Acaba de salir el nuevo número de la revista Dos Orillas (Algeciras), en esta ocasión el monográfico XIII-XIV, titulado El estrecho de Gibraltar. Frontera literaria.
Este número ha estado coordinado por el poeta José Sarria, la dirección ha corrido a cargo de Paloma Fernández Gomá, y con un equipo de redacción de lujo: Juana Castro, Juan José Téllez, Mohamed Chakor, José Sarria, Manuel Gahete, Rosa Díaz, Ahmed Oubali y Encarna León. La Web Master es obra de Ramón Tarrío Ocaña, y la responsable de Medios de Comunicación, Nuria Ruiz Fernández. La portada es una obra del pintor Juan Gómez Macías, y las fotografías interiores de Pepe Ponce.
En el apartado de ensayos hay textos de: Abdellatif Limami, Antonio Bravo Nieto, Carmen Vidal Valiña, Enrique Lomas López, Jesús Fernández Palacios, Antonio González Alcantud, José Manuel Benítez Ariza, José Juan Yborra Aznar, Juan José Téllez, Luis Alberto del Castillo, María Antonia López-Burgos del Barrio, Maribel Lázaro Durán, Mohamed Abrighach, Mohamed Ahmed Bennis, Mustapha Adila, Rafael García Valdivia, Rajae Boumediane El Metni y Sergio Barce.
En poesía, los versos corren a cargo de: Alberto Torés, Antonio Gala, Antonio Garrido Moraga, Aziz Tazi, Encarna León, Francisco Morales Lomas, Fernando de Ágreda, Paloma Fernández Gomá, Jorge del Arco, Juan José Téllez, José Sarria, María Victoria Atencia, Juan Cobos Wilkins, Manuel Gahete, Juan Emilio Ríos, Mohamed Ahmed Bennis, Mohamed Doggui, Nisrin Ibn Larbi, Rosa Romojaro, Nuria Ruiz, Raquel Lanseros, Pilar Quirosa Cheyrouze, Rachida Gharrafi y Khedija Gadhoum.
Mientras que los relatos son de Ángel Olgoso, Karima Toufali, Mohamed Bouissef y Sergio Barce.
Así que ahí estoy con creadores que admiro, y, muchos de ellos, además amigos muy queridos.
Como veréis, participio en este número por partida doble con un pequeño ensayo: José Boada y Romeu en Marruecos (1889-1894), y, además, con un relato titulado Otoño.
Visto lo visto, haber participado en este número es todo un privilegio por la calidad de quienes lo han hecho posible y por los que han participado con sus textos.
Sergio Barce, septiembre 2014
El enlace para acceder a este número de la revista Dos Orillas es el siguiente:
http://www.revistadosorillas.com/index_archivos/revistas/rev-dos_orillas-13y14-2014.pdf
Os recomiendo que leáis este número tan especial, tanto los ensayos, como las poesías y los relatos. Es verdaderamente una publicación excepcional.
De sus páginas, extraigo mi texto, en el apartado de ensayos, José Boada y Romeu en Marruecos (1889-1894):
JOSÉ BOADA Y ROMEU EN MARRUECOS
(1889-1894)
Fue a través de un trabajo de mi admirado y recordado amigo el profesor Abdelah Djbilou, titulado Crónicas del Norte. Viajeros españoles en Marruecos (Edic. Asociación Tetuán Asmir – Tetuán, 1998), que leí por primera vez un fragmento del libro Allende el Estrecho. Viajes por Marruecos (Barcelona, 1895), escrito por el viajero catalán José Boada y Romeu. Luego, pasados los años, conseguí un ejemplar de este curioso libro, reeditado en 1999 por las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla.
Este libro, dividido en tres partes claramente diferenciadas –solo me referiré en este artículo a la primera de ellas-, recoge las impresiones de este comerciante y periodista catalán en sus viajes a Marruecos entre 1889 y 1894. Y, aunque en algunos momentos, su posicionamiento pro africanista y claramente “colonialista” lo traiciona, llegando a retratar Marruecos y a sus costumbres como una amalgama de fanatismo y de retraso cultural casi crónicos, sin embargo es capaz de hacernos viajar a aquella época y su ágil narración nos sumerge en el interior del país llevándonos a una época de aventura y de descubrimiento. Marruecos, no hay que olvidarlo, era aún en esos años, un imperio algo impermeable al exterior.
Boada, cuando inicia su primer viaje a Marruecos, sale de Cádiz. Y ya, desde la primera frase, descubrimos a un buen escritor que sabe hacer de su libro de viajes un relato lleno de encanto y toques poéticos (no obstante, hay una gran influencia orientalista en su visión de Marruecos, y eso le influye a la hora de escribir).
“Amanecía cuando llegamos al muelle. La había siempre hermosa de Cádiz hallábase aún envuelta en las brumas matutinas, que con sus tonalidades grises esfumaban el paisaje, dándole un tinte de suave y tranquila melancolía, tan grata a los sentidos como al espíritu, cuando desde el <Tánger> contemplábamos absortos aquel solemne despertar de la naturaleza…”
Su llegada a Tánger lo deja fascinado, especialmente el Zoco, que describe minuciosamente. También llama poderosamente su atención que la población hable castellano, que achaca en especial a la presencia de judíos en la ciudad. Sin embargo, pronto su ideología le hace describir el país de una manera excesiva, y dice:
“…Sin transición apenas, estábamos en plena Edad Media. Sin transición apenas, nos hallábamos entre un pueblo semi-salvaje, caduco, degenerado. Por la mañana acariciaban nuestros rostros los aires de Europa; pisábamos las calles de la culta Cádiz. Por la tarde estábamos ya en África, entre una población abigarrada y fanática, con distinta religión, con distinto modo de ser, otras ideas y diferentes esperanzas. El choque era rudo. Estábamos atontados…”
Increíble el efecto que le produce su llegada a Tánger, pues siendo un hombre preparado que llegaba en este primer viaje con intenciones de impulsar el comercio entre los dos países, sin embargo, se deja vencer por los prejuicios y el desconocimiento de una cultura distinta.
Sin embargo, a medida que el libro avanza, se vislumbra la fascinación que Marruecos le irá provocando poco a poco. Es también llamativo que sea la población hebrea la que más atraiga su atención a la hora de describir costumbres o actividades comerciales. Y, sin embargo, también deja entrever su querencia a creer que está llamado a una labor “civilizadora” o “colonialista” cuando habla de unos y de otros. Son aleccionadoras afirmaciones como las siguientes:
“Verdad es que la raza hebrea tiene defectos ingénitos, no siendo el menor y el menos antipático un servilismo exagerado que raya en rastrero, y un afán desmesurado de atesorar riquezas por todos los medios; pero aparte de esto, debe reconocerse, especialmente a los tangerinos, un deseo vehemente de entrar en las vías de la civilización… (..) En Tánger visten muchos a la europea y viven mezclados con los moros… (..) La mujeres hebreas, de belleza notable, son por lo general de formas exuberantes, tal vez demasiado para un exigente, de cutis cetrino, grandes ojos negros y pelo del mismo color… (..) En Tánger, como hemos dicho anteriormente, visten casi todas a la europea, con lo cual pierden para el viajero la mayor parte de su encanto… (sic)”.
“…Al poco rato nos trasladamos a otra habitación del primer piso, donde tenía que verificarse el baile moruno. (..) …Como es costumbre en las casas moras, no se veía en las paredes, de una blancura deslumbradora, ningún mueble, y solo había como todo adorno una finísima estera de esparto… (..) Las bailadoras no se hicieron esperar: eran dos muchachas de 18 á 20 años, hebreas de Mogador, aunque se hacían pasar a los ojos de los extranjeros como moras auténticas… (..) Nos sentamos en sillas europeas que para estos casos tenía preparadas la dueña de la casa, y a una señal de ésta empezó el bailoteo, que podemos calificar de ejercicio de dislocación, y que no es ni más ni menos que la zarandeada <dance de ventre> que tanto llamó la atención en la última Exposición Universal de París… (..) …baile romántico primero y que degenera prontamente en lascivo, propio para excitar los sentidos de esta raza profundamente lujuriosa… (sic)”.
En fin, que José Boada se convierte en un testigo escasamente objetivo, de una dudosa catadura moral dado que es incapaz de ocultar su “superioridad” en todos los aspectos sobre los marroquíes, ya sean moros o judíos, como los nombra en sus páginas. Sin embargo, su libro no deja de ser un documento fascinante: primero, por descubrir cuál era la mentalidad de un verdadero africanista, que ya deja entrever lo que vendría después, y, segundo, y especialmente, por el testimonio del Marruecos de finales del siglo XIX, en concreto, de las ciudades de Tánger, Arcila, Larache, Mehedia o La Mamora, Salé, Rabat, Mulay Dris, Mequinez y Fez, ciudad a la que dedica una atención especial por ser la que lo deja realmente impresionado.
Pero viniendo yo de Larache, espero que se me permita extraer algunas de las buenas descripciones del viaje de José Boada y que estas sean de la ciudad del Lucus. Escribe:
< …a poco presentósenos en toda su belleza la vista panorámica de Larache, con sus murallas bañadas por caudaloso río, sus alminares y la alcazaba, situada al extremo, como centinela avanzado que guarda la entrada del río. En éste había fondeados unos faluchos. Lejos, y en un recodo, veíanse tres o cuatro restos de buques de alto bordo, a juzgar por el tamaño de las desnudas cuadernas. Aquellos son los restos de la famosa marina de guerra marroquí, marina tan temida en la Edad Media por sus tremendas razzias. Allí se pudren en el río que tantas veces habíales servido de abrigo.
Por la parte de Oriente, extensos bosques de alcornoques y naranjos alegran la vista con sus verdes copas, lo cual explica el nombre con que en lengua árabe es conocida la población: El-Araix (jardín de recreo). En el Uad-el-Kus, el Líkkus o Lixus de los antiguos, nos aguardaba la caravana para pasar el río en la barcaza…
(..) …No están conformes los autores acerca de la época exacta de la fundación de Larache. Mientras unos, como Mr. Renou, pretenden demostrar que se remonta al siglo XII, fundados en que ninguna cita hace de esta población el geógrafo Edrisi, que escribía en 1154, y en cambio en el mapa catalán del año 1300 se encuentran ya indicadas Larache y Caximuxi; el señor Cuevas opina que es mucho más antigua, tanto que, según sus cálculos, se remontaría al siglo VIII. Funda su opinión el señor Cuevas en el hecho histórico de haber sido confiado en el año 828 de nuestra era el gobierno de Larache al Emir Yahya-ben-Edrís por su hermano Mohammed, tercer príncipe Edrisita, lo cual demuestra la existencia de esta población a principios del siglo IX… Lo que sí parece comprobado es que a principios del siglo XV se estableció en ella la tribu berebere de los Beni Aros, fortificándola convenientemente al terminar este siglo Muley Ben Nasar, durante el reinado de su hermano Said-el-Uatas.
(..) …La ciudad de Larache se halla rodeada, como todas las de Marruecos, de rojizas murallas tostadas por el sol de los siglos, murallas en su mayor parte en mal estado, sobre todo las construidas a últimos del siglo XV por Muley-ben-Nazer.
(..) …Aprisionada entre sus muros y alcazabas, vive la población que algunos hacen ascender a 10.000 habitantes y que seguramente no llegará a 5.000, de ellos 500 hebreos y 70 europeos, en callejuelas estrechas y sucias, edificadas la mayoría en declive, lo que da a la población aspecto de anfiteatro. El Zoco, situado en la parte más elevada de la ciudad, y junto a una de sus puertas, está rodeado de un elegante pórtico formado por ligeras columnitas blanqueadas, que dan a este lugar un aspecto risueño y monumental. A eso débese el que posea Larache el Zoco más hermoso de Marruecos, cuya construcción se atribuye a los portugueses. En esta misma plaza hállase la principal mezquita, y por ambos conceptos es el sitio más concurrido de Larache.
(..) …Salimos por la puerta que da al campo…De pronto, aparecieron allí cuarenta jinetes negros, montando soberbios caballos elegantemente enjaezados. Llevaban puestos albornoces de color azul marino, rosa, naranja y marrón, y cruzada en el arzón de la silla larguísima espingarda, avanzaban en dos líneas con extraordinaria gravedad. Nos hicimos a un lado, y bien pronto se perdieron entre la muchedumbre que invadía la puerta de la ciudad. (..) …Habíamos presenciado el paso de los jinetes marroquíes de aquella célebre guardia negra, tan famosa en otras épocas; la que con sus brillantes cargas deshizo los batallones portugueses en Alcázar-Kibir, la que luchó en vano con nuestros cuadros en los campos de Uad-el-Jelú, la que hoy, dispersa y todo, constituye con sus restos las tropas más fieles y bravas de Muley-Hassan…”
Es curioso también que, durante el viaje de regreso, se cruzara con uno de los más famosos viajeros que han descrito el Marruecos del siglo XIX: Pierre Loti, como si el destino hubiera querido que ambos se conocieran, aunque fugazmente, dos personajes que escribieron de un país pero desde visiones absolutamente antagónicas.
Curioso libro Allende el Estrecho. Viajes por Marruecos, no solo por lo ya dicho, sino porque nos da a conocer los fondaks de la época, las monedas que se utilizaban, las actividades comerciales de las ciudades que visita, las fiestas y costumbres religiosas, las cofradías, las zagüias, las actividades consulares… En fin, un mosaico amplio y multicolor que en ningún momento aburre.
Para terminar este breve comentario del libro de José Boada, no puedo resistirme a traer su descripción del mercado de esclavos que descubre en la ciudad de Fez:
“Hay en Fez un lugar recóndito, emplazado entre un dédalo de callejas, donde se celebra el mercado de carne humana: el mercado de esclavos. (..) …había sentadas algunas decenas de mujeres ligeramente vestidas, alineadas allí para que pudieran ser minuciosamente examinadas por los compradores. Una había que particularmente atrajo nuestras miradas: era negra como el ébano, pero de facciones regulares y bellas; nos miraba con aire de súplica, como preguntándonos si íbamos allí para oponernos a aquella monstruosa iniquidad. Parecía triste, muy triste… (..) …cuando adelantándose de entre el grupo formado por los moros que examinaban las esclavas, un vejete, de flaco cuerpo y enjutas carnes, fue derecho hacia la negra de nuestras miradas y con un brusco movimiento apartóle el labio inferior para examinar sus dientes. (..) …No quisimos ver más: ni con nuestra presencia podíamos autoriza aquel acto…”
Finalmente, José Boada regresará a España pasando por Alcazarquivir, de nuevo por Tánger, y luego Tetuán y Ceuta… Acabando así su primer largo viaje a Marruecos. Posteriormente, regresará como periodista de guerra, pero eso ya es otra historia.
Por Sergio Barce
8 respuestas
Gracias Sergio.
A ti. Besos
Sólo decir que el libro que en su día recibí «por cortesía» de la Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma de Ceuta, a pesar de mis reticencias iniciales, dada su antigüedad (1895 en su primera edición), no me defraudó. Y que fue muy importante para conocer cuestiones relacionadas con la Historia de Marruecos que desconocía y, que no he encontrado como fuente de información en otro lugar.
¡Literalmente, me «enganché» a él!
CARLOS
Reblogueó esto en Periódico digital de Nurya de Khessassi.
Me ha gustado este nuevo número de la revista «Dos orillas» que dirige nuestra amiga Paloma Fernández Gomá desde Algeciras. He colaborado en el mismo como otras veces siguiendo la invitación de Pepe Sarriá tan amable. Tu artículo amigo Sergio me trae recuerdos de Abdallah Djbilou al que siempre recordaremos y, por otra parte, evoco a otra figura: la del poeta libanés Nayib Abu Malham que vivió y trabajó en Tetuán muchos años. Dedicó un poema a Trina Mercader, como sabes, citando el nombre de Larache, palabra que significaba «Las parras», en árabe.
Un abrazo.
Eres incorregible, Fernando. Siempre que aparece algo que nos vincula, como en este caso este número de la revista y la figura de nuestro querido Djbilou, eres raudo en ligándolo con Trina Mercader y Larache. Te encanta hacerlo.
Un abrazo muy fuerte, y muy orgulloso de compartir páginas contigo.
sergio
Si, querido Sergio, se trata de un sentimiento quizá poco valorado se llama: FIDELIDAD a personas o vivencias que añadieron momentos y emociones que permanecen entro los mejores recuerdos que hemos vivido.
Así es que seguiré «en la brecha» ya que soy de ascendencia aragonesa entre otros motivos. Es un placer además.
Un fuerte abrazo, y enhorabuena por tus artículos,
Fernando
Interesantísimo este número de «Dos Orillas» para disfrutar de sus buenísimos textos y hermosos poemas. Enhorabuena!