«PAUL BOWLES, EL RECLUSO DE TÁNGER» (Paul Bowles wa ´azlatu tanya, 1996) de MOHAMED CHUKRI

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Se acerca en España el día de Reyes. Si queréis regalar un buen libro, buena literatura, os recomiendo éste. Y si no es por esta razón, cualquier excusa es buena para leerlo.

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Una joya. Editado por <Cabaret Voltaire> (me encanta el nombre de la editorial), se trata de un libro curioso escrito por Mohamed Chukri de manera un tanto caótica, pues no llevó orden cronológico alguno, pero esta edición trata de hacerlo y resulta perfecto, aunque, en realidad, lo que narra Chukri y cómo lo hace es lo verdaderamente fascinante.

Quien sigue mi blog, ya conoce mi debilidad por Mohamed Chukri y por Paul Bowles, y aquí tiene otros comentarios y artículos que he escrito sobre ellos y sus obras. Pero la originalidad de este nuevo libro estriba en que es Chukri quien escribe de Bowles, y lo hace sin apartarse de su estilo conciso, directo y rabioso. Esto significa que huye de la complacencia, que expresa lo que realmente piensa del autor americano, de su mujer Jane, de los otros artistas que hicieron de Tánger algo que el propio Chukri no reconoce: un paraíso artificial, una ciudad ajena, un espacio cerrado que nada tenía que ver con el mundo real al que el escritor marroquí pertenecía y defendía.

Mohamed Chukri
Mohamed Chukri

Su impresión sobre Bowles, al que le ligaba una relación que no sé si puede calificarse de amistad propiamente dicha, y sobre el editor Peter Owen, es escalofriante:

(…) Al salir de mi ensimismamiento, les escuché decir algo de Jane Bowles: estaba enferma e internada en la Clínica Reposo de los Ángeles en Málaga. Repitieron varias veces su nombre, y también el de Ahmed Yaakoubi, Mrabet, Brion Gysin y Norman Glass.

Al día siguiente por la tarde, le llevé a Bowles mis cuentos <Violencia en la playa> y <Las hierbas de los muertos>. Nos servimos del español para traducir mis textos al inglés. Los dos le gustaron mucho. Antes de terminar la traducción del cuento <Bachir muerto y vivo>, el editor inglés Peter Owen desembarcó en Tánger. Más tarde, cuando Owen publicó mi libro <El pan desnudo> sin pagarme los derechos de autor, salvo por las cien libras que me adelantó como anticipo, me di cuenta de que estaba ante una sanguijuela. Él mismo reconoce ser un gangster y, para justificarse, alega brindar su inestimable ayuda a candidatos que, aunque talentosos, no alcanzarían la fama sin él.

Creo que el poeta iraquí Abdelkader El Janabi no se equivocó cuando escribió eso de: <¡Lábrate un nombre propio y asume tu papel en la mente del lector!>. Y yo quería representar mi papel. Como escritor novel, sólo tenía un objetivo: publicar mi primer libro aunque para ello fuese víctima de un estafador. Peter Owen, que ya había publicado <Una vida llena de agujeros>, la autobiografía de Driss Ben Ahmed Cherradi y <Amor por un puñado de pelos>, de Mohamed Mrabet, volvió a Tánger en busca de una  nueva víctima.

Como Roditi le había contado a Bowles algunos episodios de mi vida de vagabundo, este último se los relató a Owen, quien acabó ofreciéndome escribir mi autobiografía. Le contesté sin pensarlo: <Ya la tengo hecha; está en mi casa>. Bowles se quedó extrañado, y Owen, abriendo los ojos como platos, me propuso lo siguiente: <En este caso, firmemos un contrato provisional. Te daré cien libras de adelanto en cuanto reciba el manuscrito traducido del señor Bowles>. Yo asentí con la cabeza y los tres firmamos el contrato que Bowles había escrito a máquina sin decir ni media palabra. Más adelante descubrí que su silencio era debido al placer que le suponen las mentiras piadosas. Su vida entera descansaba sobre lo incierto y lo insólito, alcanzando un nihilismo al que también empujaba a los personajes de sus obras. <Podría relegar a los personajes de mis novelas al pesimismo sin permitir que caigan en el olvido, como piensan algunos lectores y críticos vulgares>. Así se defendía Paul Bowles. (…)

Jane y Paul Bowles
Jane y Paul Bowles

Aunque he leído la mayor parte de la obra de Paul Bowles, la única novela de Jane Bowles, e incluso la aburrida autobiografía que él publicó con el título de <Memorias de un nómada> (Without stopping), pese a todo esto, Mohamed Chukri me descubre a otro Paul Bowles, a un hombre más egoísta, tacaño, encerrado en sí mismo, a otro Paul Bowles que no era tan cercano a los marroquíes como se nos ha vendido en general, pese a sus años de residencia en Tánger. Es como si me hubiera desfigurado la imagen que tenía construida de él; pero eso es lo grandioso de Chukri: su sinceridad, esa visceral visión de la vida que le impide ser condescendiente con nadie (aunque se atisba, por supuesto, el respeto y la admiración que le profesa a Bowles como escritor).

De la misma manera, la sexualidad del escritor americano, tal y como nos la expone Chukri, también termina siendo perturbadora en la medida que es otra faceta de su vida tan opaca como opresiva, una especie de carga que Bowles sobrellevó a duras penas.

Y de la misma forma que desnuda al Paul Bowles real, también lo hace con el Tánger que Chukri conoció. Nada que ver con la ciudad mítica, mágica y legendaria que artistas como Bowles se han encargado de construir en el aire. No, Mohamed Chukri viene de las calles, del Marruecos más pobre y olvidado, y conoce ese Tánger, y desvela, a quien no lo sabía o a quien no quería verlo, que su ciudad es otra ciudad más carnal, dolorosa, incluso dura y cruel. Y en este sentido, he disfrutado de los pasajes del libro en los que asoma el Chukri narrador, el novelista, cuando escribe de su Tánger.

(…) No tenía más de tres dirhams en el bolsillo cuando salí del bar Le Monocle. Eran las tres de la madrugada. Decidí tomarme con esos tres dirhams un café con leche en El Pilo. Jilali Gharbaoui estaba sentado en la terraza. Le conocí a mediados de los años sesenta. Desembarca en Tánger de vez en cuando, con sus pinturas hechas sobre cartón bajo el brazo. Cuando se queda sin dinero, me deja un lienzo para venderlo por ciento cincuenta o doscientos dirhams, y así cubrir sus gastos de diario.

Gharbaoui me llamó:

-¡Eh! ¡Chukri, ven aquí!

Cuando me senté a su lado, me dijo con tono serio:

-¿Sabes lo que me acaba de pasar?

-¿Qué?

-Me creas o no, vengo de estar en Moulay Driss Zerhoun. He cogido mis dos maletas y me he marchado en dirección a Fez. De repente, he visto dos espectros siguiéndome, les he largado las dos maletas y he echado a correr, y no sé cómo me encuentro aquí sentado.

Me miró fijamente, y añadió:

-Toda mi fortuna estaba en las dos maletas: mis lienzos, mis documentos, mi ropa y mi dinero.

-¡Vaya, es una pena!

-¿Tienes dinero?

-Nada, una miseria.

-¡Dame lo que tengas, por favor!

Le di los tres dirhams sin pensármelo antes de convertirme en el tercer espectro de su historia. Después entré en la cafetería y tomé un café con leche y pan tostado con mantequilla. Lo dejé a deber.

Al día siguiente por la noche vi a Gharbaoui cenando en el restaurante Zagora. Iba muy bien arreglado, me invitó a cenar. ¿Era realmente Gharbaoui? ¿No es el mismo que vi ayer en la terraza del café El Pilo? Ésa fue la última vez que lo vi. Un año más tarde, me enteré de que había vendido todos sus lienzos, incluso el material de trabajo, a un rico admirador suyo. Abandonó definitivamente Marruecos para morir durante una gélida noche de abril de 1971 en París, sobre un banco de Champs-de-Mars. Todo es surrealista y posible en Tánger. (…)

Chukri
Chukri

Mirada, pues, chukriniana sobre Tánger, sobre la vida, sobre Bowles y los personajes que transitaron en la vida del escritor americano.

Pero ya decía al comienzo que <Paul Bowles, el recluso de Tánger>, es un retrato nada complaciente de este escritor, y al igual que Chukri me ha revelado a ese otro Bowles más decepcionante, la imagen que nos muestra de Jane Bowles completa la que sí tenía de ella: enfermiza, de carácter sobrio pero a la vez maleable, contradictoria respecto a su marido, almas gemelas o complementarias en muchos aspectos, incompatibles en muchas otras, y sobre todo insegura con su propia obra literaria. Chukri sabe transmitirnos ese tormento interno que padeció Jane Bowles al enfrentarse con la escritura, su deseo de perfección y a la vez su desilusión por lo que creaba, y que le llevaba a destruir lo escrito una y otra vez. Y, por el contrario, su obsesivo apoyo a Paul, defensora de cuanto escribía su marido, siempre que fuese original suyo, y su desafección cuando él se decide en los últimos tiempos por traducir o adaptar. Algo que a ella le amargaba.

(…) Aunque Paul Bowles amó Marruecos, sobre todo aquel que conoció en 1931, año de su primera visita, nunca quiso a los marroquíes. Entonces, ¿cómo quiere que ellos se tomen las molestias de quererlo a él? A pesar de todo, se empeña en quedarse en este país. Lo confirmó en una carta dirigida a James Leo Herlihy el 4 de noviembre de 1972: <Pero de alguna manera, no me veo atravesando el Atlántico. No lo haría a menos que me expulsasen de Marruecos (a decir verdad no me gustan los Estados Unidos, pero no se lo digo a nadie)>. Bowles comparte aquí la opinión de Henry Miller cuando dice: <Pero, por otra parte, volver a Nueva York me daba un poco de miedo. Aquella ciudad de la que me conocía todas sus calles y en la que tenía tantos amigos, se ha convertido en el último lugar sobre la faz de la tierra al que querría volver. Prefiero morirme a verme obligado a pasar el resto de mi vida en mi ciudad natal>.

En <Días y viajes>, Bowles escribe: <Estos frustrados árabes están convencidos de que los occidentales sólo vienen a Marruecos a burlarse de las tradiciones y las costumbres de un país subdesarrollado>. Esta idea la repetía Bowles a menudo. Ahora apenas habla. Paul Balta, en cambio, dice: <Antes los occidentales calificaban a los árabes de valientes y de nobles; hoy día son unos vagos, unos estafadores, rudos y malvados…>.

El problema de Paul Bowles es que, a pesar de haber viajado tanto, no distingue demasiado bien entre el pasado y el presente en la vida de los países y sus pueblos. El futuro no existe para él. En otras palabras, prefiere vivir en un mundo primitivo aunque desarrollado. ¿Cómo puede ser esto? Bowles no sabría contestarlo aunque fuese él mismo quien se hiciese la pregunta. (…)

 <Paul Bowles, el recluso de Tánger>, con una exquisita traducción de Rajae Boumediane El Metni, es un libro que merece estar en la cabecera de los que saboreamos ese mundo descarnado de Chukri y ese otro espacio mítico de Bowles. Un libro indispensable para entenderlos a los dos.

Sergio Barce, enero de 2013

Paul Bowles
Paul Bowles

    Los fragmentos de la novela los he tomado de

la primera edición del libro publicada por

Cabaret Voltaire

en mayo de 2012,

con traducción del árabe

de Rajae Boumediane El Metni

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11 respuestas

  1. Una vez más, nuestro estimado amigo Sergio Barce, nos ha obsequiado generosamente, con unas magistrales pinceladas, (propias y de otros estupendos escritores), repletas de toda suerte de colores, que me recuerdan, en cierta medida a los cuadros de estilo puntillista, de éxtasis de luz y de explosivo colorido descripitvo, en este caso, de nuestra amada y vecina ciudad de Tánger y de una parcela de la misma, que gira en torno al arte de la escritura y de unos autores sumamente especiales, aunque cada cual con su propia y particular cosmo y microvisión, desde el entorno humano y social, en el que transcurrieron buena parte de sus días en este mundo y muy particularmente en Tánger, una ciudad de la que conservo muy agradables recuerdos, de mi época estudiantil.
    Sinceramente, agradezco a Sergio y a sus colegas en el arte del buen manejo de la pluma, el estupendo obsequio de líneas con el que tanto nos deleitan.
    Un sincero y afectuoso abrazo, para todos mis paisanos y paisanas, sin excepción..
    Alfonso Santamaría.

  2. Muy interesante tu artículo sobre estos dos autores que tan bien conoces. Sin duda, la reseña que haces del libro de Choukri despierta el interés y motiva a su lectura. Lo haré para poder opinar.
    La figura – humana y literaria – de Paul Bowles me ha resultado siempre tan fascinante y «poliédrica» (diferentes opiniones, ensayos, biografías, comentarios) que, en mi opinión, soporta y encaja muy bien los contrastes vertidos sobre su persona. No obstante, confieso que me ha sorprendido y descolocado estos breves trazos con los que Choukri perfila a Bowles teniendo en cuenta que mantuvieron una amistad de veinticinco años. Debía tener sus motivos. De todos modos, la visión descarnada y cruda del autor de «el pan desnudo» sobre la vida en general y Tánger en particular, no me extraña que contrastase con ese dandy nihilista y ecléctico que siempre fue Bowles. La hiriente y extrema sensibilidad de Choukri para describir la realidad se me antoja muy oportuna para desmitificar y «desnudar» algunos arquetipos y exageraciones novelescas vertidas sobre el matrimonio Bowles por parte de algunos literatos y prensa angloparlante.
    Qué tema más fascinante.

  3. Siempre desconfié de Bowles, en cambio, zambullirme en Choukri siempre fue un gran placer. Por eso, ¡gracias por la magnífica recomendación!
    «Fue la última noche en la que nos unimos: con una leve tristeza que le hizo llorar, luego alegrarse y hacernos reír. Nos hemos hecho amigos. No le pregunté por qué. Quizá compartíamos las cosas más bellas que hubiéramos querido decir y no dijimos. ¿Será que nos socorrieron las palabras y desistimos de pronunciarlas o quizá fue que nos gustó ocultarlas por capricho? Es asunto nuestro y nos hemos prometido no decir todo nunca….»
    (El rostro de Magdalena /Rostros, amores, maldiciones – Mohamed Choukri).
    Un beso

  4. Gracias Sergio por este interesante articulo.
    Conocí de vista al famoso escritor Mohamed Chukri, cuando estudiaba en el Instituto Marroqui de Enseñanza Media de Larache (primer ciclo) a mediados de los años 60. Tenia otro apellido ; el Temsamani. Tenia ambición sin medida a la lectura que siempre le encuentras con unos cuantos libros bajo el brazo, que llevaba a casa para deletrearlos a sus anchas . Se vestia con traje de color claro y corbata. Su cabello rizado y voluminoso, parecia al del « Groucho Marx » sin bigotes. Sus zapatos eran màs bien usados. Venia de vez en cuando al barrio del Guebibat, en busca de un jóven ciego muy experto en la lengua y la literatura àrabe antigua, llamado Mojtar el Haddad. Este ultimo llevaba a su vez en la mano, una minibiblioteca portatil. Ambos formaban una simbiosis perfecta

    1. Hola, Rajae.
      Por supuesto que he leído «El pan a secas», pero cuando se traducía aún como «El pan desnudo». Escribí un artículo sobre el libro que está en este blog.
      Pero como bien dices,he de leer la nueva traducción. De todas maneras, siempre me ha parecido «Tiempo de errores» el libro mejor escrito por Chukri-
      Un abrazo
      sergio

      1. Hola, Sergio. Me ha gustado tu artículo y cómo, de la mano de Chukri, nos desvelas a un Bowles desconocido para sus lectores. Yo también admiro a Bowles desde hace tiempo, pero hace poco que he sabido de Mohamed Chukri. Concretamente, he leído la edición de «El pan a secas» de Cabaret Voltaire y que ha traducido Rajae. No podía parar de leerlo y cuando lo terminé (en una tarde) me dejó sin palabras.
        Esta es mi reseña.
        http://literariacomunicacion.wordpress.com/2013/01/09/tanger-una-bonita-carcel/
        Te seguiré desde hoy, Sergio.
        Un saludo.

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