LA NOVELA «LA EMPERATRIZ DE TÁNGER» DE SERGIO BARCE, SEGÚN EL ESCRITOR MANUEL GAHETE

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La presentación de mi novela La emperatriz de Tánger en Córdoba, en el Conservatorio Profesional Músizo Ziryab, corrió a cargo de dos autores y estudiosos excepcionales, Antonio Moreno Ayora y Manuel Gahete.

Reproduzco aquí el texto de la intervención de Manuel Gahete, a quien admiro profundamente y que me demuestra su amistad con una gran generosidad. Manuel Gahete es Catedrático de Lengua y Literatura, y doctor en Filosofía y Letras. Entre muchas otras actividades y cargos, es socio fundador del Ateneo de Córdoba, miembro numerario y director del Instituto de Estudios Gongorinos de la Real Academia de Córdoba y actual  Presidente de Asociación de Escritores de Andalucía. Conferenciante, traductor, articulista y crítico, colabora en prensa y revistas especializadas. Su obra poética, con la que ha obtenido los más importantes premios, ha sido traducida al francés, inglés, italiano, rumano y al árabe.

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LA EMPERATRIZ DE TÁNGER de Sergio Barce

Cada día me resulta más difícil comenzar una novela y mucho más espinoso terminarla. Llegar a buen puerto sin hastiarme solo me ocurre con escasos escritores y ciertamente Sergio Barce es uno de ellos. Este malagueño, abogado de profesión, vivió su infancia en Larache y la impronta marroquí de aquellos años impregnó su vida y muy especialmente su escritura. Debe ser cierto que la infancia es la patria del escritor porque toda su obra transverbera el hálito que exhala la otra orilla del Estrecho.

Colaborador habitual de revistas literarias como EntreRíos o Dos orillas, Sergio escribe asiduamente en la prensa marroquí y, en relativo espacio de tiempo, ha publicado una serie de novelas que no han pasado desapercibidas a la crítica especializada.

Así, en el año 2000, veía la luz, en la editorial Aljaima de Málaga, su primera novela En el Jardín de las Hespérides, lugar mítico más allá de las Gorgadas, en el límite del Atlántico, donde comienzan los abismos marinos. En 2004, Barce edita, en la misma editorial malagueña, el libro de relatos Últimas noticias de Larache y otros cuentos, donde regresa inexorablemente de nuevo a la ciudad de su infancia.

En 2006 obtiene el premio de novela Tres Culturas de Murcia por Sombras en sepia, galardón que le concede un cualificado jurado constituido por Luis Mateo Díez, Jon Juaristi, Pedro García Montalvo, Manuel Borrás y la recién nombrada académica de la lengua española Clara Janés.

Su tercera novela, Una sirena se ahogó en Larache, editada en 2011 y finalista del Premio de la Crítica en 2012, vuelve a recuperar el escenario primigenio y los recuerdos familiares imprimiendo al texto un ritmo ágil que acentúa la atmósfera envolvente de una obra inquietante que no elude el leve sesgo del romanticismo, rasgo que Sergio mantendrá trasversalmente en sus obras incluso cuando quedan tintadas por el fucilazo del pavor.

Con El libro de las palabras robadas, publicada como la anterior en Círculo Rojo, en 2013, Barce infunde a su narrativa una vuelta de tuerca, alejando de Larache la acción central que se inicia en Málaga para culminar en otra ciudad de Marruecos que, a partir de ahora, va a llamar poderosamente su atención. Tánger, capital internacional durante el Protectorado, se erige en irresistible foco de atracción y nos acercará inexorablemente a la novela que hoy presentamos, no sin olvidar que, en este live time o intervalo existencial, Barce publicará su segundo libro de relatos Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente, obra de 2014, que también tuve el placer de presentar en este magnífico y grato Conservatorio Músico Ziryab de Córdoba, tan bien acogido en toda ocasión por su director Ernesto. Y ya van tres. La primera con Antonio Varo Baena. La segunda con José Sarria. Y la tercera con Antonio Moreno Ayora, tres entrañables amigos que son además excelentes críticos, porque a Sergio Barce le gusta rodearse de gente que inspire confianza, y esto lo entiendo, lo que no llego a entender muy bien es por qué siempre por partida doble, lo que pone a sus presentadores en la tesitura de concertarse, para no repetirse, sobre lo que se ha de decir.

Y una segunda pregunta, porque me queda la duda capital de cómo habría aceptado el mundo árabe hispánico una novela como La emperatriz de Tánger en aquellos momentos oscuros donde el género narrativo se percibía como inmoral y obsceno. Si cuando el egipcio Mohammad Husayn Haykal (1888-1956) publica en 1914, en El Cairo, su novela romántica –considerada como la primera novela árabe–, titulada Zaynab, aspectos y educación campesinos, fue acusado de herejía y traición a los dirigentes religiosos, qué castigo hubieran impuesto a nuestro querido amigo Sergio Barce, que nos transporta al centro de las ardores más exacerbados, ya sea el vicioso y hasta patético afán del donjuanismo (Yamila, Esther, Carmen, Irena); ya, en extremoso grado, el famélico desvarío de la pederastia, ese irracional y peligroso juego que Augusto Cobos, el protagonista masculino mantiene con Miriam, una niña de catorce años, sin perder, por otra parte, ese punto de inefable ingenuidad que convierte lo indigno en justificable y lo perverso en comprensible; aparentemente muy distante –o al menos esto pretende mostrarnos Augusto Cobos– de 

*** las aberrantes relaciones del falangista asesinado Juan José Iriarte, perseguidor y violador de niños vagabundos.

MANUEL GAHETE, SERGIO BARCE y ANTONIO MORENO AYORA, tras la presentación de La emperatriz de Tánger
MANUEL GAHETE, SERGIO BARCE y ANTONIO MORENO AYORA, tras la presentación de La emperatriz de Tánger

Sabemos que la novela de ficción, como se conoce actualmente, no entra en Marruecos hasta muy avanzado el siglo XX, impulsada por el bilingüismo que genera el Protectorado y el interés de los escritores marroquíes por escribir en la lengua hispana o gala, por lo que el camino andado por otros, que han tenido incluso que publicar clandestinamente, ha favorecido la obra de los sucesores, lo que no significa que todos los problemas se hayan solucionado, ya que –como ya advertía Larra en el siglo XIX– “escribir en España es llorar”; o en el siglo XX, con palabras aún más dolientes, el sevillano Luis Cernuda, “escribir en España no es llorar, es morir”. De hecho –y Sergio Barce no es de los más desafortunados– una magnífica novela como la que hoy presentamos, finalista del XVII Premio de Novela Vargas Llosa en el 2012, no se publicará hasta este año de 2015. Llorar o morir. Ustedes escogen.

Intriga y erotismo se combinan en esta nueva novela de Sergio Barce, un fructífero e innovador novelista que nos revela la memoria histórica de un tiempo pasado –lo que no significa que extinguido– en la vecina Tánger, ese único lugar del mundo donde si cierras y abres los ojos, en ese instante de tiempo, descubres ciudades distintas. El mundo marroquí, sus toponimias y arquetipos son siempre actores periféricos que envuelven la acción y la sitúan, mostrándonos un universo propicio donde es posible la visión panorámica de las acciones paralelas, el devenir errático entre la realidad del protagonista, Augusto Cobos, y el mundo envolvente de La emperatriz de Tánger, una prostituta que el escritor parece buscar en todas las mujeres que conquista y nos insta a descubrir emociones confluyentes que podrían imaginarse extrapoladas.

Aunque no es nueva la técnica de contar una historia dentro de la historia, este procedimiento narrativo siempre provoca experiencias novedosas a un lector avezado. La difracción de las miradas crea un clima calidoscópico donde los personajes aparecen y desaparecen construyendo ámbitos intertextuales que rompen la inercia de la ordenación cronológica, normalmente polarizada, para crear escenarios y agonistas, hostiles o afines, que dinamizan la acción y proyectan perspectivas singulares. Esta inflexión apunta igualmente al ambicioso planteamiento de un autor enamorado de la literatura que crea un orden subliminal pero incardinado, como esquejes de una planta, como cuchillas irregulares de una misma tijera. Una pasión que arrastra, que hala, a lo largo de la novela, nombres tan rutilantes como el de Paul Bowles, quien, en 1973, traducirá al inglés la obra El pan desnudo de Mohamed Chukri, una de las voces más dolidas e indispensables de la literatura árabe contemporánea y, sin duda, el más internacional; obra prohibida en Marruecos incluso cuando, en 1982, llega a publicarse en lengua árabe. O el destacado dramaturgo estadounidense Tennessee Williams. O el poeta marroquí Dris Diuri. O André Malraux, Max Aub y los fotógrafos Louis Page y André Thomas unidos por el rodaje del film Sierra de Teruel en plena guerra civil. O el jurista Plácido Fernández Viagas, nacido en Tánger en 1924, presidente de la Junta Preautonómica de Andalucía y uno de los padres de la Constitución andaluza. O Pablo Cantos –dígase Dulce Aurora–, un personaje travestido en el canevás cerrado de la trama. Personajes o referentes de una emoción no solo estética. La literatura, el cine y la política, siempre tocados con delicado celo marcan hitos en el devenir de la historia que plantea la constante insatisfacción del ser humano y su incapacidad para conservar lo que consigue, para amar lo que desea.

Barce establece un pacto cordial entre el lenguaje poético y la expresión más directa, logrando siempre conmover al lector, atraparlo en la tensión narrativa; una sutil fusión entre la sensibilidad que destilan algunos pasajes cromáticos y el crudo verismo de las situaciones más escabrosas, casi fílmicas, en las que no se renuncia a decir las cosas por su nombre. Las palabras en yiddish y en haquetía fulguran dejándonos un agridulce aroma de lo que fue perdido y de lo que debe ser recuperado. A través del lenguaje, retórico o cotidiano, establecemos una relación singular con los actores. El lenguaje nos abisma o nos libera, va marcando ese aliento que convierte lo inocente en venenoso o lo perverso en salvífico, sin saber muy bien dónde hemos de establecer los límites.

Y, como punzadas ácidas o como ráfagas luminosas, la capacidad de extraer de lo literario pensamientos que ahorman un ideario existencial: “Nada tan decepcionante como descubrir la mezquindad de alguien a quien admiramos”. Pero incluso descubierta la falacia, no nos queda más remedio que erguir la cabeza y seguir caminando porque, a pesar de la decepción que podamos sentir frente al mundo y nuestra flaqueza, sigue permaneciendo viva la esperanza.

Enhorabuena, Sergio, por todo lo dicho y por todo lo que deja sugerir tu novela, ese difícil equilibrio que se presta a pensar en lo valioso de una lectura aleccionadora e inolvidable.

                                                                      Manuel Gahete

cubierta definitiva La emperatriz de Tánger

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3 respuestas

  1. Buena crítica, me gusta especialmente el tono cálido y esperanzador para un lector cansado, coincido plenamente en el sutil equilibrio entre la textura poética y la acidez de las escenas y situaciones.

  2. Manuel Gahete dice bien, tus novelas no pueden dejarse a medias… imposible renunciar al desenlace de tus historias…
    Llorar y morir. Pero luego, una vez salida a la luz, tu voz, tu escritura, nos hace vivir, soñar, intensamente.
    Un beso

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