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«NOVIA DEL ATLÁNTICO, ESO ERES TÚ, MI LARACHE» UN RELATO DE DRIS DIURI

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Mi entrañable amigo Paco Selva, cuando presentamos mi libro Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Málaga, me regaló un viejo ejemplar del libro Miscelánea (año 1382-1962) del escritor larachense Dris Diuri, un pequeño volumen publicado en el indicado año 1962 por la Editorial Cremades de Tetuán. Una pequeña joya en la que se recopilan relatos, pensamientos, breves piezas teatrales y poemas de Dris Diuri, uno de los primeros autores marroquíes que utilizaron el español como idioma de creación literaria.

MISCELANEA de Dris Diuri

Entre los textos de este libro, hay varios dedicados a Larache. He escogido el titulado Novia del Atlántico, eso eres tú, mi Larache, como muestra no sólo de su trabajo, siempre poético aunque se trate de una narración porque Diuri era esencialmente poeta, y este texto es prosa poética desde el inicio hasta el final, sino también de su profundo cariño a su ciudad natal: Larache. 

Sergio Barce, febrero 2016

BALCÓN ATLÁNTICO de Larache.

NOVIA DEL ATLÁNTICO, ESO ERES TÚ, MI LARACHE

Beldad por todos amada, encanto sin igual, belleza de eterna fascinación. Todos te adoraron, sin conquista. Tu pureza, tu orgullo y tu personalidad, aumentan siglo tras siglo. ¡Oh, romántica y espiritual novia del Atlántico! Ese romántico amante que a tu contacto espiritual se estremece y llora, con amargura, compungido. Este amos tuyo -fuerza espiritual arrolladora- que a todos subyuga, que a todos adormece en caudal venturoso, en inefables goces para el alma, no tiene semejanza ni parecido.

¿Qué dice el mar, cuando embravecido, se agiganta y envalentona? Reclama tu presencia, ¡Oh, adorable criatura! para luego caer, postrado y estremecido, a tus níveas plantas, cuyo contacto no puede resistir.

PLAZA ESPAÑA - LARACHE

¿Qué te ocurre, cuando distraída en pleno vuelo campestre, tus encajes se entremezclan con los fragantes rosales? Pues que, es tal su estremecimiento, es tal su emoción, que se encienden y tiemblan, tiritan y enmudecen; lloran y su patético acento, su quejumbroso quejido, lo presiento, en los pétalos caídos, pétalos rojos, pétalos blancos, pétalos multicolores. Son lágrimas conmovedoras que a todos nos enmudecen.

Tus amores universales… ¿Dónde está tu fenicio preferido? ¿Dónde tu galán cartaginés? ¿Dónde, dime, adorable criatura, tu apuesto romano? ¿Dónde tu admirable jinete árabe?

Nadie, di, nadie logró tu amor completo. Mil leyendas circulan por los cuatro vientos, por los cuatro costados del Universo; infinidad de cantares y poemas claman por la ausencia de tan gallardos amantes. Todos te amaron, con amor nubil, con frenesí, con entrega del alma, con virginal amor. ¿Fueron desoídos? ¡Oh, hembra de acrisolada virtud, de sin igual bondad, de sin par hermosura!

Razón te sobra para sentirte orgullosa de tu vida y de tus dotes, celestiales, espirituales.

Joya inestimable, amor único, sentimiento etéreo, renovada dulzura. Hoy te veo compungida, ¿qué te ocurre, dime, que te sucede? ¿Acaso te ensombrece algún nuevo amor? ¿No estamos en que dominas a todo amante? ¿O es que algún espíritu  malo, resucitado, cuya existencia ya es alejada, olvidada, en el recuerdo, el que tu felicidad trata de ensombrecer?

¡Oh, Larache! ¡Oh, mi joya, oh, mi amor! ¿Qué te ocurre, dime, qué tiene, qué te sucede? Velo obscuro -cual crespón negro- veo que te enmascara, con impiedad. Pero te veo indolente, casi entregada y es lo que me entristece. A ti, precisamente a ti, que antes volabas, altanera, de un mundo a otro mundo, de un horizonte a otro horizonte, y a todos los fenómenos subyugabas.

No te comprendo, no te puedo comprender. Sincérate, habla, di. ¿Qué tienes? ¿A qué viene ese aire melancólico, triste, compungido? ¿Qué gran fenómeno ha logrado, ha conseguido, ha tenido el valor de dominarte, esclavizarte, posesionándose de tu alma -aleteo constante-, grande y hermosa?

No puedo resignarme hasta lograr que se descifre este maligno misterio causa de la quiebra de tu quietud, que la trata de destruir, romper, deshacer. Que martiriza tu ventura, tus vuelos y tu lozanía, haciéndote caer, tratando de hacerte caer en el más abominable de los precipicios, en el vacío obscuro y profundo, en el decaimiento, en la desilusión, en la tristeza. Prometo que he de descubrirlo, que he de estudiarlo, que he de beber en su fuente. Y entonces, se levantará este velo macabro, sombrío, terrible, malignamente espantoso, y que te veamos, como siempre, con tus primorosos encajes, volar de un sendero a otro sendero -tierra y cielo-, legre y feliz y con la santidad de los ángeles tiernos, impaciente, inquieta, dichosa…

¡Larache, bendita seas!

Dris Diuri, diciembre de 1958

DRIS DIURI con sus hijos en la calle Chinguiti, Larache
DRIS DIURI con sus hijos en la calle Chinguiti, Larache

 

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