LARACHE vista por… GARCÍA DE TÚY (1922)

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   Mº Dolores López Enamorado recoge este pequeño fragmento en su libro <Larache a través de los textos>, editado por la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, en 2004. Como ella advierte, el relato forma parte de la obra escrita por M. García de Túy en 1922 titulada <De Sevilla y de Larache: Impresiones y recuerdos>, Sevilla: La Exposición.

   Dice Mª Dolores López Enamorado que su autor, con un lenguaje en el que abundan adjetivos y metáforas, nos ofrece su particular y poética visión de Larache.

   Efectivamente, se trata de un relato cargado, exuberante, quizá excesivo en su adjetivación, pero que sin duda consigue su objetivo final: dar una impresión de aguafuerte, resaltando el colorido, el bullicio humano que puebla las calles de Larache, plasmar una estampa probablemente exótica para su autor, sugerente y sensual, enigmática y desconocida a la vez. En cualquier caso, una curiosa descripción del Larache de 1922 plagada de escenas cotidianas envueltas en un halo de misterio y fabulación.

Sergio Barce, agosto 2012

De Sevilla y de Larache: Impresiones y recuerdos (1922)

(fragmento)

por M.García de Túy

   Ambiente tibio, tonalidades rojizas de la tierra feraz, salpicadas de manchones de un verde oscuro entre los que se ocultan negras esféricas balas de los cañones lusitanos que un día patentizaron en estos acantilados la expansiva grandeza del pueblo hermano. <Cabeza de nobre Espanha>, que dijo el egregio autor de <Os Lusiadas>. Arcos ruinosos que, no obstante sus profundas mutilaciones, muestran la esbeltez no superada de una arquitectura prodigiosa. Alcores rebosantes de una ubérrima vegetación espontánea.

Albos morabitos que semejan palomas posadas en altozanos de la feraz llanura, perfilada en sus desniveles por chumberas cuajadas de opimos, azucarados frutos; pozos prístinos donde el musulmán de astroso indumento y de piel roída por innumerables lacras llena las negrísimas odres que luego transporta jadeante, peludo y famélico jumento; grupos de hembras encorvadas por las cargas de los críos, que esperan con la barrosa ánfora apoyada en la cadera a que aquel les deje la vez; mendigos lisiados y esqueléticos que en interminable, monótona plegaria, de una honda tristeza, acurrucándose en las cunetas de las carreteras y en los abrigados flancos del sendero a merced de la caridad que pasa; enjambres de criaturas tocadas con amplios y sucios ropajes de una policromía chillona, que juegan, luchan y ocúltanse en las amplias vestimentas de sus madres, para esquivar la agresión de los más fuertes; corpulentos moradores de la lejana serranía, jinetes en cabalgaduras de sólido esqueleto y pelaje largísimo, que acuden a las covachas de la especulación judaica a mercar el azúcar de Marsella y las sebosas bujías de Liverpool.

Negros de los confines del desierto, portadores de productos exóticos que intercambian recelosos y astutos por otros que les facilitan los desaprensivos chamarileros que el afán de lucro aleja de los suburbios de nuestras urbes del litoral andaluz. Mercaderes hebreos que se deslizan con femenil timidez entre los grupos de traficantes moros y cristianos para proponerles negocios seguros y lucrativos que ellos intervendrán sin riesgos. Ir y venir de jefes, oficiales y soldados de todas las armas y cuerpos por carreteras, plazas, calles y callejones. En derredor, la esbelta silueta de la torre arabesca de la Comandancia General; la perspectiva grata de algunas edificaciones modernas; hacia el mar, el pequeño faro del desmantelado espigón que semeja un gigante hueso de oliva; un vapor embarrancado que las olas y los hombres van desguazando, y en la lejanía el <Isla de Menorca> que al sonar su sirena parece entonar un canto a la Diosa Terpsícore.

  

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Un comentario

  1. Gracias Sergio , me impresiona ver la fotos y las descripciones en estos relatos- A las que hemos pasado por estos lugares hace unos días también nos quedó en el recuerdo lo que ha sido y lo que es-En este viaje fui caminando desde la plaza hasta el Faro de Nador , pasando por la cárcel , donde había mucha gente esperando entrar- Las ruinas de unas garitas nos impresionaron y hasta el mismo faro nos heló la sangre-En la cuneta de la carretera había una señora que iba cargada de bolsas con la compra del mercado y nos señaló al sol diciendo que hacía mucho calor- Muy bellos y muy ciertos los relatos que acabo de leer-Mercedes Muñoz desde Canarias-

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