Camus disait que ”La pensée d’un homme est avant tout sa nostalgie“….lo que sería más o menos traducido » el pensamiento del hombre es ante todo su nostalgia»..
Sé cuanto te gusta Albert Camus y tú, tanto como él, has sabido relatar esos tan dulces recuerdos de tu infancia.
Te deseo mi querido Léon un montón de exquisitos sábados.
Cien años del nacimiento del hombre rebelde. Camus también hace parte de mi memoria sentimental. En un plano diferente. Cuando lo leí con mayor entusiasmo , yo tenía dieciochoaños quizás veinte. Luego siempre lo he llevado conmigo. Hace parte de mí. Ahora me doy cuenta de que tenemos cosas en común: ambos nacimos cerca del sol, cerca del mar; él en Orán yo en Larache, ambos hemos tenido algo o mucho de pied noir, medio españoles o medio franceses, ambos fuimos hijos de madre española, los dos hemos sido viscerales malgré tout, seductores porque no decirlo, intelectuales quizás, amantes de la vida y generosos con ella… Una de sus frases más conocidas nos refleja a los dos: Si la justicia tuviera razón en contra de mi madre, yo siempre estarái con mi madre. Expresa toda una manera de ser.
Besos para ti amiga Daniela y suerte
6 respuestas
Buenas…. Querido Sergio… En primer lugar son narrativas de nuestra infancia, que adoraba la convivencia que habia entre las tres culturas. Y que nos recordaba el ambiente frenético en nuestra pobre y carismática » LARACHE » …. Gracias y un fuerte abrazo.
Y has hecho lo que mejor podías, Sergio, compartir con todos nosotros este relato de León Cohen. A mí, lo que me hace sentir orgullosa es tener paisanos con tal sensibilidad y delicadeza a la hora de dejar plasmado en el papel tantos sentimientos y recuerdos.
Tu relato, León, entrañable, emotivo y maravilloso, nos hace volver a la infancia y a esos momentos inolvidables en los que no hacía falta imágenes (aunque las que aportas son preciosas) para ver esas losetas en blanco y negro, para presenciar todo el ritual de Luna cuando suelta y peina su larga melena, para que los sentidos se impregnen del olor a Dafina… porque sabes definir a la perfección y con todo lujo de detalles esos instantes irrepetibles en nuestra vida.
Me has hecho volver al comedor de mi abuela paterna, en Tánger… con ese mismo suelo y esa Singer -mítica- donde ella cosía sin cesar, siempre la recuerdo cosiendo para todos, siempre incansable, siempre entregada a su labor, también con su larga melena…
Gracias por estos momentos vividos, gracias por acercarnos de nuevo a la infancia. Tu relato sabe calar en lo más hondo y tierno de nuestro ser.
Para ti y para esa gran mujer que cocina tan bien… un maravilloso 2014!!
Déjame que cite esa frase tuya que tanto me ha gustado…
«La dafina huele a infancia, a sábado, a familia, a cariño, a Larache, Zoco el Arba, Tetuán o Tánger…»
Sinceramente, te deseo lo mejor.
Tus palabras siempre son bienvenidas Joana. I wish you the best for the coming year. Good luck forever.
Albert Camus disait que ”La pensée d’un homme est avant tout sa nostalgie“….lo que sería más o menos traducido » el pensamiento del hombre es ante todo su nostalgia»..
Sé cuanto te gusta Albert Camus y tú, tanto como él, has sabido relatar esos tan dulces recuerdos de tu infancia.
Te deseo mi querido Léon un montón de exquisitos sábados.
Cien años del nacimiento del hombre rebelde. Camus también hace parte de mi memoria sentimental. En un plano diferente. Cuando lo leí con mayor entusiasmo , yo tenía dieciochoaños quizás veinte. Luego siempre lo he llevado conmigo. Hace parte de mí. Ahora me doy cuenta de que tenemos cosas en común: ambos nacimos cerca del sol, cerca del mar; él en Orán yo en Larache, ambos hemos tenido algo o mucho de pied noir, medio españoles o medio franceses, ambos fuimos hijos de madre española, los dos hemos sido viscerales malgré tout, seductores porque no decirlo, intelectuales quizás, amantes de la vida y generosos con ella… Una de sus frases más conocidas nos refleja a los dos: Si la justicia tuviera razón en contra de mi madre, yo siempre estarái con mi madre. Expresa toda una manera de ser.
Besos para ti amiga Daniela y suerte
Siempre es un auténtico placer adentrarse en los relatos de Léon Cohen: humanos, realistas y transmisores de sentimiento.