«…Chukri te ha contado que tus padres los conocieron y, aunque ellos jamás te hablaron de los Bowles, tú sabes que los dos eran, digamos, bisexuales.
No es ningún secreto que a Paul Bowles le encantaba descubrir jóvenes talentos artísticos que no tardaba en convertir en amantes, como si mecenazgo y cama fueran una misma cosa para él. El pintor Ahmed Yacoubi fue uno de ellos, quizá el más importante para Paul. En 1947 lo descubrió en Fez y, dos años después, ya se lo había llevado a Tánger. Durante los tres lustros siguientes, Yacoubi sería el gran amor del autor de El cielo protector. Eso también está en los libros.
¿Y Jane Bowles? ¿Cómo llevaba la escritora de nariz respingona la cohabitación con el guapo, viril y simpático amigo de su esposo? Por lo que has leído, Jane se quejaba de que Yacoubi siempre le estaba sacando dinero a Paul, pero de ahí no pasaba. A ella le gustaban las mujeres y tenía sus propios líos. El más notorio, la relación casi sadomasoquista con Cherifa, su ama de llaves.
Cotorrito, el loro de los Bowles, era testigo de este ménage à quatre. ¿A cuatro? ¿Qué dices, Sepúlveda? Y a cinco y a seis también.
A mediados de la década de 1950, el pintor Francis Bacon desembarcó en Tánger tras los pasos de su gran amor Peter Lacy, un piloto de caza de la RAF durante la Segunda Guerra Mundial. Paul Bowles le dio la bienvenida, le ayudó a acomodarse, le presentó a Yacoubi y le pidió que enseñara a su protégé a pintar al óleo. Yacoubi no tardaría en convertirse en un visitante asiduo del taller que Bacon abrió en la medina.
Una fotografía en blanco y negro fechada en 1956 muestra a Bacon, con camisa blanca, pantalón largo y sandalias de cuero, poniendo cariñosamente la mano izquierda encima de los hombros de un Yacoubi que sólo viste un bañador a cuadros y exhibe un torso musculoso. La leyenda tangerina cuenta que Bacon compaginó su aventura con Yacoubi, que seguía viviendo en casa de los Bowles, con su pasión con Peter Lacy.
Al veterano piloto de guerra podía vérsele en el Dean´s Bar, donde se ganaba la vida tocando el piano desde el atardecer hasta el amanecer. Conocía un amplio repertorio de temas de jazz que desgranaba mientras iba vaciando botellas de ginebra. De cabello largo, muy claro y peinado hacia atrás, y rostro pálido y bien proporcionado, solía vestir un traje ligero con camisa blanca y pajarita negra.
En 1962, cuando Peter Lacy murió, Bacon pintaría en Tánger un lienzo llamado Paisaje cerca de Malabata como homenaje al torturado amor que habían sostenido. Es uno de los más sombríos y dramáticos de su carrera: un paisaje abstracto, borrascoso, iluminado por relámpagos.”
Este fragmento que he escogido de la novela Tangerina (Martínez Roca – Madrid, 2015) de Javier Valenzuela., resume a la perfección qué tipo de libro ha escrito.
Javier Valenzuela es uno de los periodistas más reconocidos de nuestro país y, al enfrentarse a su primera novela, no ha podido evitar seguir ejerciendo su profesión. Así que estamos ante una obra plagada de información y de noticias.
Conocí a Javier Valenzuela en la Fundación Tres Culturas de Sevilla, en un encuentro en torno a la figura de Mohamed Chukri, en el que él intervenía junto a Rajae Boumediane y Juan José Téllez. Luego, tomamos algo y, finalmente, acabó por presentar mi anterior libro Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente, en Madrid, en un gesto de generosidad que siempre le agradeceré.
En esas horas posteriores al encuentro de Sevilla, Javier dijo que estaba a punto de publicarse su novela: Tangerina. Yo comenté que estaba a punto de publicar la mía: La emperatriz de Tánger…
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Él explicó que su novela se situaba entre los años cincuenta y la actualidad, y que Paul Bowles y Mohamed Chukri aparecían como personajes en el libro; yo repliqué que la mía estaba ambientada a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, y que Paul Bowles aparecía como personaje en mi novela. Los dos libros ambientados, claro, en Tánger. Así que la curiosidad por saber en qué habíamos coincidido o en qué podían parecerse nuestras obras confieso que me ha intrigado hasta poder leer el libro de Valenzuela.
Hay puntos de contacto, pero hay muchas más diferencias. Son dos libros que han visto la luz casi en la misma fecha, pero que creo que tienen recorridos diferentes, y eso es muy positivo porque, incluso, pueden servir para el arranque de un curioso debate en el que, además, entraría en liza el tercer libro publicado en estas fechas, el de Antonio Lozano, titulado Un largo sueño en Tánger, que también recorre aquellos años y otros más recientes del mítico Tánger, y que ahora ando leyendo. Sin duda, y aquí está la prueba por partida triple, es una ciudad muy atractiva para construir una novela. En la Feria del Libro de Málaga, las tres novelas se vendían al mejor postor, por así decirlo.
Pero centrémonos ahora en Tangerina. Javier Valenzuela utiliza en su libro dos épocas y dos tramas muy diferentes para, finalmente, encontrar un nexo que las une. El presente está narrado en primera persona. El protagonista es Sepúlveda, un profesor español en Tánger, que se ve envuelto en una especie de conspiración en la que entran en juego los yihadistas y el CESID. En realidad, Sepúlveda es un trasunto del propio Valenzuela, o al menos uno lo identifica de alguna manera con él, porque más que un profesor, ese personaje es un periodista disfrazado de profesor. Un profesor que investigando como lo haría un periodista, se topará con las cloacas de los servicios secretos, con los peligrosos juegos de la política y de los intereses estratégicos, con la suciedad que mueve este mundo lleno de traiciones y trampas; pero que, al final, acabará descubriendo algo que le toca más de lleno: un secreto de su propio pasado.
5 respuestas
UN GRAN COMENTARIO SOBRE LA NOVELA DE VALENZUELA.
Sí, tú lo dices bien, Sergio, no puede evitar el periodista que lleva dentro. Y aunque no me… «envolvía» y me olvidé de seguir leyendo la historia de Olvido, porque otras historias se interpusieron en el camino, por supuesto que voy a terminar esta lectura.
Porque a Javier Valenzuela no se le escapa casi nada y siempre es interesante y enriquecedor leer una novela como Tangerina.
Estoy segura de que contará con muchos seguidores.
Un beso
Muy inteligente y generosa lectura de «Tangerina», Sergio. Soy muy consciente de algunos defectos «técnicos» de esta novela, que proceden de dos hechos: 1.- soy primerizo en la ficción y 2.- excesivo peso de 40 años de ejercicio del periodismo. 🙂 No quise, sin embargo, volver a reescribirla, porque ello podía convertirme en eso tan clásico del autor que, en busca de la obra perfecta, jamás termina su primera novela. Así que la mandé tal cual y decidí hacer una segunda entrega de las andanzas de Sepúlveda en Tánger que corrigiera esos defectos. Y en ello estoy. Saldrá, Inshalá, el año próximo. ¡Gracias, Sergio!
Querido Javier:
Un honor que escribas en mi blog, y muy amables tus palabras. Te aseguro que de tu novela se saca mucha información: tengo montones de páginas con anotaciones al margen sobre personajes o anécdotas que cuentas y que no conocía.
Bueno, ya estoy esperando esa segunda entrega.
Por cierto, que ando tras esa posibilidad de que podamos hacer alguna presentación mana a mano de tu novela y de la mía. A ver si lo consigo y te seduce la propuesta.
Un abrazo, y gracias a ti.
Dos maestros de la escritura, tendré que comprar tambien el libro de Javier Valenzuela. un abrazo