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LA BAHÍA DE LARACHE un relato de CARLOS GALEA

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Carlos me remite este escrito titulado LA BAHÍA DE LARACHE, con el que pacientemente describe toba la bahía de la ciudad desde Punta Negra hasta la Punta de la Cárcel. Es un recorrido tomado desde el ayer, desde el tiempo en el que Carlos vivía aún en Larache, por eso, algunos detalles ya no son como fueron pero, obviamente, ahí reside el valor de su relato, en que los detalles siguen vivos, en que aquel Larache romántico y embaucador no ha desaparecido, sigue sobreviviendo en la memoria. Es un recorrido plácido, pausado, relajante, y por esa razón recomiendo arrellanarse, no mirar el reloj y leerlo como si se saboreara un manjar exquisito.

Sergio Barce, noviembre 2012

LA BAHÍA DE LARACHE

Al sur de la costa de Larache se encuentra la Punta de la Cárcel, y al lado opuesto Punta Negra. Al oeste, el mar con sus maravillosos crepúsculos en los que el sol se hunde lentamente en el horizonte, pareciendo en los últimos instantes un barco de fuego, adornado de nubes teñidas de rosa por su luz moribunda, formando el conjunto un cuadro maravilloso, inolvidable.

La Punta de la Cárcel debe su nombre a la prisión situada al borde mismo de un acantilado de más de treinta metros, que se prolonga durante unos cinco kilómetros hasta el Balcón del Atlántico, a partir del cual reduce su altura. Junto a este saliente de la costa hay una gran roca despegada de la pared del precipicio, con forma de un enorme cucurucho de helado, y que lleva por nombre el Picurucho Grande.

Esta parte de la costa es la más expuesta a los vientos del suroeste, los de las grandes tormentas cuyas enormes olas se estrellan contra el barranco y la blanca espuma alcanza su cima.

En tiempo de calma se puede llegar por la parte inferior del acantilado hasta el Picurucho Grande, partiendo de la playa del Matadero. Hay que seguir el camino de los pescadores y mariscadores, saltando de piedra en piedra y pasando por estrechas cornisas suspendidas a varios metros sobre el rugiente mar. Es una zona rica en peces, y sobre todo en mejillones, abundantes en la base de esta singular roca.

foto de Aziz Bouhdoud

Existe en este mismo lugar una cueva, de techo alto, y poco profunda, donde anidan palomas silvestres, y se llama, obviamente, la Cueva de las Palomas.

Volviendo desde la Punta de la Cárcel por la senda de la parte superior del acantilado, nos encontramos el cementerio cristiano viejo. Aquí estuvo enterrado durante muchos años el Duque de Guisa, heredero del Trono de Francia, que vivió en Larache en asilo político. Sus restos fueron trasladados a Francia cuando su esposa, la Duquesa de Guisa, dejó de tener su residencia en Marruecos, dando fin a su exilio.

En este viejo camposanto reposan los restos de muchos militares españoles muertos en la guerra de ocupación del Protectorado, y en un gran mausoleo, donde estuvo el sepulcro del Duque, hay numerosos nichos ocupados por los cuerpos de pilotos fallecidos en dicha contienda.

A continuación, un tramo del precipicio está despejado, solamente bordeado de chumberas, pitas y macizos de cañas. Es en este punto donde se desciende a la playa del Matadero, siguiendo un sendero que finalmente desemboca en una escalerilla tallada en la roca.

Luego llegamos al Matadero Municipal, cuyo nombre lleva la playa situada debajo del mismo, frecuentada por los vecinos de los barrios próximos.

Es una playa muy peculiar, cambia de aspecto según la fuerte marea atlántica. En bajamar o a media marea, una gran poza formada por el mar en una meseta plana de roca detrás de la delgada franja de arena, es el lugar de baño de los pequeños. Se llama la Poza Grande.

La Piedra Gorda es un trampolín natural para los mayores en marea vacía, y un islote en marea llena, al que solamente acceden los buenos nadadores. La Piedra Chata debe su nombre a su forma casi cúbica, se queda en seco en marea baja, y en la alta se convierte también en un islote a más de cien metros de la orilla. El Trampolín, peñasco en forma de sillón, sólo apto para bañarse en marea llena, porque está muy próximo a la orilla.

Prosiguiendo hacia la ciudad, hallamos un cementerio musulmán, y después un acuartelamiento de la Mehal-la, llamado el Baluarte, a partir del cual va descendiendo la altura del acantilado.

Castillo de San Antonio

Comienza entonces, después de este establecimiento militar, la balaustrada del Balcón del Atlántico, zona ajardinada bordeando la costa hasta llegar al Castillo de San Antonio, fortaleza construida en la desembocadura del río Lukus por un Sultán en el siglo XVI, bajo la dirección de un arquitecto italiano. Dentro del mismo estuvo instalado durante muchos años el Hospital Civil, pero actualmente está prácticamente en ruinas. En un pequeño anexo, de la misma época, hubo una leprosería hace unos cien años.

En las inmediaciones del castillo quedan los restos de una muralla defensiva, con dos cañones de hierro muy antiguos. Armas que se cargaban por la boca y disparaban bolas de hierro.

¿Cuantas batallas, entre árabes y cristianos, se habrán librado en este lugar tan estratégico de la costa norteafricana?

Junto a los restos de la muralla un manantial de agua dulce surge de entre las rocas. El lugar es algo sagrado para los musulmanes, porque lo frecuentan para hacer sus rezos utilizando el agua disponible en sus abluciones rituales. Los cristianos evitamos pasar por el lugar, por respeto… y por cierto temor indefinido.

Este sitio tiene también algo de mágico y de supersticioso. Una leyenda muy popular de origen musulmán, pero creída por muchos judíos y cristianos, cuenta que por las noches suele venir la “Aicha Kandicha”, una especie de diablesa o bruja maligna, a peinar sus largos cabellos blancos junto al manantial, y si una persona la ve y habla con ella muere en el acto. Las madres musulmanas, judías y cristianas asustan a sus hijos diciéndoles que van a llamar a la “Kandicha” si no se portan bien, reemplazando de esta forma al “Coco” tradicional, o al “Tío de la Manteca”.

El Castillo de San Antonio domina la entrada del río, y el paso de los barcos que navegan hacia el puerto, o salen del mismo. Actualmente ya no ejerce ningún control de este tráfico, pero en el pasado debió ser la llave defensiva de Larache.

detalle de El Barandillo

La vieja ciudad, la Medina, mira al río desde el Barandillo, un balcón público bajo el cual se extendía hace tiempo, cuando yo era un chaval, una playa de arena. Entonces, en marea alta con temporal, las olas chocaban contra su base, llegando a mojar con sus salpicaduras toda la calle a lo largo. La playa dejó de existir al ser sepultaba por las arenas cenagosas descargadas por la draga que limpia el puerto pesquero de los aportes de las riadas de invierno. Han rellenado el espacio comprendido entre el Barandillo y la escollera artificial construida para encauzar la desembocadura del Lukus a partir de la antigua leprosería.

En la orilla del río opuesta, la playa de la Otra Banda. Se atraviesa a ella en grandes barcas, cobrando los remeros un tanto por pasajero. Con la embarcación casi siempre sobrecargada, y por lo tanto con el casco bastante hundido, se inicia la travesía bogando a contracorriente, es decir hacia fuera del río si es en marea llenante, y en sentido contrario si es vaciante. Después de seguir un rumbo triangular hacia una dirección u otra según la corriente imperante, se llega al desembarcadero, una construcción de piedra sobre la arena de la playa.

A la derecha sigue el curso del Lukus hacia el interior. Al frente un espacio de rubia arena, y a la izquierda la orilla fluvial también arenosa. Atravesado el breve arenal, se llega a los merenderos y balnearios, con acogedores techos de caña, mesas de madera donde se permitía consumir alimentos propios, y casetas para los bañistas, con sus duchas.

Después de ellos comienza el espigón, y como la escollera del otro lado, encauza el río durante unos mil metros, terminando en un pequeño faro de luz intermitente, llamado popularmente “El Chispito”.  

Está formado por grandes bloques de piedra unidos por vigas y cemento, con una anchura en la parte superior de unos seis o siete metros, y sirve de paseo para bañistas y pescadores. En las mareas vivas y en los temporales sufre duramente el embate de las olas, que pasan de un lado al otro barriéndolo furiosamente. En más de una ocasión algunas personas han sido arrastradas al mar por estas olas.

A la derecha del espigón, la Playa Peligrosa. Debe su nombre a sus grandes olas y fuerte resaca, que hacen muy arriesgado el baño en ella. Sin embargo, es muy buena para la pesca con caña, en ella se capturan doradas, róbalos y corvinas. Se prolonga hacia el norte durante unos cinco kilómetros, hasta el cabo llamado Punta Negra, el cual cierra la visión de la costa, que detrás continúa en línea recta hasta el cabo Espartel, en Tánger.

Punta Negra

Un bosque de pinos y arbustos autóctonos se extiende a lo largo de la parte derecha de la playa.

Llega por el fondo a la rivera de Lukus, donde hay un embarcadero de mampostería y los restos de un acuartelamiento de la extinguida Compañía de Mar del Ejército español. Esta unidad militar la comandó precisamente un abuelo de mi mujer, el Teniente Morales, quién se jubiló y se convirtió durante la última etapa de su larga vida en un experto pescador de corvinas y doradas.

Durante la ocupación española existió una batería costera en Punta Negra, con un gran y mítico cañón al que los larachenses llamábamos “El Boca Negra”. Cuando lo disparaban algún día que otro para tenerlo a punto, hacía temblar toda la ciudad. Arriba de una colina sobre la que estuvo asentada esta artillería pesada quedan los raíles, las casamatas y los túneles de cemento armado, donde parece haberse detenido el tiempo.

Carlos Galea

Carlos Galea -2º por la izquierda- junto a Antonio Barce, Juan Urda, Manoloa Galea, Fernando Anidjar…
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9 respuestas

  1. Formidable paseo por esta Bahia de Larache el que nos ha ofrecido Carlos Galea. Un paseo relajante y lleno de recuerdos. cariñosamente contados, escritos y animados con sus fotos. Gracias Carlos por este paseo que lo volveremos a hacer, cada vez que volvamos a releer este entrañable escrito tuyo. Gracias igualmente a Sergio

  2. DE NUEVO QUERIDOS PAISANOS ME HACEIS REGRESAR A MI INFANCIA.
    NOSOTROS VIVIAMOS EN EL BARANDILLO, MAS CONCRETAMENTE EN LA SINAGOGA DE BENDAYAN, (YA LO HE ESCRITO MILES DE VECES) LO QUE MAS ME HIZO RECORDAR ESTIMADO CARLOS, FUE LA EPOCA QUE LA DRAGA EXPULSABA A TRAVES DE LAS ANCHAS Y LARGAS TUBERIAS QUE LLEGABAN DESDE EL PUERTO HASTA LA EXPLANADA DEL BARANDILLO, ESOS APESTOSOS CHORROS DE LIQUIDO NEGRO ACOMPANADO DE TODA CLASE DE BASURA. LA EXPLANADA SE LLENABA DE BARRO .
    ERA UN ESPECTACULO, QUE NOSOTROS LOS NINOS NO NOS PERDIAMOS PERDER POR NADA DEL MUNDO.
    GRACIAS AL ALBOROTO QUE SE FORMABA EN LAS DICHOSAS TUBERIAS , SE EVITABA UN DESASTRE , PUES LOS NINOS SIEMPRE SE METIAN EN LAS TUBERIAS PARA JUGAR.
    UN ABRAZO
    BELLA

  3. Gracias Carlos por este paseo que me hace recordar mucho a estas playa, he pescado en todas estas playas, conservo muchos recuerdos de noches de pesca por la zona de punta negra y alrededores… hemos deleitado teteras de te hechas con leña y manjares de la zona, pescados y mariscos, marmitacos (taghras ) cocinads por la noche con leña, sargos, lubinas y doradas salvajes de la zona.
    El verano pasado hemos pasado la noche por la punta negra pescando y se nota que la zona ha cambiado en todos los ámbitos; menos peces… hay que estar BIEN ACOMPAÑADO por la cuestión de seguridad… uno tiene que avisar y negociar con los militares que vigilan la zona… pero aun así no dejo de ir cuando estoy en LARACHE, creo que es la zona que menos desfigurada está, restante , de nuestra querida LARACHE.

  4. Un paseo precioso por nuestra bahia. Según iba leyendo mi memoria me transportaba a tantos dias maravillosos vividos allí.
    Fueron muchas veces las que ibamoss andando por la orilla de la playa peligrosa hasta Punta Negra para luego volver por la misma orilla jugando y remojándonos los pies. No nos atreviamos a meternos mas adentro por la resaca tan grande que siempre había, aunque sí que nos echábamos en la cara la espuma que se formaba al romper las olas porque decían que era muy buena para el cutis. ¡Cosas de la edad¡
    Gracias a Carlos y a Sergio por hacernos llegar tan bonitos recuerdos.

  5. Historia, recuerdos, superstición y magia de nuestra preciosa bahía de Larache que con tanto cariño nos relata Carlos Galea haciéndonos retroceder en el tiempo para añorar hermosos momentos.
    ¡Gracias por traernos bellos instantes y paisajes a la memoria!

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