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«HHhH» de LAURENT BINET

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 HHhH 

<Lo bueno de las historias verdaderas es que uno no tiene que preocuparse de dar sensación de realidad>

Apabullante, HHhH de Laurent Binet es de ese tipo de libros (irremediablemente envidiables) que se leen sin parar, de los que dejas abierto deseando regresar cuanto antes a él para seguir refugiado en sus páginas. Esta novela, no es una novela al uso, porque, aunque se basa en hechos reales, históricos, y hay miles de novelas basadas en sucesos reales, sin embargo huye con éxito de las habituales reconstrucciones de lo acontecido y se convierte en una permanente reflexión del autor tanto sobre los protagonistas de esa historia y sobre el monstruo sobre el que gravita la trama como sobre la forma en la que ha de mostrarlos. El monstruo es, ni más ni menos, que Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo. 

Reinhard Heydrich

 <El pequeño Heydrich, muy mono, muy rubio, buen alumno aplicado, amado por sus padres, violinista, pianista, químico incipiente, posee una voz chillona que le vale un apodo, el primero de una larga lista: en la escuela lo llaman la cabra.

En ese época todavía cualquiera puede burlarse de él sin jugarse la vida. Pero es también el delicado periodo de la infancia en que se aprende el resentimiento>

Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich

HHhH es la abreviatura de una frase en alemán: Himmlers Hirm heisst Heydrich, es decir, el cerebro de Himmler se llama Heydrich. Dos apellidos temibles, dos de los asesinos más crueles y viles de la Historia, dos de los artífices de la criminal Alemania nazi de Hitler.

 <En alemán, Nachrichtenoffizier significa oficial de transmisión, mientras que Nachrichtendienstoffizier significa oficial de información. La razón por la que Heydrich, ex oficial de transmisión en la marina, está hoy sentado frente a Himmler es porque éste, ignorante notorio en materia militar, no era capaz de distinguir entre los dos términos. Porque de hecho, Heydrich apenas sí tiene poquísima experiencia en información. Y lo que le pide Himmler es, ni más ni menos, crear en el seno de la SS un servicio de espionaje que pueda competir con el Abwehr del almirante Canaris, su antiguo jefe en la marina, dicho sea de paso. Ya que está ahí, Himmler espera de él que le exponga las líneas maestras de su proyecto: Tiene usted veinte minutos.

Heydrich, la bestia rubia

Heydrich no quiere seguir siendo instructor náutico toda su vida, así que se concentra para reunir sus conocimientos en la materia. Éstos se limitan principalmente a lo que recuerda de las numerosas novelas inglesas de espías que devora desde hace años. ¡Que por eso no quede! Entonces Heydrich se da cuenta de que Himmler domina aún menos la cuestión, por lo que decide farolear. Esboza algunos esquemas procurando abundar en los términos militares. Y la cosa funciona. Himmler se impresiona muy favorablemente. Olvidándose de su segundo candidato, el agente doble de Weimar, contrata al joven por un suelo de 1.800 marcos al mes, seis veces más que su salario medio desde que lo expulsaron de la marina. Heydrich tendrá que instalarse en Munich. Los cimientos del siniestro SD están puestos.

(…) SD: Sicherheitsdienst, servicio de seguridad. La menos conocida y la peor de todas las organizaciones nazis, incluida la Gestapo>

 Laurent Binet, que con esta obra ha ganado el prestigioso Premio Goncourt a la primera novela, se estrena con un sombrío relato sobre el ascenso de Reinhard Heydrich, el siniestro personaje conocido como el verdugo de Praga, la bestia rubia, el hombre más peligroso del Tercer Reich, hasta llegar a convertirse en el Protector de Checoslovaquia, un título irónico para el jefe de los invasores; y es también, y sobre todo, un emocionante relato de las peripecias, privaciones y sacrificios que sufrieron esos paracaidistas, Gabcík y Kubis, miembros de la Resistencia checa, que volvieron a su país, a Praga, con la suicida misión de asesinar a Heydrich.

Laurent Binet

 El propio Binet deja claro en el libro que no pretende escribir una simple crónica de lo sucedido, y se involucra en la historia. Mientras Heydrich va escalando puestos en el organigrama nazi, asistimos a la toma de decisiones que luego pasarán a la Historia de la ignominia, desde la Noche de los Cristales Rotos hasta la Solución Final para exterminar a todos los judíos de Europa. Sin embargo, no es esto lo que Laurent Binet anhela contarnos. En sus páginas, trata ferozmente a los políticos franceses e ingleses que, por cobardía, no plantaron cara a Hitler y dejaron a su suerte a países como Checoslovaquia, y muestra la bajeza de algunos de los líderes checoslovacos que no tuvieron el coraje para enfrentarse a los alemanes.

 <Saint-John Perse pertenece a esa familia de escritores diplomáticos, como Claudel o Giraudoux, que me asquea como la sarna. En su caso, esta repugnancia instintiva me parece particularmente justificada, si se tiene en cuenta su comportamiento durante septiembre de 1938.

Alexis Leger (ése es su verdadero nombre, y ligero lo fue y mucho) acompaña a Daladier a Munich en calidad de Secretario General del Quai d´Orsay. Pacifista radical, ha maniobrado sin descanso para convencer al Presidente del Consejo francés de que ceda a todas las exigencias. Está presente cuando se hace pasar a los representantes checos para informarlos de su suerte, doce horas después de la firma del acuerdo decidido sin ellos.

Hitler y Mussolini ya se han marchado, Chamberlain bosteza ostensiblemente y Daladier disimula mal su nerviosismo detrás de una violenta altanería. Cuando los checos, anonadados, preguntan si se espera de su gobierno alguna respuesta o una declaración cualquiera, es posible que sea la vergüenza la que lo enmudece (y casi los ahoga, a él y a los demás). Quizá por este motivo quien se encargará de responder será su colaborador, haciéndolo con una arrogancia y una desenvoltura que el ministro checo de Asuntos Exteriores, su interlocutor, calificará más tarde con una lacónica observación acerca de la que todos deberíamos meditar: Es un francés.

Una vez cerrado el acuerdo, no se esperaba ninguna respuesta. Sí, en cambio, que el gobierno checo envíe a Berlín a su representante ese mismo día, a las 15 horas como muy tarde (eran las 3 de la mañana), para asistir a la reunión de la comisión encargada de aplicar el acuerdo. Asimismo, un oficial checoslovaco deberá volver a Berlín el sábado para fijar los detalles de la evacuación. El tono del diplomático se endurece a medida que va profiriendo sus tajantes órdenes. Uno de los dos representantes checos se deshace en lágrimas frente a él. Impaciente y como para justificar su brutalidad, añade que la atmósfera empieza a volverse peligrosa en todo el mundo. ¡Venga ya!

Será, por tanto, un poeta francés quien pronuncie casi oficialmente la sentencia de muerte de Checoslovaquia, el país que yo más amo en el mundo>  

Heydrich y Frank

 Y hace hermosas digresiones, a veces con un humor lacerante, y también ejecuta curiosos paralelismos entre la documentación de la que se ha acopiado para reconstruir esta parte de la Historia con lo que han relatado otros autores o directores de cine acerca de sus personajes o de la misma trama de ese atentado. El resultado de todo ello es una maravillosa novela-crónica.

Las escenas más brutales son descritas con una economía de medios tan aplastante como eficaz:

 <Ese verano, en el zoo de Kiev, un hombre entró en el foso del león. Cuando ya estaba a punto de saltar el pretil, le dijo a un visitante que quiso impedírselo: Dios me salvará.

Matanza en Babi Yar

Se hizo devorar vivo. Si yo hubiera estado allí, le habría dicho: No hay que creer todo lo que se cuenta.

Dios no fue de ninguna utilidad para la gente que fue asesinada en Babi Yar.

En ruso, yar significa barranco. Babi Yar, el barranco de la abuela, era un inmenso desnivel natural situado en las afueras de Kiev.

(…) Entre 1941 y 1943, los nazis hicieron en la hondonada de la abuela lo que probablemente sea la mayor carnicería de toda la historia de la humanidad: como indica la placa conmemorativa, traducida en tres lenguas, ucraniano, ruso y hebreo, allí perecieron más de cien mil personas, víctimas del fascismo.

Más de un tercio fue ejecutado en menos de cuarenta y ocho horas.

(…) Pero la historia de esos hombres, de esas mujeres y de esos niños no acaba abruptamente al borde de ese abismo. Llevados por esa preocupación por la eficacia tan alemana, los SS, antes de matarlos, obligaban previamente a sus víctimas a bajar hasta el fondo de la zanja, donde los esperaba un apilador. El trabajo del apilador se parecía mucho al de las acomodadoras que te colocan en el teatro. Llevaba a cada judío hasta un montón de cuerpos, y cuando le había encontrado acomodo, lo hacía echarse boca abajo, un vivo desnudo recostado sobre unos cadáveres desnudos. Después, un tirador, caminando por encima de los cuerpos, disparaba a los vivos una bala en la nuca>

Y Heydrich, el responsable de la Solución Final, sigue adelante, hasta convertirse en el hombre más admirado entre los suyos, también el más temido por todos.

<Hitler respeta a Heydrich porque aúna ferocidad y eficacia. Si a esto se le añade una lealtad sin fisuras hacia el Führer, obtenemos los tres componentes de la fórmula del perfecto nazi>

Jan Kubis y Joseph Gabcik

 Cuando Heydrich llega a Praga, la novela-crónica de Binet entra en otra fase. El escritor, fascinado, enamorado de esa ciudad, no oculta en ningún momento su cariño por su población, por ese país, y su admiración rendida y absoluta por Kubis y Gabcík, sus héroes, nuestros héroes. Mientras, la locura nazi, crece hasta extremos patológicos:

 <He leído un libro genial que tiene como trasfondo el atentado contra Heydrich. Es una novela escrita por un checo, Jírí Weil, que se titula Mendelssohn está sobre el tejado.

La novela toma su título del primer capítulo que se lee casi como una historia divertida: unos obraros checos están sobre el tejado del Ópera, en Praga, para desmontar una estatua del compositor Mendelssohn por ser judío. La orden proviene de Heydrich, experto en música clásica y nombrado recientemente protector de Bohemia-Moravia. Pero allá arriba hay toda una fila de estatuas y Heydrich no ha precisado cuál de ellas es la de Mendelssohn. Por lo visto, aparte de Heydrich, nadie, ni siquiera entre los alemanes, es capaz de reconocerla. Pero nadie se atrevería a molestar a Heydrich por eso. El SS alemán que supervisa la operación decide entonces señalar a los obreros checos la estatua que tiene la nariz más grande, ya que buscan a un judío. ¡Pero, horror: empiezan a desmontar la de Wagner!

El desprecio será evitado de milagro, y, diez capítulos más tarde, la estatua de Mendelssohn será finalmente retirada. En sus esfuerzos para que no caiga al vacío, los obreros checos le rompen una mano al tumbarla. Esta divertida anécdota está basada en hechos reales: la estatua de Mendelssohn fue derribada en 1941 y, como en la novela, tenía una mano partida>

Jan Kubis y Josef Gabcik en Londres, cuando se organizaba la Operación Antropoide

 Ahora comienza la aventura de los paracaidistas: la operación Antropoide, como se conocía en clave. Laurente Binet se entromete aún más en la historia, no puede evitar querer ayudar a los hombres que tienen la misión de acabar con el mayor carnicero del Tercer Reich. Es como si el escritor, que sabe por supuesto el desenlace de ese episodio de la II Guerra Mundial, quisiera darle otro final, diferente, proteger como sea a los dos héroes checos. Pero sabe que eso es imposible, y por esta misma razón los ayuda en lo que puede, y, aunque parece algo anacrónico, lo consigue, y de qué manera tan brillante.

<Según Edouard Husson, un reputado universitario que prepara una biografía de Heydrich, todo, desde el principio, fue mal.

Gabcik y Kubis fueron lanzados muy lejos del lugar previsto.

Jan Kubis

Debían tomar tierra cerca de Pilsen, pero están a unos kilómetros… de Praga. Después de todo, dirán ustedes, allí es donde está su objetivo y así han ganado tiempo. Con reflexiones como ésa es como se puede comprobar que ustedes no saben nada de la clandestinidad. Sus contactos en la Resistencia interior los esperan en Pilsen. En Praga, no tienen ninguna dirección. Era la gente de Pilsen la que tenía que introducirlos allí. Aunque estén muy cerca de Praga, tienen que darse la vuelta y pasar por Pilsen. Lamentan, como ustedes, lo absurdo de ese ir y venir, pero sin embargo es algo necesario>

Poco a poco, vamos conociendo al resto de los que se comprometen con esta acción. La mayor parte de ellos, son ciudadanos checos y eslovacos y moravos, ciudadanos de Checoslovaquia que, desde su anonimato, desde su valentía individual, ayudan a estos pocos hombres a llegar hasta su objetivo. La señora Moravec, entre ellos, nos conmoverá a todos. Pero serán, sin duda, los mismos héroes admirados por Binet, Gabcík y Kubis, los que nos harán removernos en el asiento, nerviosos e incómodos, durante el resto de la narración. También querremos cobijarlos para tratar de que no sean descubiertos, también querremos prestarles nuestra ayuda para que consigan llegar hasta Heydrich, también querremos protegerlos cuando deban huir, también querremos cavar ese túnel que pueda llevarlos a la libertad… Querremos suplantar a Binet en su papel de hacedor de historias, querremos, incluso, apartarlo de un empujón para tachar sus palabras y cambiar algunos de los párrafos que ya nadie puede reescribir, yo he querido hacerlo. Y este curioso efecto lo ha conseguido Laurente Binet con su manera de relatar estos acontecimientos históricos, ya acaecidos hace tantos años, pero…

El relato pormenorizado de cómo se lleva a cabo el atentado a Heydrich, al carnicero de Praga, a la bestia rubia, es tan vibrante que lo vivimos con sus protagonistas, y nos hacemos la ilusión de estar al lado de ellos, por obra y mérito de Binet. Luego, la represalia atroz de Hitler: cómo se aniquila al pueblo de Lidice, a toda su población, hasta sus cimientos, que es otro de los capítulos más emotivos del libro. Pero no revelo ahora en este artículo sobre HHhH si el atentado tuvo éxito o no, si Gabcik y Kubis lograron escapar de sus perseguidores… Quien conozca la Historia, sabe el final de todo ello. Quien no la conozca, tiene la oportunidad de descubrirla de manos de un prestidigitador, de Laurente Binet, y seguramente leyendo este asombroso libro derrame alguna lágrima y se sienta en algún instante miembro de la resistencia checa, incluso creerá que ayuda pongamos que a Kubis, tal vez a Gabcík, pero, sobre todo, notará ese irreprimible impulso que sintió Binet por reescribir parte de esa historia, o, al menos, de ser el propio Gabcík, o quizá Kubis…

Josef Gabcik

 <El momento se acerca, lo presiento. El Mercedes está en camino. Llega. Flota en el aire de Praga algo que traspasa hasta los huesos. Las revueltas de la carretera trazan el destino de un hombre, y de otro, y de otro, y de otro. Veo unas palomas que echan a volar de la cabeza de bronce de Jan Hus y, de fondo, el decorado más hermoso del mundo, Nuestra Señora de Týn, la negra catedral con sus torres afiladas, ante la que me dan ganas de caer de rodillas cada vez que puedo admirar la gris majestad de su maléfica fachada. El corazón de Praga late en mi pecho. Oigo la campanilla de los tranvías. Veo a unos hombres de uniforme verdegris cuyas botas resuenan sobre el pavimento. Estoy casi allí. Debo ir. Es preciso que vaya a Praga. Debo estar ahí en el momento en que todo se va a producir.

Debo escribirlo allí>

Una novela, una crónica, un libro: HHhH. Para devorarlo sin pausa. Para vivirlo. Para escribirlo.

Sergio Barce, octubre 2011

 

Estado en el que quedó el vehículo de Heydrich tras el atentado

Los fragmentos de esta novela los he tomado de la primera edición, tercera impresión, de HHhH editada por Seix Barral, septiembre 2011, con traducción del francés de Adolfo García Ortega.

 

John Carradine como Heydrich en el film de Douglas Sirk – Hitler´s madman

 

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4 respuestas

  1. Sergio de verdad que escribes unas reseñas muy buenas, creo que deberías escribir para algún periódico o alguna revista cultural.
    pocas veces cuando he buscado la critica de algún libro que quiero leer o alguna película que quiero ver encuentro algo tan completo y detallado como lo haces tu, ha habido veces que después de leer tu blog me ha entrado la necesidad de buscar el libro y leerlo.
    Enhorabuena otra vez, por lo bien que lo haces, yo gracias a ti he leído muy buenos libros, entre ellos los tuyos.

    en cuanto a HHhH, lo he leído hace un par de semanas, después de ver un articulo de Vargas Llosa en «el pais». La he disfrutado mucho aunque también me resultó muy angustiosa, con momentos de mucha tensiones y otros más aburridos, a veces se sale del tema, para mi más de lo necesario, pero en conjunto me ha parecido muy buena, con pasajes realmente geniales. y me ha gustado esa mezcla de narración de los hechos con reflexiones del autor sobre cómo contar la historia, un poco entre la ficción, la novela histórica, el ensayo…, creo que ha sido una buena manera de hacernos entender la importancia de los hechos y acercarnos a los personajes.
    Me ha recordado un poco a «Soldados de Salamina», donde el autor es tanto el protagonista como la misma historia.
    «Por muchos siglos que pasen después de una guerra, nunca saldrán a la luz Muchas de las más emocionantes historias que han sufrido los protagonistas.»
    Gracias Sergio.

  2. En una maravillosa visita a Praga descubrí de manera casual la iglesia de San Cirilio y Metodio y la poderosa historia que esconde. Y digo esconde porque no está incluida en casi ningún recorrido turístico al uso y es algo imperdonable.
    Salí de alli profundamente impresionada por lo acontecido tantos años atrás y ahora que estoy leyendo HHhH, vuelvo a visitar aquella cripta y vuelvo a recorrer las hermosas calles de esta ciudad que tanto ama el autor.
    El libro me está gustando mucho, es una manera muy ocurrente y distinta de contar un acontecimiento histórico de primer orden y reconocer el enorme sacrificio realizado por personas anónimas a las que debemos nuestra libertad de hoy.
    Enorme Laurente Binet.

  3. De acuerdo con la genialidad de Binet, pero también tiene sus «peros», como todas las cosas en este mundo sublunar. De ellos y de otras cosas (incluidas fotos de la Praga ocupada) se habla en http://lanovelaantihistorica.wordpress.com.
    El mes que viene, en la misma dirección, un comentario sobre otra de las novelas que se ha publicado acerca de este tema, «Praga mortal» de Philip Kerr.
    Y esto con respecto al comentario de María José: nuestra Libertad, la de los españoles, no es, por desgracia, debida a héroes como los de «HHhH». A nosotros, como a los checoslovacos en 1937, se nos dejó en la estacada y la tan ansiada Libertad no llegó en 1944, el Día-D, sino cuarenta años después. Si acaso le debemos algo de eso a alguien, es al personaje de «Soldados de Salamina» de Javier Cercas, que representa a todos los españoles que siguieron luchando contra tipos como Heydrich, aunque a partir de 1945 no es mucho lo que les dejaron hacer. Por el contrario, se dejó entonces a mucha gente otra vez en la estacada. A los checoslovacos también, entregados, sin piedad, a otro bebedor de sangre humana como Stalín, que lo era por mucho que hubiese combatido contra Hitler. Una paradoja que no aparece demasiado en las páginas de «HHhH». Aunque, claro, ese asunto, como diría Binet, merece otra novela, a lo que se podría replicar que debería empezar por los compases finales de «La hora estelar de los asesinos». Otra gran novela sobre la ocupación nazi de Checoslovaquía.

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