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LARACHE según BIDÉ DE MAURVILLE, en su relato de la fallida expedición francesa contra los berberiscos que se refugiaban en Larache, en 1765

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En 1765, una expedición francesa, al mando de La Touche de Beauregard, trató de tomar Larache para impedir que los corsarios berberiscos, que se refugiaban en el río Lukus y en su puerto, siguieran atacando a los barcos franceses. Sin embargo, fueron rechazados por las tropas del rey de Marruecos.

Lo ocurrido a esta desastrosa expedición, fue relatado por Bidé de Maurville en su <Narración de la Expedición de las chalupas que fueron destacadas el 27 de Junio de 1765 por el Sr. Duchaffault, Jefe de Escuadra que mandaba la del Rey destinada a cruzar delante de las costas de los Estados del Rey de Marruecos, para ir a incendiar los corsarios que había en el puerto de Larache, mandadas por el Sr. De la Touche Beauregard, Capitán de Navío y Comandante del Buque Almirante>, del que reproduzco el siguiente fragmento:

 En la noche del 26 al 27 de Junio, después de haber bordeado y cañoneado durante todo el día la ciudad y los fuertes de Larache, el Sr. Duchaffault destacó ocho chalupas para ir a incendiar un buque que se encontraba a la entrada del río que forma el puerto de esta ciudad y que pasa a lo largo de las murallas de la plaza. Nuestra expedición fue tan feliz que, después de haber entrado en el puerto y haber incendiado dicha embarcación, que abordamos sin resistencia, volvimos a reunirnos con nuestros buques, sin más baja que la de un hombre de nuestra canoa, ligeramente herido.

Poco después tuvimos que lamentar la inutilidad de nuestra expedición a causa de la actividad con que los moros detenían la progresión del incendio, que apagaron totalmente. Es cierto que si la marea no hubiera sido un obstáculo contra la buena voluntad de toda nuestra gente, hubiésemos hecho una nueva tentativa sin pérdida de tiempo; pero la falta de fondo, que nos había impedido franquear la barra de este puerto la noche precedente, nos ofrecía entonces las mismas dificultades, lo que obligó al General a dejar para el día siguiente la empresa de una nueva expedición. Todos los Oficiales coincidían en la resolución del Sr. Duchaffault, que era la de efectuar la acción en pleno día. Siendo esta empresa la única hacedera y por tratarse de añadir a la de la víspera el incendio del Corsario más considerable del puerto, hubiera sido imprudente intentar el abordaje durante la noche, pues este buque se encontraba muy al avante en el interior del río que nos era desconocido y que formaba varias sinuosidades antes de llegar al punto en que estaba amarrado el buque en cuestión. Por otra parte, la poca resistencia que habíamos encontrado al hacer nuestra primera expedición parecía responder del éxito de una segunda. 

Louis Charles du Chaffault de Besné

 No obstante, el General no quiso decidir nada antes de haber consultado con los señores Comandantes que mandaban los demás buques de su Escuadra. El 27 por la mañana les hizo la señal correspondiente para que se rindieran a bordo del buque almirante, así como la señal de Consejo. Bien pronto tuvo la satisfacción de ver que a su intención no se oponía ninguna inspiración contraria, que en cada buque se había formado el mismo proyecto y que todo el mundo tenía la misma confianza que nosotros en el éxito. Sin retener más tiempo a los señores Comandantes, les ordenó que se retiraran inmediatamente a los buques que mandaban, para armar sus chalupas y canoas, debiendo tenerlas listas para unirse a las del General a la primera señal que éste les hiciera. También ordenó prepararse a los Comandantes de los jabeques e ir a fondear lo más cerca posible de la entrada del puerto. Nos pusimos, por nuestra parte, a trabajar para acercarnos más a Larache y, tan pronto como estuvimos a medio tiro de cañón, comenzamos a tirar. Las fragatas, galeotes bombardas y jabeques, que habían recibido la orden correspondiente, hicieron otro tanto. Continuamos haciendo fuego hasta medio día, hora en que cesamos para comer y dar un poco de descanso a nuestra gente, a fin de poder comenzar de nuevo una vez reparadas las fuerzas.

A las dos de la tarde volvimos a bombardear Larache, continuando casi hasta el final de la expedición. A las cuatro, habiendo dado el General la orden de hacer la señal para que las chalupas y canoas viniesen a su bordo, éstas vinieron inmediatamente. El Sr. De Beauregard, Capitán de Navío y Comandante del buque jefe, encargado de esta expedición, designó, antes de partir, las chalupas que habían de incendiar las diferentes embarcaciones que se encontraban en el puerto y formó otras tantas divisiones destinadas a sostenerlas.

Cuando todo fue dispuesto de esta manera, nos pusimos en marcha según la orden ya convenida. Tardamos poco tiempo en llegar a la barca, que franqueamos en buen orden, sin darnos cuenta del gran oleaje que allí reinaba generalmente, así como tampoco experimentamos ninguna dificultad al pasar el castillo y los fuertes que bordean la entrada del puerto y bajo los cuales hubimos de desfilar a medio tiro de pistola. A medida que nuestras chalupas, a cuya cabeza navegábamos, pasaban al otro lado de un pequeño fuerte que forma la abertura del puerto, comenzaron sucesivamente a hacer fuego contra las tropas de moros ocultos detrás de las rocas que bordean la entrada y el interior del río, no dejando de avanzar hacia el primer buque, del que estábamos ya muy cerca. Tan pronto como le dimos alcance, le abordamos con la chalupa de La Terpsichore y subimos a bordo sin que se nos opusiera ninguna resistencia…

(…)   Los moros se adueñaron de nuestra chalupa y exterminaron a casi todos los heridos que en ella encontraron, escapando de esta carnicería solamente los que, por ocupar el fondo de la embarcación, les dieran por muertos aquellos desalmados, en los primeros momentos de su furor.

Así terminó una expedición que nos había inspirado tan buen augurio y que yo creo que no habría tenido resultados tan adversos si hubiésemos encontrado una corriente normal, pero la columna de agua que entraba por un paso tan estrecho, para engrosar un río muy ancho en el interior, ofrecía una resistencia  excesiva para nuestras fuerzas, continuamente debilitadas por el fuego del enemigo; esto fue, según mi opinión, la única causa de nuestra pérdida.

Como el trato que de los moros hemos recibido ha sido para cada uno de nosotros diferente, no me ocuparé de ello en este relato general. Sólo añadiré que, de dieciséis chalupas que fueron destacadas para esta expedición, nueve nada más tuvieron la suerte de salir del río y de volver a la Escuadra. Las otras siete, cuya lista doy a continuación, cayeron en manos de los moros…

 El fragmento está tomado de Larache a través de los textos <Junta de Andalucía, 2004> de María Dolores López Enamorado, que reproducía el texto de Relato de la Expedición de Larache, 1765, de Bidé de Maurville, traducción de la edición francesa original, Ámsterdam, 1765, y que se editó en Tánger, Publicaciones del Instituto General Franco, 1940, dirigida dicha publicación por la Duquesa de Guisa.

 François Joseph Hippolyte Bidé de Maurville nació en 1743 en Rochefort (Francia). Guardamarina, en 1765 embarca a bordo de L´Utile, bajo el mando de La Touche de Beauregard, en la escuadra de M. du Chaffault de Bresné, para, como se ha contado, combatir a los berberiscos en las costas de Marruecos. Fue hecho prisionero en Larache, pasando dos años como esclavo. Luego, participó al lado del monarca alaouí en las negociaciones de paz con Francia, y en 1767 regresa a su país. En 1779 es ascendido a Capitán de Navío y, como tal, hace una campaña en las Indias desde la que es devuelto a Francia acusado de desobediencia. Confinado en la isla de Ré, es finalmente liberado y excluido de la Marina en 1783.

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