«…Ya me había levantado para irme y no iba a volver a sentarme, entonces me di cuenta de que una bolsa de plástico que alguien había olvidado en el piso comenzaba un baile nervioso. Ráfagas de aire. Ella con lentitud terminó el café, me saludó con la mano mientras su cabello copiaba los movimientos de la bolsa y me impedía verle los ojos. Desapareció caminando frente al mar en dirección a la antigua cárcel de la Kasbah. Me acomodé con las dos manos la capucha y comencé a descender hacia el morabito. Pasé por la galería Conil hasta llegar a la calle Ibn Abbou. Doblé por esta calle y me dispuse a recorrer los metros que me faltaban. El viento se había aplacado como si hubiese sido un chaparrón de aire. Ahora el sol tibio de la mañana iluminaba también mi cara. Avancé por la calle estrecha deteniéndome en cada puerta para adelantarme mentalmente a lo que iba a vivir. Intentaba sorprender a ojos curiosos en las ventanas que eran pequeñas y estaban a una altura que no se podía alcanzar de pie. Pero no vi a nadie. Llegué frente al morabito. Entonces, pensé en Matisse y en su dibujo de lo que yo estaba viendo. Tuve que doblar a la izquierda para encontrar la posición exacta desde la que pintó el morabito. El viento se había calmado y recordé lo que le sucedió a Matisse con la lluvia. Cuando llegó a Tánger en marzo de 1912 estuvo recluido las primeras semanas sin poder salir del hotel Ville de France a causa de una incesante lluvia. En el momento en el que ya no podía más, al límite del hartazgo, dejó de llover y entonces pudo salir. Fue la revelación de la ciudad y de los colores. Había que atravesar esa lluvia para llegar al otro lado. Empezó a pintar y nos dejó el cuadro que hizo frente a este morabito. Claro que, partiendo de la forma realista, nos lleva a otro lugar. Los colores que hay en la ciudad después de varios días de lluvia predominan en su cuadro. Primero fue un azul que se apoderó y se extendió sobre la superficie de lo que pintaba. Y después el verde del florecimiento, de la resurrección. Si Matisse viajó no fue para visitar lugares, sino para ver la luz. En cambio, yo quise viajar solo para escuchar palabras. Atrapar rostros que se transforman en palabras…»