Rajae Boumediane El Metni, que ya me envió en exquisito texto sobre la comunidad hebrea en Tánger, me hace llegar ahora otro relato que, en realidad, es una carta a su madre. Habla de Tánger, pero tras sus palabras nos llega el eco de sus recuerdos, y desde estos un hermoso y muy emocionante homenaje a su madre.
Este texto me une aún más a Rajae, con la que intuyo que comienza a crecer una entrañable amistad, porque su madre y la mía tienen algo en común: sus ciudades y la pasión que han sentido o que sienten por ellas. Para la madre de Rajae, Tánger era la ciudad que llenaba su corazón y no había otra igual en el mundo, para mi madre, Larache es la ciudad que llena su corazón y no hay otra igual en el mundo.
Rajae Boumediane El Merti es mi admirada traductora de los libros de Mohamed Chukri que ha editado Cabaret Voltaire.
Sergio Barce, mayo 2014
Tánger: la envidiada
En memoria de la mujer que tuvo como amante a Tánger: mi madre.
“Como Tánger, os aseguro que no existe otra ciudad”, éstas son las palabras que solía repetir mi madre siempre que iba de viaje a una ciudad, sea dentro o fuera de Marruecos.
Cuando, en alguna charla familiar o entre conocidos, se empezaba a opinar sobre una ciudad u otra, allí estaba siempre mi madre dispuesta a declarar con su voz firme y concisa: “como Tánger, os aseguro que no existe otra ciudad”, y añadía “en el mundo entero, no hay otra ciudad como Tánger.”Dicen que las palabras se las lleva el viento, y yo digo no todas las palabras. Las palabras que se van repitiendo una y otra vez, las palabras que se van transmitiendo de una persona a otra, las palabras que se dicen con tanto fervor y convicción y finalmente las palabras que son capaces de resistir al mismísimo chergui (viento del este), estas mismas palabras se quedan grabadas en la mente y en el corazón, van fosilizándose y acaban resistiendo y persistiendo tanto al olvido como al famoso chergui de Tánger.
Mi madre nació, creció, estudió en una escuela de monjas, se enamoró, se casó, tuvo a todos sus numerosos hijos, convivió -sin problema ninguno- con judíos y españoles, enfermó, falleció y se enterró en su querida y apreciada Tánger.
Sí, los 58 años de la vida de mi madre transcurrieron en su Tánger que ha tenido la suerte -desgracia para todos los que la echarán en falta- de tenerla para siempre entre todos los que, por una razón u otra, la muerte decidió sobrevenirles en Tánger.
Mi madre, los últimos días de su vida, había ido de visita a casa de mi hermana en Fez, se puso mala y ya tenía prisa para volver a su Tánger como si presintiera que ya le quedaban pocos días para disfrutar y despedirse de todos sus seres queridos y de su venerada Tánger. Pasados los contados días brindados, mi querida madre luchó sin parar pero la muerte era más fuerte que ella y acabó arrebatando a Tánger una hija adoptiva, a los vecinos, una servicial vecina que estaba siempre a disposición del necesitado sin esperar nada a cambio y lo más importante sin tener en cuenta raza o religión, a un marido, una fiel esposa cuyo único pecado fue tener de amante a Tánger y a los hijos, a los hijos, la despiadada muerte, el 6 de Marzo del 2000, les arrancó y privó de una madre tan querida y añorada en estos precisos, difíciles y dolorosos momentos.
Mi madre se iba de viaje a otras ciudades fuera y dentro de Marruecos, pero siempre echaba de menos a su madre adoptiva y sólo se sentía cómoda, segura y entre los suyos en esa bella ciudad por la cual mi madre sentía una auténtica devoción. “Los suyos” eran para mi madre los tangerinos, los auténticos y no los que vienen de otras ciudades en busca y captura del título de tangerino. Cuando alguna persona de “los otros”, los del sur de Marruecos, le decía: “Eres de Tánger, ¡ah!, eres jblía”, mi madre contestaba: “tangerina soy, jblía soy, orgullosa de ser ambas cosas estoy.”
A mi madre siempre le he oído hablar maravillas de Tánger, en aquel entonces, por mi corta edad o más bien por rechazo a aceptar el gentilicio de jblía, no llegaba a entender su amor excesivo y frenético por una simple ciudad, y me repetía a mí misma: “¿por qué Tánger precisamente?. Debe haber en el mundo otras ciudades más bonitas y atractivas que se merecen una parecida veneración que esta ciudad de…”. Lo aceptaba todo o casi todo, pero me sentía molesta, o mejor dicho ofendida y aludida, cuando mi madre reconocía ante “los otros”, que los tangerinos son unos djbala. Yo siempre le reprochaba: “mamá, en vez de aceptar tal gentilicio, lo tienes que negar porque los demás no pueden entender que los jbala son los auténticos tangerinos y siempre, siempre nos apuntarán con el dedo llamándonos jbala en lugar de tangerinos” y mi madre me respondía: “pero hija mía si es lo mismo y da igual lo que dicen los demás, la verdad es que los jbala son los verdaderos tangerinos.”
Ahora y solamente ahora que han pasado muchos años y haciendo un flash back para recordar todo lo que decía mi madre sobre su Tánger, casi puedo entender todas sus palabras y me pregunto: “¿Hace falta realmente ser tangerino para sentir la misma devoción que sentía mi madre?”, “¿Hace falta ser tangerino para escribir sobre Tánger o simplemente amar esta ciudad?”
Son muchos los que han elogiado y venerado Tánger, parece que esta ciudad acepta la visita de todos los que quieren conocerla sin previo prejuicio, Tánger no pone condiciones ni trabas a sus visitantes, allí está siempre dispuesta a todo: críticas o elogios, veneración o rechazo.
El que visita Tánger una vez, quiere volver a hacerlo una vez más y otra y otra. Dicen que esta ciudad embruja a su visitantes y yo diría: es una ciudad que tiene el don de saber acoger a todo tipo de personas, una ciudad que podía ser, según Paul Bowles, en momentos determinados la capital del mundo, una ciudad que ha sabido integrar, a través de los siglos y sin perder su alma, las infinitas aventuras de los hombres y el choque de las numerosas civilizaciones, una ciudad simplemente.Tánger, te envidio porque has tenido y disfrutado de mi madre más años que yo, te envidio por haber tenido a mi madre como hija adoptiva, te envidio por haberte tenido mi madre como madre adoptiva, te envidio por tu suelo que ha sentido sus pasos, te envidio por sus largos paseos por tus avenidas y callejuelas, te envidio por la devoción que sentía mi madre por ti, te envidio por todos sus elogios dedicados especialmente a ti, te envidio por tu chergui que le acarició la piel una y otra vez, te envidio por la blanca y fina arena de tus playas que se escurría entre sus dedos, te envidio por tantas y tantas visitas que recibiste, te envidio por tu Casba que embrujaba a mi madre, te envidio por tu famoso café El Hafa donde mi madre se sentó una y otra vez sin nunca cansarse de las vistas que le brindaste desde allí, El Hafa desde donde uno llega a pensar que, en los días claros y tendiendo la mano, puede abrazar la costa española tan deseada por muchos marroquíes, te envidio por tus Grutas de Hércules lugar mítico y realista al mismo tiempo, te envidio porque ha sabido armonizar la convivencia de todos tus habitantes dejando de lado raza o religión, te envidio porque has llegado a conservar intactas todas las costumbres de tus invitados y huéspedes, te envidio por haber sabido comportarte siempre, como un buen anfitrión, te envidio por haber sabido respetar y ser respetada, te envidio por haber resistido firme ante las numerosas conquistas de fenicios, cartagineses, griegos, romanos, vándalos, almohades, almorávides, edrisíes, omeyas, te envidio por tantas y tantas nacionalidades que aspiraban a tenerte: franceses, portugueses, ingleses, españoles, te envidio por haber sido internacional para contentar a todo el mundo, te envidio por haber podido ser, con admirable sabiduría, novia de todos y mujer de ninguno, te envidio porque en tus venas sigue latiendo ese afán de ser la preferida, la única y yo diría: “la envidiada”.
Tánger, te he envidiado, te envidio y te envidiaré mientras viva, pero al mismo tiempo te quiero porque tienes en tu suelo, inmersa en un profundo y eterno sueño, a la persona más querida en este mundo: a mi madre. Mamá, estas líneas sobre tu Tánger van dedicadas a ti. Descansa en paz, te quiero.Rajae Boumediane: 16- 01- 2001
9 respuestas
Gracias, Sergio, por publicar el artículo en tu blog. Un fuerte abrazo.
A mi señora y a mi se nos saltaron las lagrimas a leer el articulo sobre nuestro nativo Tanger. Muchas gracias a la Señora Rajae Boumediane .
Muchas gracias Salomon y señora. Es un artículo lleno se sentimientos, una carta-homenaje a mi querida madre. Cada vez que lo leo, me pongo a llorar. A día de hoy siguen presentes las palabras de mi madre sobre su Tánger. Un abrazo a los dos.
Mequeda una semana para visitar a Tanger. La ciudad adonde nacie.
Y con tu poesia carta a tu madre.estoy super illusionado y emotionado
Tu madre era una mujer extraordinaria por el carino que tenia para su Tanger y la personas con todas su religiones,
Un abrazo,
David Benatar.
Muchas gracias, David. Te queda poco para el reencuentro con tu Tánger. Te acogerá con los brazos bien abiertos. Mi madre era tolerante con todo el mundo. Ella decía que las creencias de cualquier tipo no podían ser nunca un obstáculo para el entendimiento. Tenía razón.Un fuerte abrazo.
Rajae, hermosísimo este texto dedicado a tu madre. Todas las palabras son pocas, todos los sentimientos se nos quedan pobres, tanto es lo que les debemos a nuestras madres… Por eso que, te lo vuelvo a repetir, le has ofrecido en tus maravillosas líneas el mejor regalo. Además comprendo perfectamente esa pasión por Tánger…mi madre también la siente y está entre dos amores… Larache y Tánger. Todo mi cariño.
Muchas gracias, Joana. Con todos los años que han pasado desde que escribí este artículo, me sigo emocionando cada vez que lo leo. Mi madre era una persona excepcional, le gustaba ayudar a la gente sin esperar nada a cambio y eso me llena de orgullo. Me acuerdo de un hombre que aterrizó en Tánger en busca de trabajo. Vivía en la calle. Un día le dijo a mi padre que lo quería acoger en su casa. Mi padre aceptó. El hombre se puso enfermo y acabó muriéndose en el hospital. Nada se sabía de su familia. Pues ahí estaba mi madre para encargarse de su entierro. Al cabo de un año casi, dos personas llamaron a nuestra puerta. Eran los padres de aquel hombre, querían saber dónde estaba enterrado y agradecerles a mis padres la ayuda. En fin, Joana, son muchos recuerdos que guardo con mucho cariño y sólo la muerte será capaz de borrarlos.
Un fuerte abrazo.
Reblogueó esto en Periódico digital de Nurya de Khessassi.
Reblogueó esto en Maria todos os diasy comentado:
Um texto lindo que tenho muito gosto em partilhar convosco.