En los años 1902-1903, Eugéne Aubin viaja a Marruecos y realiza un informe: “Marruecos en nuestros días: descripción histórico-pintoresca de instituciones religiosas, políticas y sociales, de lugares, costumbres, etc, etc, etc…” que es pubkicado en España en 1908 por Montaner y Simón – Barcelona. Este libro lo conocía gracias a <Larache a través de los textos> de Mª Dolores López Enamorado, que ya he nombrdo en varias ocasiones; pero en una librería de viejo enontré un ejemplar en un decente estado de conservación, y lo compré. Es una pequeña joya. Y leyendo partes de su viaje, me he dado cuenta de que Eugène Aubin era, además de un viajero impenitente, un excelente narrador. He transcrito no sólo los párrafos que Mª Dolores recoje en su libro sino todo lo que Aubin contaba de su paso por Larache. Creo que es un documento extraordinario porque con su detallada descripción podemos hacernos una idea muy clara del Larache de principios del siglo XX, de su pobreza y abandono ancestral pero también de su inevitable encanto, cómo era la ciudad y su entorno, el Zoco Chico y la Medina, su economía y, en especial, quiénes formaban su población. Creo que es uno de los frescos más completos que un viajero ha hecho de Larache en aquellos años de aventura y descubrimiento…
Sergio Barce, diciembre 2012
<Prefacio: Llegado a Tánger en 1902, llevóme mi buena suerte, algunas semanas después, hacia el Sur de Marruecos, en donde visité Marrakex (el traductor señala que aunque el nombre castelano de esa ciudad es Marruecos, adopta la denominación indígena de Marrakex a fin de evitar confusiones entre el nombre de la capital y el del Imperio), con los dos principales valles del Gran Atlas, el Gundafi y el Glaui; y apenas de regreso en Tánger, en los primeros días de enero de 1903, hube de partir nuevamente para Fez, en donde permanecí seis meses. La serie de cartas que forma el presente libro fue escrita primero en la tienda de campaña, durante mi excursión por las regiones meridionales, y luego en Fez, en el jardín poblado de naranjos que me concedió la hospitalidad jerifiana. Las más de ellas se publicaron, a medida que las iba yo escribiendo, en el Journal des Débats; las más importantes insertáronse en la Revue des Deux Mondes, en la Revue de Paris y en la Renaissance Latine.
Estas cartas contienen los datos e informes que recogí, desde el principio de mi estancia en Marruecos, a fin de mejor comprender un país tan especial, para mí tan nuevo y en el que había de hallarme durante la crisis decisiva de su historia…>
A partir de la página 81 de su libro, Eugéne Aubin nos habla de su estancia en Larache, una vez que deja atrás Alcazarquivir (Alkazar)…
<Cuando nos disponemos a levantar el campamento, recibimos malas noticias de la capital: la tregua impuesta por el Aid es-Saghir ha terminado y Bu Hamara ha proseguido, según parece, su marcha ofensiva; los misioneros ingleses y americanos y algunos alemanes e italianos están a punto de abandonar la ciudad, realizándose así el éxodo de más de la mitad de la colonia europea.
La prudencia aconseja esperar los acontecimientos, y en su consecuencia nos encaminamos a Larache, situada en la desembocadura del guad Lukkos. La distancia es de 35 kilómetros, que recorremos en seis horas de marcha a través de un terreno ligeramente ondulado y por un camino arenoso. El las ramas de los asfodelos comienzan a abrirse flores de tinte rosado y magníficas tapsias ostentan al ras del suelo los delicados encajes de sus grandes hojas. A nuetro paso apenas encontramos algunos aduares, y poco antes de llegar a la ciudad cruzamos un gran bosque de alcornoques.
En Laache permanecemos, quieras que no, una semana, acampados en la costa brava, fuera de la población y junto a la msalla. El sitio, erizado de setos de aloes, se denomina Nadhur (Bella vista), y desde él ofrécese constantemente a nuestros ojos el espectáculo de las olas del Atlántico que se estrellan en la barra; la costa, envuelta en el polvillo del agua, remóntase hacia el Norte, hasta el cabo Espartel, que, en tiempo claro, se divisa a lo lejos.
Larache (el-Araích, los parrales) se alza en la colina que domina la orilla izquierda del guad Lukkos, en el lugar mismo en que el río se precipita en el Océano; en la parte baja están el pequeño desembarcadero, para las barcazas, los depósitos de la aduana y los almacenes de los comerciantes; en la parte alta, las casas escalan el monte dominadas por dos alminares cuadrados. La ciudad hállase rodeada por una vieja muralla almenada, flanqueada en la parte de tierra por la kasba y en la de mar por una fortaleza blanca que rematan varias torrecillas, los Guebibats.
Larache es de origen árabe; protegida por su barra, lo mismo que Salé y Rabat, fue guarida de piratas y supo escapar mejor que las demás ciudades de la costa a la ocupación de los portugueses, quienes sólo permanecieron en ella unos cuantos años; y si los españoles pudieron mantenerse en ella desde 1610 hasta 1689 fue debido a que pagaron su establecimiento en dinero contante y sonante a un pretendiente al trono ferifiano. Los españoles dejaron allí una magnífica ciudadela ennegrecida por el tiempo, de ángulos salientes y anchos fosos, que forma actualmente uno de los lados de la kasba, y algunos cañones de bronce, con las armas de Felipe III, que yacen por el suelo de las fortificaciones de la plaza. Larache ofrece la particularidad de estar puesta bajo el patronato de una mujer, Lalla Mennana, cuya kubba señala la entrada de la ciudad por el lado de tierra.
Larache ofrece muy poco interés al viajero: sus calles son sucias y en cuesta, sus mezquitas insignificantes, y su kasba no es más que un montón de ruinas. El único sitio verdaderamente pintoresco el la plaza del soco, en donde están el bazar y el mercado; esta plaza sube en suave pendiente desde la puerta principal de las murallas hasta la de la kasba y forma un cuadrilátero de blancas arcadas, debajo de las cuales están instalados los acostumbrados tenduchos.
La población de Larache elévase a 5.000 habitantes, de ellos 2.000 judíos; el elemento musulmán de la misma compónese de rifeños y de yebalas que se trasladaron a la ciudad después de reconquistada ésta a los españoles. Entre los judíos hay muchos artesanos y algunos comerciantes, y en su comunidad, pobre y mal organizada, comienza a manifestarse un movimiento de emigración a la América del Sur. El año pasado, la Alianza Israelita abrió una escuela para niños y otra para niñas, y en ambas se da la enseñanza en francés; la primera cuenta 114 alumnos y la segunda 85.
La colonia europea consta de 150 individuos, de los cuales 120 son españoles, dedicados en su mayoría a oficios humildes. Aparte de los comerciantes judíos y de los agentes de las casas de Tánger y Fez, todo el comercio de Larache está en manos de cuatro casas europeas locales: una francesa, una inglesa, una italiana y una española. La colonia francesa compónese de 10 personas, a las que puede añadirse una familia israelita protegida. Nuestro compatriota, M. de Laroche, es el primer comerciante del pais y muy recientemente ha probado también, y con éxito, hacerse industrial, produciendo anualmente con uvas que compra en la región de Ehl es-Serif, más arriba de Alkazar, un centenar de hectolitros de vino blanco o tinto y un excelente vino de postre que recuerda al moscatel de Frontignán; esos vinos tienen su consumo en las comunidades israelitas del Sur de Marruecos, y para ser kacher han de ser fabricados por empleados judíos. M. de Laroche se ha dedicado asimismo a la fabricación de aceite y de aguardiente anisado. Estas industrias y además dos molinos y una pequeña tenería constituyen las únicas de Larache.
Los padres franciscanos están al cuidado de la misión católica y sostienen una modesta escuela española, a la que asisten una docena de muchachos de ambos sexos; la mayoría de niños europeos, sin embargo, se educan con preferencia en las escuelas de la Alianza Israelita. Una misión protestante inglesa procura atraer a algunos musulmanes al cebo de una taza de té para ofrecerles biblias y hacerles oír la buena palabra con ayuda de imágenes colgadas de las paredes; pero la ingrata tarea de esos misioneros, dos hombres y tres mujeres, tiene aquí el mismo mal éxito que en las demás tierras del Islam. Por último, un médico español cuida de la asistencia de la pequeña colonia europea. En lo que toca a los inmuebles, los europeos y los judíos adquieren fácilmente propiedades aun en las inmediaciones de la ciudad, pues el gobierno marroquí mira, al parecer, a Larache con los mismos ojos que a Tánger y considera esa puerta como poco menos que abandonada a los infieles, bien al revés de lo que sucede en otros puntos de la costa, respecto de las ciudades muéstrase aquél sumamente severo.
Larache es lugar de tránsito para las mercancías destinadas a Fez y de exportación para los productos del Klot y del Gharb. Es, en realidad, el puerto de Fez, y en este concepto considerábalo Felipe II como el punto más importante de la costa; por eso lo escogieron en el siglo XVII los españoles para comenzar su instalación en Marruecos. Desgraciadamente la barra de Lukkos es inabordable durante la mitad del año, y la dificultad de los embarques disminuye considerablemente la importancia de Larache. Por su parte el majzén, que se reserva el monopolio de las operaciones de los puertos, no hace nada para facilitar las cosas, y en la actualidad sólo pone a la disposición de los cargadores cuatro barcazas.
El principal producto que se exporta por Larache es la lana, que se expide sin lavar; la mitad aproximadamente va a Francia; el resto, a Inglaterra y a Alemania. Las lanas de esa región, de las que sólo se lavan las comunes, se consideran como las más finas de todo Marruecos; siguen luego las de Casablanca; y en cuanto a las de Rabat, han desmerecido mucho a causa de la frecuencia de las mezclas. También se exportan alpistes que se envían a Inglaterra, habas, algunos garbanzos y hasta cera.
En materia de importación, todas las mercancías ricas y de poco peso desembarcan en Tánger, desde donde son conducidas a Fez en mulos; en cambio, las mercancías pesadas (azúcares, hierros, telas de algodón, tes y bujías) van consignadas a Larache para ser transportadas a Fez en camellos. En tiempo normal, una carga de camello (de 250 a 300 kilogramos) desde Larache a Fez cuesta de ocho a catorce duros. En estos últimos tiempos, los soldados de infantería del joven sultán han conducido por el camino de Fez una pporción de objetos extraños y singularmente pesados; pero estas expediciones se han hecho a la buena de Dios, siendo unas piezas enviadas a Fez y quedando otras olvidadas en el puerto de desembarco: la mitad de un globo dirigible, una parte de una canoa de vapor, una infinidad de rieles, varias cajas de cristalería, cureñas y máquinas agrícolas permanecen todavía diseminadas en el desembarcadero y en los almacenes de la aduana, proclamando la desidia lamentable de los delegados jerifianos.
Los intereses agrícolas de los europeos en el extremo septentrional de Marruecos son muy importantes y la asociación agrícola reviste en aquella región un carácter especial. Así como en la costa y en todo el centro de Marruecos prevalece un sistema puramente comercial, en el que el europeo no tiene con el indígena más relaciones que las de banquero para adelantarle dinero y de exportador para darle salida a su cosecha, aquí se asocia realmente con el natural del país para ejercer la agricultura, bien contratándole como arrendador en tierras alquiladas y cediéndole el quinto de los productos, bien entendiéndose con un propietario sobre la proporción de sus aportaciones recíprocas y el reparto de los beneficios.
Desde los olivares y naranjales cercanos a Larache, la vista se extiende por todo el valle bajo del guad Lukkos, por el estuario que una estrecha duna de arena limita y por los meandros del río que se remontan al través de una planicie inundada, hasta la linea lejana de los Yebalas. Enfrente mismo, una pequeña colina contrasta con el terreno que la rodea por el color obscuro de sus matorrales y lentiscos, de sus olivos silvestres y de sus alcornoques. Esa colina denomínase actualmente Xemmij y señala el sitio en donde se alzó en otro tiempo la ciudad de Lixus; para llegar hasta ella hay que andar casi una hora atravesando en barca las ciénagas del Lukkos, pobladas de flamencos, airones, ánades y garcetas. La ascensión es penosa a causa de las malezas, de entre las que se escapan vuelos de perdices rojas; una vez en la cumbre, en donde estaba antiguamente la acrópolis, todavía se descubren, bajo las grandes hojas de los acantos, algunos restos de murallas fenicias y de construcciones romanas.
Durante los últimos días de nuestras estancia en Larache, instálase en la costa brava, cerca de nuestro campamento, una ciudad de tiendas de campaña que crece por momentos hasta contener a todos los tolbas del Klot, en número de más de 500. Esos jóvenes estudiantes han ido pidiendo limosna por toda la comarca, y habiendo recogido algunos centenares de duros, han resuelto reunirse en Larache para celebrar allí una de sus fiestas periódicas. Distribuidos en sus tiendas, viven en dulce abandono, bebiendo té, comiendo las carnes cortadas y guisadas en medio del campamento mismo y agitándose a veces para dar un paseo colectivo al son de una triste gaita.
El 18 de enero la caravana emprendió nuevamente el camino de Fez. Las noticias del interior eran más tranqulizadoras; en la capital calmábase la agitación; y los muleteros llegados a Larache garantizaban la seguridad de los caminos. Algunos misioneros americanos, disfrazados de árabes, que, procedentes de Fez, acampaban a las puertas de la ciudad, declaraban que el país estaba tranquilo y afirmaban que si habían abandonado su habitual residencia era simplemente en previsión de una revuelta posible en el caso de que Bu Hamara consiguiese una nueva victoria. Esto no obstante, nuestros hombres, embotados por el reposo y por las relativas distracciones de Larache, opusieron alguna resistencia a reorganizar la caravana, y el jefe de los acemileros nos decía suavemente en su lenguaje figurado: Puesto que Muley Edriss no os llama, ¿por qué queréis ir a Muley Edriss?…>
7 respuestas
muy interesante, con eso se puede saber mucho de la historia de larache, su puerto, sus actividades, la vida de la gente, los europeos en larache,,,,
Curiosisimo el relato. Mucho se hizo a partir de entonces por Larache, hasta convertirla en la bella ciudad que se formó hasta los años setenta aproximadamente. Luego de nuevo a empezado a deteriorarse.Una gran pena,para los hijos de Larache.
Ha sido encantador leer este texto de Eugène Aubin. Su forma de narrar y todos los detalles nos acercan al Larache de entonces y nos enriquecen conociendo pormenores para muchos/as -entre los/as que me cuento- desconocidos hasta ahora. De verdad, precioso de leer!
Sergio, una vez más nos aportas datos valiosísimos y de gran belleza acerca de nuestra Tierra tan querida. Por ello, siéntome obligada de agradecer al titular del presente blog que siga ofreciéndonos tales maravillas. ¡¡Es un disfrute!!
Un beso
La descripcion historico-pintoresca de Larache fué en la época del Sultàn Moulay Abd al-Aziz (Marrakech, 1881 – Tánger, 1943) quien gobernó (1894 a 1908) al ser coronado – en circunstancias difíciles por la grave crisis política y social que atravesaba el reino – con la ayuda de consejeros europeos, especialmente ingleses, que abusaron de su inexperiencia. Este sultàn era apasionado por la fotografia, la bicicleta, el trén, golf…Esto fué poco antes del establecimiento del protectorado.
Me ha sorprendido en este relato, la información geográfica: descripciones de regiones a partir del relieve, las riquezas naturales (olivares , naranjales, vid, alcornoques… Estos ultimos formaban parte del bosque del Maamora que se extendia hasta Salé cerca de Rabat…), , la importación y la exportación de diferentes productos, la citacion de la fauna que existia en la region de Larache en aquellos tiempos, como muchas especies de aves que ya han desaparecido y que vivian en las ciénagas del rio Lukus donde se alimentaban de peces, anfibios e invertebrados. Las aves citadas son :
El ánade real o azulón (Anas platyrhynchos) es una especie de ave anseriforme de la familia Anatidae.. Probablemente es el más conocido de todos los patos. El Flamenco común o rosado (Phoenicopterus ruber), que mide hasta 1,6 m de longitud, tiene el plumaje blanco rosado. Los airones son miembros de la familia de las ardeidas, grandes aves zancudas. Su nombre en francés aigrette que (al igual que el español «airón») significa adorno para la cabeza hecho de plumas y gemas. Las gacetas, ciconiformes con el plumaje blanco, la cabeza con un penacho corto del que salen dos plumas largas, el pico recto, el cuello muy delgado y los tarsos negros. La perdiz pertenece al orden de las gallináceas y a la familia de las faisánidas.
Me ha sorprendido también el origen del nombre de Larache en àrabe Laaraich = los parrales ( conjunto de parras o plantas de vid, sostenidas por un armazon) ( ?)
Estos viajes se caracterizaron como resultado de la mirada del hombre europeo hacia las diferentes culturas y podian tener diversos puntos de interés: político-expansionistas, religiosos, económicos, etnográficos y, sobre todo, culturales.
Gracias Sergio por publicar este interesantissimo diario de viaje de Aubin sobre Larache, con tantos detalles que algunos me eran desconocidos. Tambien agradezco a Ahmed Chouirdi por sus explicaciones muy relevantes que completan el relado.
Abrazo
Pues sí, Mercedes, como bien dices es un texto muy curioso, realmente fascinante.
Besos
Interesante documento histórico en el que encuentro, además, ese encanto particular que se desprende de los relatos de viajeros. En cierto modo me recuerda a Rilke, Irving, Pierre Loti, etc…
La frase final me resulta deliciosamente descriptiva; resume a la perfección el espíritu intrépido del viajero.