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LARACHE vista por… ALEJANDRO GÁNDARA en su novela CIEGAS ESPERANZAS, Premio Nadal 1992

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    Uno de los galardones literarios más prestigiosos de España es el Premio Nadal. Carmen Laforet fue la primera ganadora con su mítica novela “Nada”, en 1944, y  luego vendrían Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Álvaro Cunqueiro, Jesús Fernández Santos o Fernando Arrabal, entre otros.

      En 1992, gana el Nadal el escritor Alejandro Gándara con la novela “Ciegas esperanzas”, y curiosamente la mayor parte de la acción de su historia se sitúa en Larache, quizás la más humana de la novela.

      Ambientada en los años inmediatos a la declaración de Independencia de Marruecos, relata la difícil relación entre Martin y una chica marroquí, Salima, y a cuya relación, a causa de la situación política y religiosa del momento, se opone frontalmente el hermano de ésta. Y Abdellah, el mejor amigo de Martin, trata de hacerle comprender también el peligro que entraña esa relación amorosa.

Larache

Hay escenas que se desarrollan en la Plaza de España, otras en la calle Chinguiti y también en La Medina, o bien en las que se mencionan lugares o espacios concretos de Larache, como el Casino de la Casa de España.

 (…) -¿De verdad trabaja en el Lucus? –Martin había puesto un brazo delante de Abdellah, que empezaba a marcharse.

   Salima continuaba revoloteando entre las otras muchachas. La cara se le había ido encendiendo, pero seguía yendo de un lado a otro como si el juego la excitara cada vez más en vez de fatigarla. No miraba a Martin y Abdellah, pero los muchachos estaban suficientemente cerca y formaban parte de un público que ella metía sin querer en su juego, igual que metía las miradas furtivas pero intensas de los hombres de los corros. La mirada de Martin, por su parte, era de las que esperan una contestación y esa espera le retenía contra la incomodidad de Abdellah.

-De verdad trabaja en el Lucus, pero tú no sabes lo que es el Lucus –gruñó Abdellah.

-¿No es la fábrica de conservas? –preguntó distraído y tratando de alargar el ultimátum que le había dado su amigo.

-No sé qué quieres de Salima –dijo el cojo mientras empujaba sin convicción el brazo que le cortaba el paso-. La fábrica de conservas, sí. Muchas mujeres esperan a la puerta hasta que cae alguna de dentro. ¿Qué crees que es Salima, Martin?

  Es un libro muy bien escrito. Gándara narra con un estilo conciso y seco, y se demora a conciencia cuando trata de plasmar los temores de sus protagonistas, el miedo a la muerte, la sensación de que todo acaba. Hay un sabor amargo en toda la novela, en la que, por un lado, si bien se construyen los personajes con cierta sobriedad, subrayando en ellos las contradicciones que el choque cultural les causa, especialmente el religioso, por otro es evidente que el autor no conocía del todo Larache, aunque eso no menoscaba en absoluto la calidad de la novela, por supuesto, pero sí que delata que o bien la había visitado muy de pasada o que la conocía a través de terceras personas, porque unas veces sitúa establecimientos o calles erróneamente o los identificada con nombres inexistentes, como si fuesen de oídas. En todo caso, creyó acertado elegir Larache como el escenario perfecto para contar la problemática que se suscitaba durante los años cincuenta en el Protectorado español de Marruecos.

Larache

 (…) Se detuvo bajo un cartel que decía Cine Chinguiti, miró por una cancela el vestíbulo oscuro y se dio media vuelta enseguida. La calle terminaba y, con la espalda en la cancela, observó la plaza a la que se estaba acercando.  La misma plaza con el jardín en el centro, los arcos de la fachada del zoco y la tienda de Yibari.

  Echó a andar con paso un poco más decidido, espió de pasada por las cristaleras del café que hacía esquina y bordeó la plaza hasta un arco pequeño y una puerta baja por la que se veía la calle grande del zoco. No se metió dentro. Se limitó a quedarse en esa puerta con las manos en los bolsillos y la cara asomada a las casas azules, los parasoles, las esteras y la gente alrededor de las esteras, mucha más gente que la vez en que el grupo de chiquillos tuvo que decidir bajar al puente del Lucus.

Alejandro Gándara

Como digo, la fuerza de su narrativa estriba, por un lado, en la utilización de la época inmediatamente anterior a la Independencia de Marruecos, con los acontecimientos ocurridos en Larache como telón de fondo, y en la construcción minuciosa de los sentimientos, pensamientos y temores de sus protagonistas. Y me gusta cómo consigue transformar a la ciudad de Larache en un personaje más, un personaje que parece influir obstinadamente en el ánimo de los otros personajes de carne y hueso.  

(…) -Tu madre no quería venir a Marruecos. Pero yo pensé que aquí estaba mi salvación –el tono entrenado del maestro estaba desapareciendo en la rapidez del que no quiere tocar mucho las palabras y pisa en ellas como en la superficie de un barro deslizante que mancha al mismo tiempo que empuja-.

(…) Fue una escapada. Y se mezclaron tu madre y Marruecos. Me enamoré de ella pensando que tenía que irme. No me enamoré después, ni antes. Me enamoré pensándolo.

(…) Se hizo triste. Cuatro años. No digo que estuviese triste, digo que se hizo triste. Eso es lo peor que uno puede ver de sí mismo. Yo lo hice con tu madre trayéndola a Larache. Para los españoles ésta es una tierra militar, ni siquiera una tierra de misión. Al final, encontré aquí todo lo que me había hecho escapar. Guarniciones, comerciantes y chupatintas, donde un maestro es todavía menos que en Ciudad Lineal. Se preguntan cómo llegaste a parar a este sitio. No tienes negocio, ni galones: algo te ha pasado en la tierra de atrás.

(…) No fue la ciudad. Al principio creí que era esta ciudad y que debíamos unirnos, aunque fuera mediante la tristeza, estoy seguro de que durante mucho tiempo pensé que la tristeza era un aliado, que debía unirnos contra la ciudad. Pero no era la ciudad, era yo en esta ciudad, lo que vio de mí, lo que vio de mí gracias a esta ciudad y que en Madrid podía explicarse de otra manera, sin necesidad de que me viera a mí.

Santuario Lalla Mennana de Larache

   Ya he hablado en otra ocasión de que en mi novela “En la jardín de las Hespérides” describía la experiencia vivida por mis abuelos y mi madre cuando se produjeron los asesinatos en Larache, tras la muerte del Raisuni, y cómo colgaban y quemaban a la gente que consideraban traidores. Sara Fereres hacía lo mismo en su libro “Larache, crónica nostálgica”, que también analicé. Pues bien, Alejandro Gándara recrea de la misma forma estos acontecimientos de la siguiente manera:

(…) -Los Yahtahary están en Tatla-Reysana. Han subido por la costa colgando gente de los olivos y quemando policías en las calles.

-Larache es proespañol.

-Eso se acabó, Martin.

Distinguió algo líquido en las pupilas de Abdellah. ¿Abdellah sabía llorar? Para el cojo también se acababan muchas cosas y puede que quisiera su parte en los sentimientos de lo que se acababa. Era miserable, en Martin, pensar sólo en Salima. Abdellah estaba allí, con su mundo protegido acabándose. Había perdido al mismo padre, por vez primera era capaz de pensar eso, y estaba a punto de perder a su hermano. Como perdería la casa y el trabajo en las cocheras. Mientras el mundo débil de Abdellah se derrumbaba, llegaba Martin y no quería escucharle.

-He visto a los de la plaza. Hay más de tres mil ahí –dijo, esperando que Abdellah entendiera que se rendía, que quería comprender y, sobre todo, comprenderle por lo que estaba pasando.

El cojo volvió a suspirar, pero esta vez el aire arrastraba un alivio concentrado, el alivio de la proximidad recuperada, de tener a Martin a su alcance.

-Han quemado la casa del bajá Raisunik y han prendido fuego al negro que estaba allí. Ha sido increíble. Mientras ardía, las mujeres le metían hierros.

-Eso no ha sido de repente, Abdellah. Algo ha ocurrido.

-Ha ocurrido que Marruecos va a ser independiente. Cualquier cerilla llegará a la pólvora. Hace mucho que tú no vives aquí. Sólo vacaciones. Tu tío para cada tres horas para que los trabajadores toquen la flauta. Todos los días hay problemas nuevos, Andan con mucho cuidado en los últimos tiempos. Pero el Raisunik estuvo esta mañana en el zoco de Tlata-Reysana, no sé qué pasó, lo único que sé es que los guardaespaldas dispararon las metralletas y mucha gente murió. A mediodía ya habían llegado los Yahtahary y por la tarde la noticia de la matanza estaba en Larache.

-¿Y la Comandancia?

-La Comandancia no hace nada. Las tropas están acuarteladas. Tu tío llamó y le dijeron que no saldrían de los cuarteles. Los rumis están en casa, se quedan en casa. Y tú eres un rumi, Martin. No olvides.

También me parece sorprendente en esta novela las escenas casi simbólicas, de ensueño, que se desarrollan en el río, cuando el protagonista trata de cruzarlo y alguien le hace señales desde la otra orilla, y cómo su pesadilla se transforma en el motor para recobrar su pasado que le ahoga de una manera insoportable. Hay párrafos magníficos en esta novela excelente, en un difícil ejercicio con el que Gándara hace un trabajo artesanal con el lenguaje, estilizándolo, sobre todo en las escenas estre Martin como soldado y el extraño, en una conversación alambicada y malabárica que alarga in eternum, utilizando para ello recursos narrativos y lingüísticos asombrosos. Una novela sin concesiones, áspera, honda, y que, además, como he descrito, cuenta con el aliciente de llevarnos hasta unos hechos históricos que tuvieron a Larache como protagonista. Muchas razones para leer este magnífico libro, un Premio Nadal en Larache.

 Sergio Barce, febrero 2012

Alejandro Gándara

Alejandro Gándara, nació en Santander en 1957. Sociólogo y escritor, es autor de las novelas La media distancia, La sombra del arquero, Nunca seré como te quiero o El día de hoy. Además del premio Nadal, ha obtenido entre otros el Premio Herralde de Novela por Últimas noticias de nuestro mundo.

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8 respuestas

  1. a los que vivimos de cerca estos disturbios no se nos olvidarán
    jamás, pero que diferente es leerlo u oirlo a personas que no
    compartieron esas escenas ,en directo,tan horrorosas ni pasaron el miedo como muchos de nosotros aquella tarde.

  2. Sergio gracias por hacernos conocer éste libro, lo leeré y recordaré aquellas vivencias que tan de cerca vivió mi marido. Tenía la oficina al lado de la casa del Raisuni frente al «Ecole Fraçaise» en la carretera de Alcazarquivir. Tu padre se acordará.
    Saludos.

  3. Qué bien suena «un Premio Nadal en Larache»!!. Me ha hecho recordar la lectura del primer Premio Nadal… la joven Andrea que llega a Barcelona para vivir en el seno de una familia de la burguesía catalana… pero «Nada» está llena del vacío y de la decepción de la vida tras unas apariencias. Me gustó mucho la narrativa de Carmen Laforet.
    La independencia de Marruecos es un tema siempre interesante para nosotros y si está tan bien relatado como nos dices, Sergio, siento gran curiosidad por leer Ciegas esperanzas de Alejandro Gándara.
    Un beso

  4. Yo tambien vivi aquellos dramaticos momentos,aunque debido a nuestra juventud,no nos dabamos cuenta de lo peligroso de la situacion.
    Esa tarde yo salia del tostadero de cafe de Dª Lucia y me encontre con las calles vacias,solo llegaba hasta mi el ruido de todo el alboroto que habia en la Plaza de España,donde quemaban personas que colgaban en los arboles y el humo y el olor lo impregnaban todo.¡¡¡¡¡Que horror!!!!!
    Como olvidarlo!

  5. Leí la novela y le regalé un ejemplar a la familia Yebari pues los nombra en el libro. Ellos me regalaron una bandera de Marruecos que conservo como oro en paño.
    Aunque algunas referencias, como la del Casino, me temo que las hace sobre el nuevo (Casa de España actual), pues la decoración de redes y timones creo que no las tuvo el Casino qye yo conocí en la Plaza de España ni la Unión Española. El libro me pareció muy interesante en un momento clave de las relaciones políticas de esos años.

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