En este tiempo convulso, en el que la ciudadanía de Marruecos se está fajando con una admirable madurez por lograr el reconocimiento de su libertad de expresión y de sus derechos fundamentales, me parece necesario volver a rescatar una vez más la pluma irreductible, rebelde y sagaz de Mohamed Chukri. Porque su voz es la voz de los que no tenían derechos, ni futuro, ni esperanza. Y para ello elijo una vez más la novela que, en mi opinión, plasma con mayor acierto su pensamiento, sus vivencias, su experiencia vital.
“Pega su boca caliente a mi mejilla. Yo la beso ligeramente en la frente. Odio a los malditos que besan a los niños en la boca o muy cerca de ella. Chupan las bocas de las rameras y lamen sus coños. No hay hombre santo ni coño limpio, eso es lo que dice Mayid.”
Siguiendo la estela de El pan desnudo (Al hobs al hafi), la prosa de Chukri se eleva y supera a su obra más famosa con Tiempo de errores (Zaman Al Akhtaa, 1992), de la que ya tomé algún fragmento para hablar de la visión que Chukri tenía de Larache.
Sin abandonar la crudeza con la que construyó las páginas de El pan desnudo, aquí maneja mucho mejor los elementos de su propia vida, y vuelve a narrarnos su relación odiosa y violenta con su padre, su agitada convivencia con las prostitutas, con los pobres, con los desheredados…
“Hago tiempo hasta que salga mi madre a vender ropa vieja a Bab Ettut y mi padre al Fed-dan, tramando en su mente nuevas historias inventadas sobre su valentía, que contará a los jubilados y fugitivos, como él, de la guerra de Franco. Todos ellos tienen cuentos que contar. De hecho, ha ejercido su valentía en su guerra contra nosotros y, aunque empieza a decaer, ahora que nos estamos haciendo mayores, sigue pegando a mi madre, de vez en cuando, hasta que la hace sangrar o le deja marcado un ojo con un moratón. Un día, agotado de golpearla, levantó la olla, en la que hervía el azúcar con el que fabricaba la miel que vendía en Ceuta, y de no ser por los vecinos que acudieron a los gritos de auxilio de mi madre, habría arrojado sobre ella el líquido hirviendo. Ese día, cuando llegué yo, agarré la mano del almirez de bronce y le amenacé con romperle la cabeza si volvía a desfogar su locura con ella…”
Pero es el detalle neorrealista de su escritura, con el que describe ácidamente su salida de ese mundo, su estancia en Larache (donde aprende a leer y escribir), sus exámenes hasta convertirse en maestro, y su frenética, tortuosa y obsesiva relación con la literatura (devorándolo todo, escribiendo incluso para destruir sus propios manuscritos… ) el que hace absolutamente apasionante esta novela.
Y los personajes que la pueblan, algunos ya presentes en El pan desnudo, están ahora más y mejor definidos. Las noches de Tánger, los tugurios, los burdeles más deprimentes, los habitantes más atormentados, como el propio Chukri, los locos del hospital en el que se interna, los borrachos… Toda la desmesura de una vida llena de dolor, de miseria y de pobreza, las ansias por salir de la cloaca.
“…Entra Abraham. Hasta que no le damos algo de comer no se le alegra la cara. Le doy un trozo de pan y unas aceitunas. Abraham nunca se sacia. Para mí este fruto sagrado es un deleite. Más que masticar, Abraham traga. Es alto y grueso. Por la noche se lo turnan. Él no se queja. Sólo si lo violan golpeándolo. Antes de abusar de él, le untan el pene con grasa y traen a la pequeña perra del hospital para que se lo lama.
-¿Cómo se llama tu amada, Abraham? –le pregunta Mansur.
-Esther –contesta Abraham, que a menudo habla de ella sin que nadie le pregunte nada.
-¿Cómo eran sus ojos?
-Los más hermosos del mundo.
-¿Lo son todavía?
-Sí.
-Estás mintiendo, Abraham. El tiempo ciega. ¿Todavía la quieres?
-Sí.
-Estás mintiendo, Abraham. El amor también muere. Ella ya estará muerta o probablemente con otro.
-El hombre, si está solo, es un santo, pero si está con una mujer, un diablo –dice Yussef, acariciándose pausadamente la barba-. Quien cuenta sus días es como si contase los latidos de su corazón. Quien se lamenta de la belleza pasada es como el que conduce un coche mirando hacia atrás. Lo más bello del mundo caduca y desaparece. Ésta es la verdad que oí de un mudo. Curandero, ¿por qué eres leproso? Médico de los ojos, ¿por qué tienes los tuyos llenos de legañas?”
El último personaje que habita en sus páginas, Salya, junto a la pérdida de su madre se convierten en los símbolos que resumen este libro magistral: en efecto, con el fallecimiento de su madre asistimos a la ruptura definitiva con su familia a la que ya nada le une; y utiliza a Salya como metáfora para que seamos testigos de lo que Tánger significa para Chukri: se apasiona por todos pero no ama a nadie, se entrega a la violencia de los jóvenes, a los fumadores de hachís y a los borrachos, ha sido el reino de la poesía y del sueño, pero ¿dónde están los poetas y dónde los soñadores? No puede soportar una noche de soledad y de silencio. Ambas han aprendido a mentir y a creerse sus mentiras, y los que las frecuentan no deshacen sus engaños porque son más impostores que ella.
“Esta vez, Salya se ha venido de su pequeña ciudad, arriesgando todo, para todo ganar. Ella apuesta de cintura abajo, para compensar su fragilidad de cintura arriba. Allá donde esté la bebida y el hachís, está ella. Igual que se extienden los hongos sin florecer, así provoca ella a los hombres para que se la disputen. ¡Seta venenosa para el hombre que la ame! Se apasiona por todos y no ama a ninguno. ¡Cuántas veces, para excitar a los impotentes, los provoca para que la violen! Ella procede de un linaje digno (como confirma su paisano, el poeta), pero es la maldición de su familia. Desde muy joven, entregó su cuerpo a la violencia de los adolescentes, a los fumadores de hachís y a los borrachos, de su ciudad y de otros lugares. Le tiembla la mano al coger la copa y deja que la ceniza de su cigarrillo se caiga sola. <Todos los que me hicieron promesas se burlaron de mí>, confiesa a su amiga Carolina…”
Maravillosa, apasionada, cruda e inolvidable. Chukri en estado puro.
Sergio Barce, marzo 2011
(Los fragmentos están tomados de “Tiempo de errores”, editado por Debate, edición de 1995, y traducción de Karima Hajjaj y Malika Embarek)
4 respuestas
Sergio, gracias a este blog, he conocido a mohamed chukri, del que nunca había oído hablar.
Que vida mas dolorosa y terrible la de este señor, sobre todo su infancia, cuando pienso que sentirá un niño que tiene que vivir con miedo a un maltrato continuo de su propio padre, y ver como pega a su madre, e incluso como mata a su hermano delante de el, es horroroso. y después el hambre, la mendicidad, el paso por la cárcel, por el manicomio, la droga, la prostitución, el alcoholismo. Todas las miserias posibles. Y lo mas terrible de todo es que estas historias se siguen repitiendo hoy en día, y que habrán millones de niños en el mundo que sigan viviendo estos horrores.
Desde que leí tu anterior entrada » el pan desnudo», he buscado alguno de sus libros, y no he encontrado nada ni en librerías de Alicante ni en internet, tu sabes como podría conseguirlos.
un beso.
Hola Mayte. Yo creo que sus libros deben de encontrarse sin dificultad, creo que los tiene editados Debate. Puedes buscar por internet la Librería Kalamo Mundo Árabe, ellos suelen encontrarme estos libros. Quizá tengas suerte ahí.
Y me alegro de que hayas descubierto a Chukri, es magnífico.
besos
Conozco la trilogía de Chukri, me parece magnífica, pero siento que no se reediten en España. «Tiempo de errores» se encuentra descatalogado, y otros libros de él sobre Tánger, no se encuentran en español y además es dificil conseguir en francés.
Por último sé de la existencia de una fundación con su nombre, me puedes decir dónde se encuentra y cómo contactar con ella. Un saludo.
Sí, es una lástima que no se reediten, pero seguramente lo harán pronto. Es casi inevitable.
Lamento decirte que desconozco dónde se encuentra la fundación que mencionas, tal vez por google sea posible dar con ella.
Gracias, un saludo