Sigamos paseando por Larache de la mano de los relatos que los paisanos vamos reescribiendo con el recuerdo y la memoria, con las grabaciones que hicieron un día nuestras retinas y quedaron grabadas en el recuerdo. Hoy traigo al poeta Mustafa Bouhsina, de quien ya he colgado varios poemas, pero hoy os presento un pequeño texto en prosa.
Os sugiero dos cosas al enfrentaros a él: primero, que lo leáis despacio, y segundo que lo leáis por segunda vez, porque, os lo aseguro, es cuando uno se da cuenta de la candidez, la belleza y la profundidad de lo que nos está relatando Mustafa. Aunque es un relato sencillo y directo, con giros que a muchos os harán sonreír porque son expresiones y formas de hablar típicamente larachenses, sin embargo, pese a esa sencillez que menciono, hay un segundo sustrato en el que se esconde emoción, nostalgia y un bellísimo canto a la amistad y al respeto. Requiere ser leído sosegadamente, aprehendiendo cada frase, exprimiendo cada escena, y cuando se vuelve a leer, esa segunda lectura que recomiendo hacer necesariamente, entonces encuentras lo que Bouhsina te quiere contar…
Sergio Barce, septiembre 2012
LAS LLAVES DEL CANCILLER
de Mustafa Bouhsina
En un Domingo de invierno muy lluvioso salí de casa camino al Zoco Chico para tomar un vaso de té con hierba buena y azahar en el cafetín del Said el Kush, el paraguas que llevaba en mi mano me cubría mitad a… mitad del torrencial lo que me hizo llegar al cafetín empapado, al entrar después de cerrar mi paraguas y secar mi rostro con mi pañuelo oí una voz muy cálida que venía de una esquina, gritaba “sidi Mustafa”, con mis ojos medio mojados miré al lado de donde procedía la voz, con dificultad por el vapor que salía de las bocas de la mucha gente que llenaba el cafetín y el humo que salía de las pipas (Sebssi) de los fumadores del Kif, he conocido el que mi llamaba. – Sidi Mohammed, cómo estás de salud, y perdone de no conocerte al mediato, ya sabes con este clima dentro del cafetín… – No importa, por que si tú no llegaste a conocerme yo iba en tu busca porque eres muy valioso para mí, si eres el hijo de mi fiel amigo el difunto Talib Mohammed querido por toda mi familia por el buen corazón que tenia. – Eso lo sé y no tengo duda en el respeto mutuo que enlazaba el difunto padre con tu familia. Pero dime, qué te hizo salir de casa en este mal tiempo que hace hoy.
– Lo mismo que te obligó a ti a salir en busca de un vaso de té del Zizua (cacharrito donde se prepara un vaso de té en un cafetín tradicional) del mahalem Sahid y dar un paseo por el Balcón Atlántico, porque el paisaje en tiempo de lluvia es de otro color que nos hace saber qué grande es la fuerza de la naturaleza, ¿no es cierto Mustafa? – Sí, pero tú con tu avanzada edad debías de estar en casa con los tuyos hasta que se mejore el tiempo. – Sí, tengo más de setenta años pero todavía me siento joven y bien reservado, ¿no es cierto mi amigo? – Claro que sí, solamente bromeo contigo. – Mira Mustafa, eso gracias a Dios y al movimiento continuo que ejercía cuando trabajaba como repartidor de bombonas de gas butano con la compañía del Atlas, no te recordabas. – Eso lo que te deseo, estar siempre en forma como dicen los atletas, pero dime, sidi Mohammed, ¿no tienes nada del pasado que me puedas contar? Que ya sabes lo tanto que quiero saber sobre el pasado de mi Larache y de sus paisanos. – Primero pide tu vaso de té al camarero porque Mahalem el Kush está esperando tu pedido y después veremos lo que tenemos que contarte esta tarde hasta la llegada del rezo de la caída del sol. – Abdeslam, un vaso de té con azahar para mí y otro para sidi Mohammed. – Gracias, aunque he tomado un café solo no puedo rechazar tu convite Sr. Mustafa. – Mereces lo mejor por tu dignidad y aplicación, sidi Mohammed. – Te voy a contar un caso curioso que me ocurrió a mí en persona. – Pues adelante y no perdamos tiempo. – ¿Recuerdas el almacén de tu abuelo el difunto sidi Ali Tmimi? – Sí, lo recuerdo, que ahora es una ruina en el final de Hakbat Daliman (cuesta de Alemania).
– Pues sí, cerca de ese almacén estaba una casa donde residía una familia famosa alemana; con esta familia trabajaba mi difunta hermana mayor Zohra. Un día, cuando yo tenía quince años, vino a la casa de mi hermana, yo vivía con ella en esta casa que formaba parte de la casa grande, la familia alemana, y estaba reservada para los criados de esa familia, digo vino un respetable señor comerciante español preguntando por mi hermana Zohra; al encontrarse con ella le dijo que unos amigos suyos le hablaron de la buena conducta que goza nuestra familia en el ámbito larachense y por eso he venido para pedirte que tu hermano Mohamed de trece años venga a residir con nosotros en nuestra casa que se encuentra en la Avenida Primo de Rivera con mi mujer, mi hija única de cinco años y Rahma la criada y yo. Mi hermana, antes de darle su afirmación, le dijo tengo que preguntar a sidi Ali. Tu abuelo este, al preguntarle, le dijo que ese señor no puedes encontrar como él en su dignidad -si quieres pregunta por él a sidi Alemrani que trabaja contigo en el servicio de la familia alemana y verás lo que te va a decir. – Mi hermana le respondió: no hace falta sidi Ali, tu afirmación basta. En ese instante dio su visto bueno de que yo forme parte de esa familia española y al día siguiente empecé mi tarea con esta familia que consistía en los mandatos de fuera de casa que pedía la señora durante el día, y por la noche tornaba a mi casa. Día tras día pasaba el tiempo como un relámpago y cuando Pili cumplió la edad de ir al colegio yo la llevaba y la traía como se fuese mi hermanita. Esta familia se quebró en el camino de la vida con la muerte del padre de Pili y después por la muerte de la madre, Pili se quedó huérfana y sola en casa con Rahma y conmigo porque no tenía familiares en Larache; en ese tiempo Pili cumplió 18 años y yo 28, pero el padre de Pili le dejó bienes muy importantes porque ella era la única heredera de su padre y su madre, y la vida sigue. Yo me encargaba de todo de afuera y Rahma, que era una buena mujer que crió a Pili desde su nacimiento, se quedó con la tarea de casa. Pili dejó el estudio después de la muerte de su mamá y se quedó en casa. Mi hermana Zohra, al cumplir yo los treinta años, me buscó una chica con la que me casé, Pili conoció a un chico llamado Francisco, y yo sin saber nada de esta relación porque Pili no me dijo nada y muchas veces me enfrentaba con Francisco cuando lo encontraba bajo el balcón de Pili hasta que un día lo he dicho a Pili y ella me reveló el noviazgo con Francisco que duró dos años. Después se casaron y vivieron juntos en casa de Pili, yo ya no vivía con mi hermana porque he alquilado una casa en Alcazaba junto al mausoleo de sidi Abdel Karim cuando empecé a trabajar en la compañía del Atlas, pero al mismo tiempo seguía con mi tarea con Pili y Francisco que resultó buen chico, que encontró trabajo en la cancillería de España en Larache y de este modo seguía la vida de nuevo día tras día año tras año.
La pobre Pili y Francisco no tuvieron hijos y mis hijos eran para ella como sus hijos. Mi trabajo en el Atlas no cambió de nada mi tarea con Pili y su marido Francisco. Éste mi dijo un día que me respetaba mucho y me consideraba como un hermano de Pili y no como un criado en la casa y eso era cierto porque un día yo discutía con Pili sobre la compra de la casa y ella dijo a Francisco: tienes que tomar decisiones conmigo, y él le respondió yo no puedo entrar entre dos hermanos, quiero quedarme neutral, y lo terminó con una carcajada muy grande que en seguida lo compartimos con él yo y Pili. Pasó el tiempo como siempre y un día nombraron a Francisco canciller de España en Larache, ese día fue de alegría y fiesta para nosotros y don Francisco y Pili lo celebraron en casa con unos amigos. Ese día sentí que Sr. Francisco me quería y me respetaba mucho, por que yo le dije en broma: ahora llegó el momento de que tomaras represalias de mí por esos días antes de casarte con Pili cuando te echaba de la puerta de Pili, pero don Francisco, con una sonrisa abierta, lo terminó con unas lágrimas y me dijo: Moreno -porque él siempre me llamaba con ese nombre-, cómo piensas en estas cosas aunque de bromas si yo te considero como el mejor amigo que he tenido en mi vida y el hermano cariñoso de mi querida mujer, pues cállate Moreno y desfruta de la fiesta porque lo mereces. Pues así pasó nuestro tiempo con Pili y su marido.
En los tiempo de cacería íbamos de caza en un Land Rover que tenía don Francisco y yo como su chófer y en verano cada Domingo nos íbamos a la paya de Rass el Rmel para bañarnos y pescar con caña, que en esos tiempos era muy abundante la pesca no como hoy. El Sr. Francisco era un buen nadador porque nació en Bab el Bhar cerca del muelle, la verdad lo hemos pasado muy bien en general, sin contar las desgracias que van a venir después. Te he contado esta historia antes de narrarte el sujeto principal que coincide con el titulo de esta fábula que te voy a contar: “Las llaves del canciller”, por que sabía que te va a gustar.
Mira Mustafa, un día Don Francisco y Dona Pili disidieron de pasar sus vacaciones de dos meses porque Francisco, desde que fue nombrado canciller, no tomó sus vacaciones reglamentarias por el trabajo tenso que tenía y ahora que le nombraron un ayudante decidió de tomar sus vacaciones porque ese año era el último antes de jubilarse y querían pasarlas en Granada, donde tenían familiares, y eso fue en el mes de Diciembre. Cuando me llamó don Francisco el día que iban de viaje, él subió a su coche, me dijo “mira Moreno, aquí tienes dos llaves uno de mi despacho y el otro de la caja fuerte de la cancillería”, pidiéndome que las ponga en el jarro de flores que está sobre la mesa del comedor, porque yo y Rahma quedamos con la responsabilidad de la casa durante su ausencia, y después de despedirnos de ellos en el puerto de Tánger, tornamos yo y Rahma en el Land Rover a Larache cuando ellos tomaron el barco para Málaga. Pasaron los dos meses, Pili y Francisco volvieron a casa en Larache. Al llegar, encontraron a Rahma en casa, pero yo estaba en Tetuán por asuntos del trabajo en Atlas por unos días, cuando volví a Larache fui a la casa de Pili para saludarla, le pregunté como han pasado las vacaciones en Granada y dónde está don Francisco, “pues en el comedor leyendo el periódico, mira Mohammed quiero decirte algo confidencial porque eres para mí como un hermano, desde que hemos llegado a Larache hace una semana Francisco no come ni habla conmigo como antes, me parece que Francisco ha dejado en Granada una amante suya; cuando le pregunto qué le pasa me responde: nada, solo el trabajo de nuevo, pero yo no estoy segura de lo que está diciendo”, cálmate Pili, yo conozco a don Francisco, no puede hacer eso y ahora mismo lo voy a ver y hablaré con él, enseguida fui al comedor, saludé a don Francisco, me senté a su lado y le he dicho francamente que no me gusta lo que está pasando en casa después de las vacaciones ni tu estado ni el de Pili, algo pasa y yo lo quiero saber ahora mismo. Me miró Francisco con un rostro lleno de tristeza, me dijo: mira Moreno, eres de la familia, por eso te voy a declarar, pues que sea lo más pronto posible, pues el tres de este mes -y estábamos en el día primero del mes- va a venir de España un inspector para inspeccionar la marcha de la cancillería para ver cuánto dinero hay en la caja fuerte, cuando llegamos de vacaciones a casa me enteré de que he dejado las llaves de mi despacho y de la caja fuerte en un lugar de Granada, el problema de mi despacho está resuelto porque el guarda tiene la copia de la llave pero el de la caja fuerte era única y desde ese tiempo estaba pensando cómo voy a abrir la caja fuerte que ya sabes que es muy grande, antigua y fuerte, porque era de los tiempos de los falanges. Cuando llega el inspector, él que no va a creer en mi argumento de que he perdido las llaves de la caja fuerte, y desde ese día no he dormido ni he comido bien y no quería decírselo a Pili para no molestarla conmigo, yo al oír este argumento del canciller sin controlarme empecé a reírme y el pobre Francisco se enfadó conmigo diciéndome te estoy contando mi amargura y tú estás riendo de mí, qué amargura ni ocho cuarto, la solución de tu problema la tengo yo, y bromeando con él le he dicho: tengo un amigo militar que tiene un tanque, le voy a pedir que mi haga un favor, con su tanque de noche vendrá a tu despacho, con su tanque de un cañonazo y como diana la caja fuerte que se abrirá al instante, mi miró como siempre y me dijo levántate de mi lado porque siempre estás bromeando, le calmé y le he dicho la solución la tengo, de verdad, pero con una condición, me dijo cuál, pues la de que tomes dos platos seguidos de la paella que está preparando Pili, me dijo basta ya de bromas, que no es su lugar, no estoy bromeando hablo en serio, si es en serio como hasta tres platos no solo dos, pues trato hecho. Llamamos a la pobre Pili, y le narramos todo lo que sucedió entre nosotros dos, después he dicho a Pili dónde está el jarro de flores que estaba sobre la mesa del comedor, Pili me dijo lo ha llevado Rahma a la cocina, pues por favor di a Rahma que lo traiga, cuando lo trajo Rahma metí mi mano dentro del jarro delante de Francisco y saqué las llaves que buscaba el canciller; si pusieron los dos muy alegres y nos abrazábamos los tres entre nosotros porque el problema que tenía el canciller ya está resuelto. ¿Has visto como vivíamos nosotros los larachenses marroquíes y españoles sidi Mustafa? – Pues muy bien lo que he oído de ti esta tarde sidi Mohammed, quiero al final preguntarte dónde está ahora esa familia tan amable. – Pues cuando el canciller se jubiló quedaron un cierto tiempo en Larache, después se trasladaron obligados para siempre a Granada porque ahí tenían sus bienes; dejaron su Larache con lágrimas que llenaban sus ojos porque los dos han nacido y se criaron en Larache. Vivieron una época muy corta en Granada, mi hermana Pili con lágrimas en sus ojos murió la primera por pena de dejar su ciudad natal Larache, y después por corto tiempo la alcanzó Francisco, su marido, que Dios lo tenga en su gloria con todos los de mi Larache. – Pues muchísimas gracia sidi Mohammed por contarme esa historia tan bonita de una familia Larachense muy cariñosa. – Pues nos vamos a la Mezquita de las Luces “Jamah Al Anwar” para el rezo de la caída del sol (Almaghreb) sidi Mustafa.
Desde el principio del relato me he dejado llevar por ese acento tan característico y familiar que me es tan querido de mis paisanos larachenses, por momentos me he emocionado y por momentos he sonreído. A este poeta con sentimiento puedo decirle que nos lo ha explicado de forma maravillosa y ha sido una felicidad el haber releído -tal y como nos aconseja Sergio- su texto no por no entenderlo a la primera, sino por apreciar aún más ampliamente su enorme dimensión de amor y respeto hacia los demás.
¡¡Gracias Mustafa Bouhsina!!
2 respuestas
Desde el principio del relato me he dejado llevar por ese acento tan característico y familiar que me es tan querido de mis paisanos larachenses, por momentos me he emocionado y por momentos he sonreído. A este poeta con sentimiento puedo decirle que nos lo ha explicado de forma maravillosa y ha sido una felicidad el haber releído -tal y como nos aconseja Sergio- su texto no por no entenderlo a la primera, sino por apreciar aún más ampliamente su enorme dimensión de amor y respeto hacia los demás.
¡¡Gracias Mustafa Bouhsina!!
muy bonito