Joana me envía a mediodía de hoy un sms para darme la noticia, porque sabe que conozco a José Antonio y le admiro, y le tengo mucho afecto. Busco las noticias, y en El País leo la grata sorpresa, la mejor noticia que sus amigos podíamos esperar:
«El escritor José Antonio Garriga Vela ha obtenido hoy el premio de Novela Café Gijón de 2013 por su obra El cuarto de las estrellas. El libro sigue las vivencias de un hombre que sufre un síncope, pierde la memoria y, una vez que la va recuperando poco a poco, empieza a escribir la historia de su familia.
El jurado del premio ha querido destacar su «sorpresa ante una novela inusual, que supera el realismo tradicional con imágenes y situaciones de gran calidad expresiva que van creando una atmósfera de misterio extraordinariamente sugerente”. Se trata de «un relato muy fluido acerca de un hombre que, en un paraje desolado, busca saber quién es a través de la historia de su padre», continúa el fallo del jurado.
El galardón está dotado con 20.000 euros, a lo que se añade la publicación de la obra por la editorial Siruela al año siguiente. Garriga Vela se presentó bajo el seudónimo de Atticus Finch y recibió el reconocimiento por unanimidad.
El escritor catalán (Barcelona, 1954) se estrenó en la novela con Una visión del jardín, aunque alcanzó la fama con Muntaner, 38. Es autor, entre otros libros, de Los que no están y Pacífico.»
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/19/actualidad/1379584676_727925.html
Luego, le llamo. Su móvil echa humos, así que he de repetir la llamada hasta que por fin consigo tener la línea libre. Contesta con un sencillo: «¡Sergio!». Le noto eufórico. Le digo que siempre que lo llamo es por alguna buena noticia, y hoy es una muy buena noticia. Se ríe, con esa mezcla suya de timidez y de sencilla humildad. «Aquí estoy, en Madrid», me dice. «Me han llamado y he tenido que venir en seguida. Acabo de celebrar una rueda de prensa, y he tenido que contestar a muchas preguntas…» Hay un tono de paciencia en sus palabras, como si le hubieran preguntado alguna cosa que a él no le interesara mucho, o quizá es una impresión mía equivocada.
Le digo que el premio es de los más apetecidos para cualquier escritor: el Premio de Novela Café Gijón. Que suena muy bien. «Sí. Es de los que le gusta a uno recibir…» ¿Cuándo sale la novela, Jose?, le pregunto. «Creo que para enero o febrero. La editará Siruela.» Tendremos que celebrarlo, añado yo. Vuelve a reír. «Sí. A ver si nos vemos. Nos llamamos cuando esté de vuelta en Málaga». Me doy cuenta que sigue igual, que no se le sube el éxito a la cabeza, que es el mismo hombre afable y accesible de siempre. Noto que le apremian, que le agasajan o que le rodea una tribu de periodistas o de seguidores. Siento que quizá le robo tiempo, el tiempo del gozo, y me despido diciéndole: Jose, disfruta el momento. Vuelve a reírse, nos decimos adiós.
Además de su manera extraordinaria de narrar, compruebo que ha tenido la genialidad de firmar su novela con el seudónimo de Atticus Finch, el personaje que encarnara Gregory Peck en el film «Matar a un ruiseñor». Nombro la película en vez de la novela porque José Antonio es un cinéfilo empedernido como yo, y sé que lo ha hecho más por el film que por el libro. No hay tanta distancia entre Atticus y José Antonio. Dos hombres buenos. Estoy deseando abrazarlo.
José Antonio Garriga Vela, además de esta novela ganadora del Café Gijón, es el autor de la novela Pacífico, de la que escribí en este mismo blog un largo artículo.
En mi ultima novela, <El libro de las palabras robadas>, hago mención a ella. Reproduzco el pasaje, porque es un pequeño homenaje a su magnífica novela, y ahora un homenaje a él:
» (…) Y Moses Shemtov me miró como si tuviese delante a un trolero. Pero luego se puso a leer algunos párrafos de mi libro, y minutos después volvió a explorar en mi pasado.
-Deduzco entonces que tu hermana no te reveló ninguna novedad más del último viaje a Tánger -dijo dándome el pie como hace un actor a otro en el escenario.
-No -le respondí-. Cuando salí de la casa de Silvia, me sentía tan abrumado que habría sido capaz de coger el primer avión y desaparecer para siempre. En lugar de hacerlo, decidí pasear; necesitaba sentir el aire en mis mejillas, olvidar todo lo que mi hermana me había hecho recordar. Creo que la maldije por eso. Pero mientras caminaba me acordé de Joan Gilabert y de su machacona insistencia para que comprara alguna obra de Kozer en la Feria del Libro de Segunda Mano, y aunque en realidad no era esa mi primera intención supuse que buscar uno de sus libros me ayudaría a dejar de pensar.
-¿Encontraste algún libro de Arturo Kozer?
-Más que eso… -le dije clavándole los ojos de manera que entendiese que ahora no debía interrumpirme-. Me dirigí al Parque. Llegué pronto, y, después de un buen rato, me di cuenta de que llevaba varios minutos dando vueltas en círculos mientras apuraba mi último Marlboro. Sacudí la cabeza, y me acerqué a las casetas. Los viejos best-sellers ocupaban el ochenta por ciento del espacio, pero a veces aparecía algo interesante. Compré un ejemplar de Pacífico de Garriga Vela, sin saber entonces que tenía entre manos una obra maestra. Estaba en perfecto estado, se notaba que sólo había conocido un dueño y de que éste cuidaba sus libros. También adquirí una edición muy deteriorada de La tregua de Benedetti, en este caso probablemente porque sus heridas movieron a mi compasión. Poco a poco, me iba encontrando más relajado… -Moses Shemtov me escuchaba atentamente. Por fin me sentía bien mostrándole mi vida, como si hubiésemos llegado al punto ideal en el que las confidencias se hacen precisas, casi necesarias. Se había ganado mi respeto. De modo que le conté, incluso, alguna de mis debilidades-. Ojeé muchos libros, y leí con curiosidad las dedicatorias escritas en algunos de ellos, que es uno de los encantos de los libros de segunda mano…»
2 respuestas
Tiene que ser muy interesante ,y es increíble la mente de un escritor , que galopa por sendas desconocidas-
Gracias Sergio
Si «Pacífico» nos dejó temblando estoy deseando experimentar qué sensaciones me produce «El cuarto de las estrellas».
Hermoso guiño le hacías, Sergio, desde «Las Palabras robadas».
Mi sincera felicitación para Garriga Vela!!
Un beso