La juventud / La giovanezza / Youth
Un film de Paolo Sorrentino
Paolo Sorrentino.
Se ha convertido en uno de mis directores de cine favoritos. Es sugerente, original, atrevido, abracadábrico. Ha sabido conjugar una herencia enorme: la que le han dejado Scola, Lattuada, Monicelli, Risi, De Sica y, sobre todo, Fellini. A esa herencia le ha añadido su genio y su audacia.
Descubrí a Sorrentino con La gran belleza (La grande belleza, 2013), esa obra maestra de la que ya escribí en su momento y de la que guardo imágenes imborrables. Junto a Sorrentino, hallé también al actor Toni Servillo. Luego, realizador y actor, de nuevo me sorprendían con Il Divo, rodada seis años antes que la antes mencionada, y que es un maravilloso film sobre la figura del político italiano Giulio Andreotti, pero que es también un tenebroso retrato de ese personaje oscuro y maquiavélico que movió los hilos del poder, íntimamente unido a la mafia… Inquietante, lúcido y pavoroso retrato de una sociedad corrompida.
El tercer film que vi de Sorrentino –el orden de visionado ha sido algo caótico, es verdad- fue Un lugar donde quedarse (This must be the place, 2011), otra maravilla, llena de giros inesperados, de mensajes subliminales, de imágenes sorprendentes. Todas son recomendables, sin ninguna duda.
Hace unas semanas vi su último film: La juventud (Youth – La giovanezza, 2015). Como en todos los que he mencionado, Sorrentino tiene un especial tino a la hora de escoger a sus actores, a los que regala papeles excepcionales. En esta nueva película, dos pesos pesados: Michael Caine y Harvey Keitel.
Por supuesto, bordan sus papeles, especialmente Michael Caine que compone un personaje rico en matices, atractivo, seductor. Con ellos, una maravillosa Rachel Weisz, quizá en uno de sus mejores interpretaciones, como en esa tensa escena en la que desahoga todo lo que ha ido acumulando a lo largo del tiempo y que ahora le arroja a la cara a su imperturbable padre: Caine. Esa escena vale ya una película.
La premisa de partida era arriesgada: una serie de personas más o menos conocidas del espectáculo se hospedan en un hotel-sanatorio en el que no sólo recomponen su maltrecha salud o su estrés cotidiano, sino, como vamos descubriendo, sus heridas del alma. Sin embargo, Sorrentino sabe conjugar los elementos reales, los sentimentales y los fantásticos y oníricos y pinta un lienzo que no puedes dejar de ver.
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Fred Ballinger, al que da vida Michael Caine, sin duda uno de los más grandes actores en activo, es un músico que ha decidido retirarse definitivamente de los escenarios. La relación que mantiene con su hija (Weisz) nos descubrirá aspectos no tan amables de su personalidad que, sin embargo, luego se transmutan y nos revelan que no todo es lo que parece. El guión, del propio Sorrentino, es tan bueno que, sin darnos cuenta, nos guía por los sentimientos más profundos de Fred Ballinger y de su hija. Te llega muy hondo, y te hace reflexionar sobre muchas cosas: la vejez, la juventud, el paso del tiempo, el amor, el desamor…
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co(Fred entra a una habitación donde un niño toca con el violín una de sus melodías)
Fred Ballinger: ¿Sabes quién compuso esa pieza que tocas?
Niño: No. ¿Quién?
Fred Ballinger: Yo.
Niño: No te creo. ¿Cómo se llama?
Fred Ballinger: Canción simple número 3.
Niño: ¿Y cómo se llama el compositor?
Fred Ballinger: Fred Ballinger.
Niño: Y tú, ¿cómo te llamas?
Fred Ballinger: Fred Ballinger. Puedes confirmarlo en la recepción. Me hospedo aquí.
Niño: Increíble.
Fred Ballinger: Sí, lo es.
Niño: Mi profesor me hace tocarla. Él dice que es una pieza perfecta para comenzar.
Fred Ballinger: Sí, tiene razón, es muy simple.
Niño: No solo es simple.
Fred Ballinger: ¿De verdad?
Niño: También es muy hermosa.
Fred Ballinger: Sí, es… es hermosa. La compuse cuando aún amaba.
Junto a sus diálogos, cuidados hasta el más mínimo detalle, con una puesta en escena deslumbrante, Sorrentino siempre ha sabido acompañar a sus potentes imágenes con bandas sonoras también fantásticas. En esta ocasión, la música la firma David Lang, en la que es su primera banda original para un largometraje, y es de diez. Y, como siempre hace en sus películas, intercala una canción que escuchamos entera (en La gran belleza, era Raffaela Carrá; en Un lugar donde quedarse, lo hizo con David Byrne). En esta cinta es Paloma Faith la que interpreta un tema en una escena onírica llena de ritmo.
Cuando La juventud acaba, uno se queda sentado en la butaca repasando una y otra vez las imágenes de la película, y resuenan fragmentos de sus diálogos en tu cabeza, como si no quisieras dejar de pensar en algunas de las cuestiones que se han planteado y que te han tocado realmente la fibra.
El día que fui al Cine Albéniz, en Málaga, a ver La juventud o Youth, al salir de la sala, me topé con mi amiga Mónica, que también acababa de verla. Tenía las mejillas bañadas en lágrimas. Sólo me dijo que los diálogos de la película la habían desbordado… Era la mejor manera de expresarme que acababa de asistir a la proyección de una película excepcional.
Sergio Barce, febrero 2016
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5 respuestas
Me ha parecido una coleccion de fotografias de lo mas interesante.
Me encanta cuando veo ,fotos, articulos ,poesias,comentarios,o lo que sea,que se refieran a aquellos años,que tan cariñosamente guardamos en nuestros recuerdos,porque sabemos con toda certeza …..que no volveran nunca mas
Aunque Sergio Barce ha dicho todo lo que se puede decir de este excelente y emotivo film, me atrevo a añadir que, aunque no lo parezca, a través de su desarrollo, se percibe en los principales personajes el valor de ser, aunque posiblemente equivocados, ellos mismos y en un momento dado poder liberarse de sus propias cadenas y así expresar, generosamente como es el caso de Ballinger, su verdadera humanidad y como bien lo dijo Miki: «a los sentimientos debemos darles el gran valor que tienen». Si tienes la capacidad de entenderlos el cambio positivo está a la vuelta de la esquina. Los diálogos,e lenguaje corporal y facial (el de Weisz es sublime) y el concierto final (la liberación de Ballinger) son una verdadera y subliminal delicia. Es de los films que hay que verlos dos veces.
Totalmente de acuerdo contigo. Gracias por tu comentario, tan certero. Un abrazo
De acuerdo contigo Sergio. Lo comparto todo. He de decir que el final me ha parecido demasiado sentimental (no me atrevo a decir «cursi») sobre tu amiga que salió llorando…etc. Aunque reconozco la gracia y la elegancia de atribuirlo a otra persona (tal vez imaginaria) más que a ti mismo. Te felicito por tu buena mano de escritor.
Me gustaría que leyeras mi opinión de esta película, colgada en Facebook (Francisco Javier Diosdado) «acabo de ver La Juventud». Tal vez puedes encontrar algo que te guste. (o no…)
Gracias. Leeré tu artículo. Un abrazo