Algo de poesía. Estos versos, que siempre me causaron cierto desasosiego, pertenecen a <Poeta en Nueva York. II. Los negros> (1929-1930), del gigante Federico García Lorca.
IGLESIA ABANDONADA
Balada de la gran Guerra
Yo tenía un hijo que se llamaba Juan. Yo tenía un hijo. Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos. Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote. He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! Saqué una pata de gallina por detrás de la luna y luego comprendí que mi niña era un pez por donde se alejan las carretas. Yo tenía una niña. Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios. Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar! Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos. y las cerillas apagadas se comían los trigos de la primavera. Yo vi la transparente cigüeña de alcohol mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes y vi las cabañas de goma donde giraban las copas llenas de lágrimas. En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!, cuando el sacerdote levanta la mula y el buey con sus fuertes brazos, para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados paisajes del cáliz. Yo tenía un hijo que era un gigante, pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo. Si mi niño hubiera sido un oso, yo no temería el sigilo de los caimanes, ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles para ser fornicado y herido por el tropel de los regimientos. ¡Si mi niño hubiera sido un oso! Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los musgos. Sé muy bien que me darán una manga o la corbata; pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas: Él tenía un hijo. ¡Un hijo!. ¡Un hijo!. ¡Un hijo que no era más que suyo, porque era su hijo. Su hijo. Su hijo. Su hijo.
2 respuestas
Sergio: no conocía ese poema que también a mi me parece desconcertante pero lleno de la pena negra que impregnó la obra del gran FEDERICO. Un abrazo.
Me alegro que coincidamos, querido Fernando. Un abrazo