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Fragmento de novela inédita (en busca de editor)

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Os adelanto un pequeñísimo fragmento de la novela que estoy terminando de escribir, y que aún no tiene título (ni editor, como señalo en el encabezamiento):

Firmando ejemplares de ULTIMAS NOTICIAS DE LARACHE

«También adquirí una edición muy deteriorada de La tregua de Benedetti, en este caso probablemente porque las heridas evidentes de su encuadernación y de sus hojas amarillentas movieron a mi compasión. Toqué muchos libros, y escudriñé las palabras escritas a mano en sus interiores, los nombres de gentes desconocidas que habían sido sus dueños o de quienes habían sido mencionados en las dedicatorias, que es probablemente uno de los encantos de comprar libros de segunda mano.

A Miriam. Por tu cumpleaños, aunque no sea hoy. Diego

Había dedicatorias muy similares, o sencillamente el nombre y el apellido de quien los hubiese adquirido, a veces con la fecha de compra. Pero hubo una que llamó poderosamente mi atención.

Si te gusta este libro, devuélvemelo con tu nombre escrito en la última página. Luis Ávila. Agosto, 1975

Iluso, pasé las hojas, pero no encontré huella de la respuesta. Pensé en la frustración de ese hombre cuando recibiera de vuelta este volumen de Carta de una desconocida de Stefan Zweig sin el nombre de su amada o de quien quiera que fuese su destinatario. Lo imaginé revisando las diez últimas páginas, adelante y atrás, varias veces, inseguro, con la esperanza de que lo hubiera hecho en un lugar equivocado, de que esa persona que tanto significaba para él le hubiese correspondido con sus simples iniciales, con algo. Hice lo mismo, como si yo también me resistiera a aceptar lo ocurrido. Sin embargo, no hallé nada, y si me sentía desolado por ello cómo habría de estarlo Luis Ávila treinta y cinco años antes. Por supuesto, me lo quedé, resuelto a escribir mi nombre en la última hoja con fecha de dos mil diez, y compensar a ese hombre de alguna forma.

Había gran cantidad de stands especializados en libros de Historia, colecciones ilustradas, de viajes y de cine. Comprobé que las memorias, y las publicaciones de bricolaje, floristería y cocina se vendían como rosquillas. Por el contrario, los libros de poesía parecían languidecer y la gente pasaba por delante de ellos con cierta aprensión.

Casi a la mitad de los expositores, me encontré con una caseta más pequeña que el resto, apenas un metro de mostrador, y curiosamente sin libro alguno sobre él. Lo atendía un hombre enjuto, el único que vestía con traje de chaqueta (en las ferias de libros usados casi nadie viste de esa manera, como si el desaliño formara parte de ellas). Era un traje azul marino, recio, al que complementaban una corbata amarilla y una camisa blanca con rayas celestes. De los puños, asomaban unos gemelos de oro. El hombre tendría unos sesenta años, era alto y elegante, el cabello plateado, bien peinado, y daba la impresión de ser un tipo culto. En ese momento hablaba con una pareja bastante joven a la que entregó una bolsa con un libro en su interior. Imaginé que por su tamaño se trataría de un diccionario enciclopédico, aunque sólo era una deducción. En cuanto ellos se separaron del stand, el hombre me miró de una manera que hacía imposible que pasaras de largo. De manera que me acerqué. Fue como si me hubiese cazado con un lazo invisible.

-¿Ha encontrado algo interesante? –Señaló con un gesto de la cabeza los libros que llevaba en la mano.

-Algo –repliqué-. Teniendo en cuenta que no pensaba comprar, se podría decir que sí.

Trataba de adivinar qué era lo que vendía ese tipo, pero ni siquiera había un triste cartel de propaganda a su espalda. La caseta era terriblemente desalentadora.

-Pero no lo que buscaba realmente –ironizó.

-No busco nada en concreto –le dije algo irritado.

Me pareció un solemne engreído, como si quisiera hacerme creer que era capaz de adivinar mis intenciones o mis preferencias. Estaba en la feria porque la había mencionado Gilabert, y sólo buscaba relajarme. Seguramente trataba de aplicar conmigo sus rancias técnicas de venta, de manera que me dispuse a resistir y a vencer.

-Hay algunos libros que no se encuentran de una manera sencilla –su voz era agradable, aterciopelada, y, he de reconocerlo, hipnótica-. No le hablo de libros descatalogados, ni de incunables, ni siquiera de ediciones limitadas… Le hablo de esos libros que cada uno de nosotros, íntimamente, hemos deseado tener entre nuestras manos…

-Supongo que tiene razón… -intenté marcharme.

-Claro que la tengo –irguió el cuerpo, y me miró con sus ojos azul mar como si tratara de ahogarme con ellos, y me quedé parado, aguardando ahora no sabía el qué-. Estoy convencido de que usted tiene en mente una novela o un poemario o una autobiografía, da igual, pero se trata de esa obra de la que ha escuchado o leído pero, por las razones que sean, nunca ha estado a su alcance. ¿Se imagina que pudiera conseguir ese libro en concreto cuando usted lo deseara?»

Sergio Barce

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4 respuestas

  1. Acabo de leer el fragmento de tu novela y parece que puede ser muy chula, por lo menos t entran ganas de seguir leyendo que ya es mucho…bueno, eso SIEMPRE pasa con tus novelas, (por si lo lee el posible editor).
    Bueno, para cuándo un personaje inspirado en tu hermana chica que te quiere tanto????
    Un beso, te quiero.

  2. Por un momento pensé que era algo que te había ocurrido de verdad, no me he dado cuenta que era un extracto de tu nueva novela hasta un rato después de estar leyendo. Creo que eso es bueno porque te crees la historia y te atrapa.
    Continúa con ella.

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I am a writer, blogger, and traveler. Being creative and making things keep me happy is my life's motto.

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